El
desarrollo tecnológico y el uso de la web proveen un espacio increíble para que
toda persona pueda ejercer la libertad de aprender lo que desea,
independientemente de su localización geográfica y, aún en muchos casos, de sus
posibilidades económicas. Probablemente en pocas áreas la tecnología ha
contribuido tanto, y lo hará mucho más todavía, para gozar de los beneficios de
la libertad como lo es en el terreno educativo.
Hoy el
problema no es memorizar una gran cantidad de información que autoritariamente
un docente nos enuncia. Así se estudiaba hace no tanto tiempo. Lo
relevante es aprender a buscar la información, a sistematizarla, sintetizarla y
utilizarla con criterio. La información que encontramos en la web no es
escasa sino, por el contrario, demasiada y, por supuesto, muchas veces
desordenada. Es necesario discernir qué nos es de utilidad para el tema puntual
que estamos estudiando o el trabajo que nos encontramos realizando. Por ello,
el papel del maestro sigue siendo fundamental, pero es muy distinto al que supo
tener años atrás.
Y he aquí
un serio problema que, de pensarlo un segundo, resulta obvio. Los chicos que
cursan actualmente la primaria reciben una educación esencialmente igual a la
que recibieron sus padres y sus abuelos. La escuela no cambia, pero los alumnos
sí. Cualquiera que es profesor lo sabe. Esto da por resultado un cóctel
explosivo.
La
educación, tal como la conocemos hoy, nació en el contexto de la revolución
industrial. ¿Cuál era su objetivo? Preparar a los jóvenes para convertirse en
buenos empleados para las fábricas, formarlos con un pensamiento homogéneo que
funcionara bien en el rutinario entorno laboral de la época. Es claro que en
ese entorno el concepto de libertad educativa no tenía ningún significado.
El
propósito actual de la educación sigue siendo preparar a los jóvenes para desarrollarse
en la sociedad que encontrarán en su vida adulta. Pero estamos en un mundo que
cambia a un ritmo sin precedentes. Por eso,
la educación hoy debe ser muy distinta.
¿Cómo
hacerlo? Aprender a aprender es la respuesta. Ya no importa aprender conocimientos
específicos, sino tener la capacidad de aprender en forma continua.
Probablemente la mayor parte de lo que un joven necesite aprender, a lo largo
de su vida adulta, hoy ni siquiera exista. Cada joven, cada individuo, es
distinto y no puede caminar sobre esta cinta sin fin de adquisición de nuevos
conocimientos si no goza de la libertad de elegir qué es lo que necesita
aprender en cada momento y dónde puede encontrarlo. La revolución tecnológica
permite justamente eso.
Enseñar a
aprender por sí mismo, ese es el papel del docente en este nuevo mundo en que
vivimos. El maestro es un guía que debe motivar al alumno a desear ejercer su
libertad de aprender por sí mismo; no existe otra forma de hacerlo.
Aprender a
aprender, esa es la idea. La tecnología lo facilita de una manera increíble si
somos capaces de utilizarla. Ese es actualmente un gran problema que enfrenta
la educación. Repetidas veces los alumnos conocen tanto más de este nuevo mundo
que sus maestros, muchos de los cuales pertenecen a una generación en la cual
la televisión se veía en blanco y negro.
¿Qué
sentido tiene hoy día sentarse a tomar una materia con un profesor que sabe
mucho menos que un investigador del MIT, de la Universidad de Harvard o de
Chicago, cuyo curso lo podemos tomar en línea? Llegará ese momento en que cada
estudiante haga uso de su libertad para armar la currícula que desee, eligiendo
cursos que se ofrezcan en distintas universidades, en distintos lugares del
mundo. Obviamente, eso será posible cuando en las búsquedas laborales no se
requiera un título sino una certificación de conocimientos.
Parece un
futuro lejano, yo creo que no lo es. La velocidad del cambio tecnológico es tal
que perdemos noción de ella y se acelera exponencialmente. Tarde o temprano el
avance tecnológico será tal que pensar que un estudiante deba estar sentado
varias horas al día en un aula, tomando durante cinco o seis años un conjunto
de materias decididas por burócratas en algún momento lejano del tiempo, será
tan sólo un recuerdo.
Es claro
que para que ello sea una realidad, el paradigma educativo deberá
cambiar: ya no enseñar a nuestros alumnos conocimientos sino la capacidad de
aprender a aprender por ellos mismos, de aprender a utilizar todos los
recursos que la tecnología ofrece para educarse a lo largo de toda su vida en
un marco de mucha mayor libertad. Ese es del desafío de la educación para el
siglo XXI.
Por: Edgardo Zablotsky
Fuente noticia: https://www.infobae.com/opinion/2017/11/16/aprender-a-aprender-un-desafio-para-la-educacion-del-siglo-xxi/