Aprender a gestionar nuestros pensamientos y nuestras emociones es una tarea que se impone cada día más. Cada vez está quedando más claro en el ámbito de las terapias psicológicas que trabajar sobre las conductas de las personas es una tarea muy difícil de realizar, muy costosa y muy larga a la hora de conseguir resultados satisfactorios a corto plazo.
En los últimos años se está afianzando más y más el concepto de Inteligencia Emocional para gestionar cualquier dificultad que se nos presente en nuestra vida.
Este término se está trabajando tanto en problemas de salud, como en problemas de relaciones o en el mundo de la empresa, dando como resultado una mejora considerable en cuanto a resultados.
En 1.904 el fisiólogo ruso Iván Pavlov recibe el premio Nobel por sus estudios sobre el Reflejo Condicionado, más conocido como el experimento de los perros de Pavlov. Seguro que lo recuerdas.
El ensayo consistió en hacer tocar una campanilla a la hora de darle la comida a un perro. Durante unas cuantas ocasiones se tocaba una campanilla a la vez que se le daba al perro de comer. Después de unas cuantas sesiones, Pavlov observó que al tocar la campanilla el perro iniciaba su proceso de salivación y de inicio de la digestión antes de tomar el primer bocado, e incluso sin el perro ver aún su comida. El sonido de la campanilla hacia que el sistema digestivo del animal comenzara ya a disponerse para recibir la comida incluso antes de verla.
En la década de los años 70 John Grinder y Richard Bandler, creadores de la PNL (Programación Neuro-Lingüística) se comenzaron a preguntar por qué es que algunos terapeutas obtenían resultados exitosos con sus pacientes en unas pocas sesiones y otros, dedicaban mucho tiempo en sus terapias con resultados mediocres o nulos.
A raíz de ahí comenzaron a observar a los terapeutas más exitosos concienzudamente para tratar de encontrar aquello que marcaba esa diferencia. Uno de los resultados que obtuvieron fue la confirmación de la teoría del reflejo condicionado de Pavlov, a lo que ellos denominaron Anclas.
Grinder y Bandler definieron un Ancla como una poderosa asociación entre un estímulo externo y un estado interno intenso.
Cómo sacar mayor partido a nuestras emociones positivas
Con toda seguridad tú has vivido frecuentemente este tipo de experiencia sin ser consciente de por qué estaba sucediéndote en ese preciso momento.
Todos hemos pasado de sentirnos bien a sentirnos mal o alterados en un corto espacio de tiempo y en la mayoría de los casos la causa siempre ha sido un estímulo externo: un sonido, una palabra, una canción, un aroma, un olor, un entorno, un contacto físico... cualquier cosa que pasa por alguno de nuestros sentidos de forma desapercibida y que nos hace que comencemos a sentirnos mal.
Te lo voy a poner más claro con un ejemplo: Imagínate a una persona que acaba de perder a uno de sus seres más queridos y se encuentra en su velatorio. En ese día todos sus allegados se acercan a ella para acompañarle en su duelo. Sus sentimientos internos son muy intensos y de desesperación y decaimiento. A la vez que le expresan sus condolencias le van dando un fuerte abrazo, un apretón de manos o una palmada en el hombro como signo de cercanía y acompañamiento. Y esta práctica se va repitiendo durante el día o los dos días que dura el duelo y quizás durante los días siguientes.
La persona inconscientemente está asociando su estado junto con el contacto físico de una manera muy intensa. En las próximas semanas o meses, cada vez que se repita ese abrazo o ese apretón de manos, su estado interno y sus emociones se activarán de manera similar al día del velatorio y de forma totalmente inconsciente.
Tanto Pablov como Grinder y Bandler fueron conscientes de cómo nos condicionan los estímulos externos tanto para nuestro perjuicio como para nuestro beneficio. (Uno de los estados negativos de este tipo más intensos son las fobias). Intentemos, pues, sacarles el mejor partido.
Ánclate a tu bienestar
Para poder eliminar estos estados negativos, primero tenemos que identificarlos y luego trabajar en ellos.
Y... ¿cómo podemos hacerlo? Te propongo una forma muy sencilla. En primer lugar, búscate tus anclas.
Puede ser apretando tus dedos índice y pulgar de forma moderada, o cogiendo con tu mano la muñeca del brazo contrario y apretándola con una presión media... no sé... seguro que se te ocurren más.
Luego, cada vez que te encuentres en un estado interno intenso que te genere gran satisfacción aplica el ancla por 10 ó 15 segundos. Aprovecha cada vez que estés en una de estas circunstancias positivas para recargar tu ancla. Así la tendrás disponible para usarla cuando caigas en un estado que te genere malestar o ansiedad y te ayudará a recuperarte mucho más rápidamente.
En una de las disciplinas que primero se han usado las anclas son en el mundo del deporte. Si tienes el privilegio de conocer a algún deportista de élite, pregúntale y te lo confirmará. Y si tienes buena capacidad de observación y te gusta algún deporte, intenta adivinar el ancla de alguno de los deportistas. Seguro que lo consigues.
La buena gestión de nuestros estados internos es uno de los mejores recursos para llegar a un resultado óptimo.
¿Te decides a probarlo? Si comienzas a practicarlo, quizás el mayor sorprendido seas tú mismo.
Cómo dijo Albert Einstein: Locura es hacer siempre lo mismo y pretender obtener resultados diferentes.
Imágenes Mano eligiendo una sonrisa y Jóven cruzando los dedos de Shutterstock