¡Hola, corajud@s del no! Sí, lo has leído bien. Hoy vamos a hablar de algo que deberíamos dominar desde pequeños, pero que, curiosamente, a much@s nos lleva casi 30 años aprender: decir que NO.
¿Por qué es tan importante? Porque, querid@ lector@, cada vez que dices que sí a algo que no quieres, una pequeña parte de tu salud mental se va de vacaciones. No nos engañemos, poner límites es lo más sano que puedes hacer por ti mism@, y aunque al principio duele (y no hablo de las miradas de decepción de quienes no reciben su esperado “sí”), a la larga es lo que te salva de un sinfín de situaciones incómodas y horas de tu vida que nunca volverán.
Decir que no: el escudo anti-cansancio mental
Sincerémonos: ¿cuántas veces has terminado en cenas, planes, compromisos o, peor aún, proyectos de trabajo que no querías ni en pintura? Seguramente más de las que te gustaría admitir. Y no solo eso, ¿cuántas de esas veces te han dicho “gracias” de verdad? Pocas, ¿verdad? Porque la triste realidad es que decir que sí no te convierte en una estrella de la gratitud, sino en el/la pringada de turno :O
Saber decir no es un arma de autodefensa mental. Te ayuda a preservar tu energía, tu tiempo y, sobre todo, tu bienestar. Al final, cuando constantemente dices sí a todo, terminas acumulando un cansancio mental que te agota más que correr una maratón.
Es curioso, pero aquellas personas que dicen que no facilmente, lo tienen mucho más fácil, y encima son adorad@s cuando hacen algo por alguien… porque claro, es de agradecer que lo haga un día!! Mientras que los que lo hacen constantemente, el día que fallan… oh dios mío! qué bordes!
¿Cómo saber si deberías decir sí o no?
Antes de tirarte de cabeza a decir sí a ese plan de fin de semana que te satura solo de pensarlo, tómate un minuto y hazte estas preguntas:
- ¿Realmente quiero hacerlo?
Esta es la pregunta básica. Si sientes una presión en el pecho al pensarlo, la respuesta debería ser NO. Si te da pereza pero piensas “quizá luego me guste”, también es un NO (vamos a dejarnos de tonterías). - ¿Me siento obligado a decir que sí?
Si es por compromiso, porque “tienes que”, porque “se espera de ti”… Señales de alarma. No necesitas ser el alma de la fiesta (o del proyecto), solo necesitas ser fiel a ti mism@. - ¿Me va a dar satisfacción o me voy a arrepentir?
Si ya te ves el domingo por la tarde en el sofá con el móvil en la mano, preguntándote por qué dijiste que sí, ahí tienes tu respuesta: NO deberías haber aceptado. - ¿Tengo tiempo o energía para esto?
Si tu semana ya parece un tetris y aún intentas encajar más actividades, no es una buena idea. Aprende a priorizar tu tiempo y energía, ambos son limitados.
Tips para aprender a decir no sin morir en el intento (y sin sentirte culpable)
Una vez que has hecho las preguntas y te has dado cuenta de que NO quieres/puedes/aguantas más cosas en tu vida, llega el momento de la verdad. ¿Cómo decirlo? Aquí te dejo algunos tips:
- La sinceridad es clave: “Lo siento, pero no puedo” es suficiente. No tienes que dar mil excusas, con una simple negación respetuosa es más que válido… y si no les vale, pues ése ya no es tu problema.
- Propón una alternativa (si quieres): Si sientes que realmente quieres ayudar pero no en ese momento, puedes ofrecer algo como: “Esta semana no me va bien, ¿qué te parece si lo hacemos la siguiente?”.
- Mantén el no firme y amable: Recuerda, NO es una oración completa. No hace falta adornarlo con disculpas eternas. «Gracias por pensar en mí, pero esta vez no puedo» es educado y directo.
- Práctica en el espejo (si eres de l@s que les cuesta mucho): Suena ridículo, pero es más difícil de lo que parece. Mírate y di en voz alta “No, gracias”. Cuanto más lo practiques, más natural te saldrá.
Lo bien que sienta aprender a decir no
¿Sabes cuál es la mejor parte de todo esto? La sensación de liberación que te invade después de tu primer NO firme y decidido. Es como si te quitaras un peso de encima. Ese “no” puede hacer maravillas por tu estado de ánimo y salud mental.
¿Y lo mejor de todo? Nadie se va a enfadar de verdad. Bueno, quizá tu tía la Canillas de Aceituno, pero lo superará.
¡Ay! Si yo hubiera sabido esto a los 20, cuántos líos me habría ahorrado y cuántas amistades banales me hubiese ahorrado. Pero bueno, nunca es tarde para aprender, ¿verdad?
Así que si eres de los que han llegado a los 30 o más sin saber cómo poner límites, bienvenido al club. Decir que no es una habilidad de superpoderes que muchos de nosotros descubrimos tarde. Pero, créeme, mejor tarde que nunca. ¿Y sabes qué? Una vez que lo pruebas, no hay vuelta atrás.
¡A practicar esos NO y disfrutar de tu libertad como mereces!