Cada vez son más los padres y docentes que se preguntan cómo motivar a los niños para que aprendan con interés y no desde la obligación. Vivimos en un contexto donde los estímulos son constantes y la atención, cada vez más fragmentada. Por eso, conseguir que un niño o adolescente sienta curiosidad y disfrute aprendiendo se ha convertido en uno de los grandes retos educativos de nuestro tiempo.
Sin embargo, hay un camino que sigue demostrando su eficacia: aprender creando.
Cuando la creatividad entra en juego, el aprendizaje se transforma.
El alumno deja de ser un mero receptor de información para convertirse en protagonista de su propio proceso.
En este sentido, herramientas accesibles y seguras como con este editor de videos de Canva pueden convertirse en un gran aliado educativo.
Permiten que niños y adolescentes integren texto, imagen y sonido de forma sencilla, explorando nuevas maneras de expresarse y de aprender de forma activa, visual y significativa.
Y en ese cambio —en esa participación activa y creativa— es donde empieza a nacer la motivación.
La creatividad como puente hacia el aprendizaje significativo
La psicología educativa lo confirma desde hace décadas: el aprendizaje es más profundo cuando involucra emoción, acción y sentido personal.
Crear algo propio, ya sea un texto, un dibujo o un vídeo, permite conectar las ideas con la experiencia, darles forma y convertirlas en algo que tiene valor personal.
Benjamin Franklin lo expresó con una claridad admirable:
“Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo.”
Y años después, la psicóloga Carol Dweck lo resumió de otra manera igual de reveladora:
“La mejor manera de aprender es enseñar.”
Ambas ideas nos recuerdan que aprender no es repetir, sino participar activamente, transformar la información en experiencia y compartirla con otros.
En este proceso, los niños y adolescentes:
- Organizan la información y la jerarquizan.
- Desarrollan la capacidad de síntesis, seleccionando lo esencial y aprendiendo a expresarlo con sus propias palabras.
- Mejoran la expresión oral y visual, descubriendo distintas formas de comunicar lo que saben y sienten.
- Ganan confianza y seguridad, especialmente cuando se atreven a hablar o mostrarse ante los demás.
- Superan la vergüenza o el miedo escénico, entendiendo que equivocarse no es fracasar, sino parte del proceso de aprender.
La creatividad, así entendida, no es un adorno del aprendizaje. Es su motor.
El poder del vídeo en la educación actual
Vivimos en una sociedad eminentemente visual. Nuestros hijos y alumnos crecen rodeados de imágenes, música y vídeos. Por eso, aprovechar este lenguaje tan familiar para ellos puede convertirse en una herramienta educativa muy poderosa.
Grabar un pequeño vídeo explicando un experimento, resumir una lectura o crear una presentación visual de un tema que han investigado no solo estimula su curiosidad, sino que les obliga a comprender el contenido para poder explicarlo.
Ese es el verdadero aprendizaje: cuando pueden contar con sus palabras lo que han entendido, cuando se convierten en narradores de su propio conocimiento.
El formato audiovisual, además, estimula competencias clave del siglo XXI: la comunicación, la colaboración, la planificación y el pensamiento crítico.
Y cuando el proyecto termina, la satisfacción es visible: han aprendido, se han superado y lo pueden mostrar con orgullo.
Aprender con emoción y confianza
En mi experiencia, cuando los niños se emocionan con lo que aprenden, lo integran de otra manera.
Lo comprenden, lo recuerdan y lo hacen suyo.
La emoción no solo acompaña el aprendizaje, lo refuerza. Un niño que disfruta, que se siente capaz y que percibe reconocimiento, aprende mejor. Y, sobre todo, aprende con placer.
Por eso, los proyectos audiovisuales aportan beneficios que van más allá de los contenidos escolares:
- Refuerzan la autoestima y la autoconfianza, al ver el fruto de su esfuerzo.
- Despiertan la creatividad y la curiosidad natural por aprender.
- Potencian la capacidad de síntesis y el pensamiento crítico.
- Mejoran la expresión oral, al practicar cómo comunicar con claridad y empatía.
- Desarrollan la competencia visual y digital, tan necesarias en la actualidad.
- Ayudan a superar la timidez o la vergüenza, fomentando la seguridad emocional.
El papel del adulto: acompañar sin dirigir
Tanto en casa como en la escuela, el papel del adulto es clave. No se trata de corregir ni de controlar, sino de acompañar desde la confianza.
Los niños aprenden mejor cuando sienten que tienen margen para experimentar y equivocarse, cuando el proceso importa más que el resultado.
Algunas ideas sencillas:
- Propón sin imponer. Invítales a explorar, pero deja espacio para que decidan.
- Acompaña sin controlar. Ofrece orientación técnica si la necesitan, pero respeta su estilo y sus ideas.
- Valora el proceso. Reconoce el esfuerzo, la implicación y la creatividad, más allá del resultado final.
- Celebra lo vivido. Mirad juntos el vídeo o el proyecto, comentad qué han aprendido y qué les ha hecho sentir.
Cuando los adultos acompañamos desde la presencia y no desde la exigencia, los niños descubren algo valioso: que aprender puede ser una experiencia bonita, no una carga.
En resumen
Educar no es solo enseñar contenidos. Es ofrecer caminos para que cada niño descubra el placer de aprender, de pensar por sí mismo y de expresar lo que lleva dentro.
La creatividad —ya sea con papel, música o vídeo— les enseña a mirar, a reflexionar y a comunicar con sentido.
Y la tecnología, bien utilizada, puede convertirse en una gran aliada para todo ello: una herramienta para explorar, conectar y crecer.
Porque cuando los niños crean, aprenden. Y cuando aprenden con emoción y confianza, nunca lo olvidan.
