
Dicen que los lectores salemos de familias lectoras: mis padres jamás han leído mucho. Que nos fomentaban el hábito en casa: a mi me preguntaban para qué quería un libro que ya hubiera leído. Que es difícil que un lector se haga fuera del entorno del hogar: y yo se lo tengo que agradecer a los profesores de literatura. Supongo que cada uno sale de donde puede, o de donde le ha tocado estar, pero esto viene un poco a romper una lanza a favor de todos esos profesores que tiene que plegarse a unas listas de libros cerradas para leer en sus asignaturas. Esas personas que te hablan de sus pasiones lectoras con placer, que te dan más datos de los que aparecen en el libro y no se basan en fechas sino en vidas, esperando que un alumno levante la cabeza con interés en lugar de bajarla con desidia. Que se esfuerzan en que conozcamos al de Tormes, a la familia de Bernarda Alba, que paseemos por los Campos de Castilla con cuidado no haya en El camino una Colmena y que lo hagamos con una sonrisa, con placer.Si leer es una asignatura es porque es una obligación, si hay campañas para fomentar la lectura será que no es divertido... a fin de cuentas yo veo campañas para vacunarse, para dejar de fumar, para mamografías... pero aún no he visto campañas que inciten a comer helados o practicar sexo. Si acaso anuncios, pero no es lo mismo.Y no sólo eso sino que tienen que luchar con deportes, moda, revistas de adolescentes, ¡Justin Bieber! Ahora que lo pienso es toda una odisea. Además ellos ya saben que sus alumnos prefieren estar tras una varita de Harry Potter, un vampiro de Crepúsculo o, en el mejor de los casos, Gerónimo Stilton. Y sin embargo ahí sigue infatigable hasta que un día me levanto y pregunto por algún título para leer y me encuentro automáticamente con dos libros en el bolsillo. Sin embargo no fue eso lo que me llamó la atención, no. Lo que recuerdo de ese día fue la chispa en la mirada, ese segundo en que una cara se trasforma en otra presa de alguna secreta emoción que queremos que nos compartan. Eso quería yo y por eso los leí. Y comenzó un lento intercambio de títulos que hizo que mis horizontes llegaran un poco más allá, que Steinbeck me sonara y que Capote fuera algo más que un señor polémico que salía en fotos con la Monroe. Hoy veo que todos los que leemos presumimos de ello, enseñamos, decimos, convencemos... algunos incluso abrimos un blog. Y lo hacemos (yo lo hice) por comentar mis lecturas. Y descubrí el placer del diálogo sobre ellas, de la recomendación, del fisgar en lecturas ajenas cotilleando entre sus favoritos y de leer entre líneas. De hecho, cada día os doy las gracias por venir, a todos, por este espacio, por comentar vuestras impresiones, ideas, sugerencias, por participar en definitiva. He conocido rincones escondidos, autores, lectores, poetas, juglares... y he recibido tesoros. Y cada día, todos los días, me sorprendo y no encuentro otra cosa que decir que gracias. Lo que no hice nunca es agradecérselo a quienes nos inician en la lectura.
Hoy tenía pensada una entrada genial, fantástica, pero me encontré con un viejo profesor Aprender a leer(profesora en realidad). Y volví a casa pensando que había tenido suerte con la mayor parte de mis maestros, y llegué a casa dándole vueltas entre recuerdos y al llegar al estante que está junto a mi cama, donde guardo los libros que releo, me topé con La perla. Ese fue el primero de los muchos libros que me dejó mi profesora de lengua. Y pensé que tal vez, sólo por una vez, no estaría mal pintar un libro para escribir simplemente eso, "Gracias", y enviárselo. Aunque eso solo pasa en las películas ya que yo no tengo donde enviarlo ni modo de enterarme. Por eso esta entrada, por eso recordar quienes fueron los que nos regalaron esos libros, nos los prestaron, nos los enseñaron... recordar, en definitiva, quienes fueron nuestros maestros lectores.
A mí, mi profesora de lengua me puso La perla en la mano. Y vosotros, ¿quién fue la persona que os puso en el camino de las lecturas?
Gracias
