Hace un
par de días compartía con un colega de trabajo una imagen que circulaba en una
red social en la que participo y que sugiere ‘cómo aprender a estudiar’. Si
bien la imagen es muy interesante, mi colega me hizo cuestionarme si en vez de
aprender a estudiar lo que tenemos que aprender es a aprender; y llegué a la
conclusión de que efectivamente se trata de lo último.
Al pensar
en este tema, me cuestionaba si realmente ¿sabemos aprender? Y si tenemos
dificultades para ello ¿cuáles son? Pero aun antes de estas dos preguntas, otra
previa y más compleja me cuestionaba: ¿Qué es aprender? Y al construir esta
respuesta, entonces averiguar qué implica aprender a aprender, cómo lograrlo y
cuál debería ser el propósito fundamental de aprender.
Obviamente
el mismo concepto de ‘aprender’ o ‘aprendizaje’ cuenta con variadas teorías que
tratan de explicar cómo se desarrolla. De esta manera, mientras Piaget centra
la atención en un aprendizaje cognitivista – constructivista y Ausubel lo hace
destacando la adquisición de conocimientos significativos, es Dearden (1976),
citado por Figueroa (2013), quien al referirse al “aprender a aprender” lo
describe como “un tipo de aprendizaje de segundo orden (meta-aprendizaje), de
diferentes tipos de aprender a aprender referidos a distintas clases generales
de un aprendizaje más 1 específico”. También dijo que ‘aprender a aprender es
una actitud metodológica y de procedimiento’.
Encontramos
en esta última acepción de Dearden una similitud en lo que desde ÁBACOenRed
hemos planteado, en cuanto a que aprender implica ‘cambio de actitud1 ’, aunque
no solamente vinculado a lo metodológico y didáctico, sino que se traduce en
una transformación de nuestro ser y cómo nos relacionamos con las demás
personas en un entorno, transformándolo (el entorno) e influenciando a las
personas de nuestro alrededor en una relación dialéctica.
En ÁBACOenRed
vamos más allá de solo considerar la construcción de aprendizajes, hablamos de
construir ‘oportunidades para aprender’, lo cual integra ya lo metodológico, su
naturaleza colectiva y la responsabilidad que compartimos quienes participamos
en la construcción de esta oportunidad. Estas oportunidades de aprender se
convierten en procesos de transformación y cambio en nuestras relaciones las
cuales producen nuevas necesidades de aprender. Así corresponde a una
naturaleza dinámica y progresiva.
No dejamos
de aprender, y cada aprendizaje se convierte en punto de partida para nuevos
aprendizajes, en relación con otros seres y en un contexto sociocultural
concreto, de forma intrínseca. Así que todo el sistema, en el cual estamos,
‘aprende’, esto es lo que sintetizaría la categoría ‘EcoPerSocial’ del
aprendizaje que hemos desarrollado como ÁBACOenRed.
Aprender
es vivir y vivir el aprender es ser, es otra definición que utilizamos desde el
colectivo de ÁBACOenRed, porque estamos convencidas/os que el aprendizaje es
inherente a los seres, es vivo, dinámico, constante. Construimos estas
oportunidades para aprender a lo largo de nuestra vida.
Aprender a
aprender para aprender
Lo que
pareciera ser un juego de palabras, ‘aprender a aprender para aprender’, no lo
es, ya que denota una relación intrínseca entre producto (aprender), proceso
(cómo aprender) y propósito (para qué).
La
relación ‘aprender a aprender’ implica lo metodológico, el ‘cómo lograrlo’; y
‘aprender para aprender’ denota su intencionalidad y por supuesto su
intensidad. En ambos casos, un elemento hay en común y son los significados que
cada persona le asigna.
Así como
los significados construidos son particulares de persona a persona – ya que en
esta relación cada quien se queda con un ´algo´ (¿un saber?, ¿un sentir?, ¿…?)
particular, que será muy diferente por el significado muy propio para sí –
también el cómo adquirirlos y para qué varía de persona a persona. Saber cómo
una/o aprende, cuál es nuestro propio ritmo, estilo y su intencionalidad, nos
permitirá elegir las técnicas o mecanismos más adecuados para aprender,
eligiendo los más convenientes o eficaces para una/o misma/o.
Nisbet y
Shucksmith (1987), citados por Wompner y Fernández (2007), escribieron que para
que aprender a aprender sea un método valioso, este debe integrar las
secuencias de procedimientos o actividades que faciliten la adquisición, el
almacenaje y/o la utilización de distintos recursos, de manera que cada
estudiante puede planificar u organizar sus propias actividades de aprendizaje.
No estamos
hablando aquí de un aprendizaje aislado o en solitario, sino más bien de
desarrollar habilidades, destrezas, mecanismos, hábitos,… lo que sea necesario
para para iniciarnos en el aprendizaje y continuar aprendiendo de manera cada
vez más eficaz y de forma autogestiva y autorregulada, de acuerdo a los
objetivos y necesidades propias. Sería este nuestro rol como facilitadores/as
de este proceso; es decir: agitar en colectivo y luego dejar fluir los
aprendizajes en cada persona, tal como lo sugiere la metodología Montessori.
Carla
Iribarren (2016), escritora de un portal especializado en psicología y
pedagogía, escribe que para ‘aprender a aprender’ es necesario encontrar la
manera de entender, analizar y aprender las cosas del exterior por los medios
que a cada una/o le parezcan convenientes, cómodos o más fáciles.
Ahora
bien, cuando hablamos de ‘aprender a aprender para aprender’ nos referimos a un
propósito que va más allá de solo aprobar exámenes, por ello no se trata solo
de técnicas de estudio sino más bien de técnicas de aprendizaje. No es
entonces, aprender para un momento sino para la vida. Es una invitación a que
‘aprender’ se vuelva asunto sistemático, permanente y consciente.
Por
supuesto, la meta de quienes acompañamos procesos educativos, debiera ser
facilitar procesos en los cuales podamos ‘aprender a aprender para aprender’;
es decir, acompañar oportunamente en la identificación aquellas estrategias
metodológicas que nos permitan aprender de forma eficaz y también ofrecer
insumos, ambiente y condiciones que permitan reflexión crítica de la dimensión
ética, filosófica y política del aprender.
‘Aprender
a aprender para aprender’ implica situarse adecuadamente tanto ante contenidos
teórico-conceptuales en un contexto escolar como ante emociones, experiencias y
situaciones vitales que necesiten de nuestra interpretación, asimilación y
acción coherente. Se trata de expresar en la vida cotidiana, a través de
nuestras decisiones, cuáles son los aprendizajes que hemos construido.
Queremos
contribuir a una educación que nos permita aprender en la vida, desde la vida y
para la vida.
¿Cómo
aprendemos a aprender (para aprender)?
Como
dijimos antes, el aprendizaje es un proceso social que se constituye de
experiencias propias y experiencias comunes con las/os demás. Se trata de
conocimientos, sentires, pensares, habilidades, hábitos,… a fin de cuenta de
‘actitudes’. Así es como aprender se vuelve un proceso amplio y complejo que
precisa de distintas estrategias o técnicas de aprendizaje dependiendo de las
dimensiones que se desean focalizar o fortalecer, lo que deseamos aprender y
los medios con los cuales disponemos.
Es decir,
dependiendo de la dimensión del aprendizaje a la que se le dé más énfasis así
serán las estrategias metodológicas a elegir. Solo algunos ejemplos: si
deseamos desarrollar nuestra habilidad de comprensión y síntesis entonces,
quizá, debamos elegir técnicas para resaltar ideas clave, repetición para la
memorización, elaborar esquemas, analogías, referencias o resúmenes, etc. Si
queremos enfocarnos en el desarrollo de nuestra creatividad entonces podemos
incorporar estrategias lúdicas como el juego y el arte como instrumentos
pedagógicos. Para desarrollar una actitud positiva ante la vida y superar
nuestros problemas emocionales nos convendrá aprender de los principios y
técnicas derivadas de la psicología positiva, y así podríamos continuar mencionando
ejemplos.
Hay mucha
literatura disponible sobre técnicas que se derivan del aprendizaje con base en
proyectos; aprendizaje basado en problemas; aprendizaje a partir de sueños;
aprendizaje cooperativo, la sistematización de experiencias, entre otras; lo importante
es saber para qué y cómo usarlas.
Otro
aspecto muy importante al elegir las herramientas metodológicas es que estas
combinen en lo posible la teoría con la práctica, retomando los principios de
la Educación Alternativa Popular para garantizar que se generen más datos, más
información, más conocimiento, más práctica y más aprendizajes significativos,
es decir más y mejor vida.
Es
indispensable el uso del recurso didáctico y político de la pregunta , que
nos ayude a reflexionar críticamente, que nos lleva a cuestionarnos y expresar
nuestros puntos de vista, que nos saque de la lógica bancaria de la educación.
La pregunta como herramienta pedagógica contribuirá a que quienes participamos
en procesos educativos no seamos solamente receptoras/es pasivas/os, sino
actoras/es y autoras/es activas/os en una dinámica de construcción colectiva de
conceptos, preguntas, hipótesis, en fin de aprendizajes.
Sea como
fuere, la aplicación de técnicas precisa de la necesidad de adquirir
habilidades de estudio personal y grupal. Estas habilidades se logran a través
de un constante trabajo personal y colectivo. Es necesario aprender cómo
observar, analizar, organizar, jerarquizar y compartir lo que aprendemos.
A
continuación algunas sugerencias desde mi experiencia como facilitadora
metodológica desde el contexto de ÁBACOenRed.
Al menos 8
Claves…
Sin querer
ser exhaustiva, a partir de los intercambios significativos que se generan en
nuestros procesos de aprendizaje en ÁBACOenRed, puedo resumir y compartir
algunas claves que me parecen importantes para ‘aprender a aprender para
aprender’:
1. Desde
un enfoque de educación alternativa popular, todo aprendizaje parte de
aprendizajes previos. Por ello es importante conocerse, autovalorarse para
establecer un punto de partida; saber de nuestras fortalezas, debilidades y en
qué podríamos mejorar. Esto es, saber qué queremos saber, cuánto sabemos y qué
deseamos descubrir.
2.
Desarrollar un compromiso personal. Ayuda dejar por escrito a lo que nos
comprometemos antes de empezar cualquier proyecto que sea. Aprender a aprender
no es la excepción.
3.
Desarrollar una actitud investigativa y de búsqueda permanente.
4.
Administrar el uso de las herramientas más adecuadas a nuestros ritmos de
aprendizaje. Implica identificar y seleccionar críticamente los distintos
medios con los cuales disponemos y las técnicas que podríamos implementar
dependiendo de lo que deseamos aprender.
5.
Trabajar con otras/os (actitud cooperativa), ya que a partir de los
intercambios en equipo podemos aprender más y mejor.
6.
Establecer metas con un plan concreto que nos permita alcanzar lo que nos
proponemos. Deberíamos trabajar en nuestra propia disciplina y autorregulación
personal para cumplir con nuestro propósito.
7. Poner
mente, corazón y manos a la obra (aprender a aprender desde la acción).
8. Por
supuesto, la motivación, la confianza y la (auto) crítica constructiva
(autoevaluación sistemática, a partir del uso de preguntas) serán catalizadores
muy importantes en este proceso de aprender a aprender para aprender.
Concluyendo…
En este
escrito he compartido, lo que desde mi punto de vista implica la frase
‘aprender a aprender para aprender’ que más allá de un juego de palabras denota
una relación intrínseca entre aprender, cómo y para qué.
Como he
mencionado, cuando hablamos de ‘aprender a aprender para aprender’ nos
referimos a un propósito que va más allá de solo aprobar exámenes, por ello no
se trata solo de técnicas de estudio sino más bien de técnicas de aprendizaje.
No es entonces, aprender para un momento sino para la vida. Es una invitación a
que ‘aprender’ se vuelva asunto sistemático, permanente y consciente en la
vida, para la vida y desde la vida misma.
Nuestro
rol como facilitadoras/es es diseñar, acompañar y facilitar procesos
metodológicos y didácticos que nos permitan ‘aprender a aprender para
aprender’.
Por: Carla Yeneris Caballero.
Fuente: http://abacoenred.com/wp-content/uploads/2015/10/aprender-a-aprender-para-aprender.pdf