La mayoría de los
niños latinoamericanos entran hoy a la escuela primaria y secundaria, pero
apenas el 35 por ciento salen con las habilidades que exige el mundo
contemporáneo.* Hemos invertido enormes recursos para asegurar que haya
suficientes escuelas y maestros, pero los niños no están aprendiendo lo que
necesitan. Es un desperdicio enorme y un limitante mayúsculo para que lleguemos
a ser una sociedad próspera y equitativa. El reciente Informe Mundial para el
Desarrollo califica esta tragedia como “la crisis del aprendizaje”.Superarla
debería ser la prioridad central de nuestro próximo gobierno.
Al revisar la evidencia disponible,
el informe citado concluye que hay dos requisitos fundamentales para el
aprendizaje: 1) Niños capaces de aprender y motivados para hacerlo; 2) Maestros
capaces de enseñar y motivados para hacerlo. Todo lo demás (infraestructura,
computadores, textos, educación a distancia, currículum) contribuye al
aprendizaje solo en la medida en que haga más productiva la relación
maestro-alumno y fortalezca sus motivaciones. A conclusiones similares llegan
otros tres reportes recientes al respecto.
Jim Heckman, premio nobel, señala que
décadas de estudios en las disciplinas de psicología, neurología y economía
permiten afirmar que un porcentaje muy alto del desarrollo de las capacidades
cognitivas, emocionales y sociales se produce durante el embarazo y los primeros
años de vida. Los niños que crecen rodeados de cariño, apoyo y estímulo a
aprender, y que reciben una buena nutrición, aventajan por mucho a los demás en
su posterior rendimiento escolar y laboral.
Esas diferencias resultan muy
difíciles de revertir después, aun con buenas escuelas y universidades, por
cuanto más del 80 por ciento del desarrollo cerebral ocurre en los primeros
años de vida. Por eso, los programas públicos que tienen mayor rentabilidad
social son los de atención prenatal y a la primera infancia.
Estos programas garantizan la
nutrición y salud del niño y estimulan su capacidad de aprendizaje. No obstante
los esfuerzos recientes, nuestros Centros de Desarrollo Integral y Hogares de
Bienestar atienden menos del 60 por ciento de los niños vulnerables y padecen
graves deficiencias que les restan efectividad.
Los estudios también muestran que,
aun cuando otros factores afectan la calidad de la enseñanza, lo fundamental es
la capacidad y motivación del maestro. Por eso, los países en donde los niños
obtienen los mejores resultados en las pruebas Pisa son aquellos donde, además
de buenos programas integrales para la primera infancia, los mejores
estudiantes de cada generación se dedican a la enseñanza, se los prepara en
facultades de excelente calidad, se los escoge y promueve por méritos, se los
apoya con tutores en los primeros años de práctica, se les brindan buenos
programas de actualización diseñados con base en evaluaciones periódicas, se
los remunera tanto como a ingenieros o abogados y se premia su buen rendimiento
con estímulos monetarios y no monetarios. No menos importante: la sociedad les
tiene un gran respeto y estimación. Así sucede en Finlandia, Suecia, Corea,
Israel, Alemania y demás países reconocidos por la calidad de su educación,
pero no en América Latina.
Buenas aulas, textos, computadores y
otras ayudas, al igual que clases pequeñas y jornadas únicas, contribuyen a
mejorar la calidad de la educación, siempre y cuando haya maestros competentes
y motivados y alumnos capaces de aprender y motivados para hacerlo.
Las prioridades son claras, pero la
frecuente improvisación y la interferencia de los intereses políticos y
sindicales no nos han permitido avanzar más. Ellos también necesitan aprender.
Por: Guillermo
Perry
Fuente del
Artículo:
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/guillermo-perry/aprender-a-aprender-es-la-base-para-mejorar-la-educacion-152810