No cabe duda alguna que los humanos somos seres conversacionales. Como tampoco la hay de que hay conversaciones y conversaciones. Siempre hablamos para comunicar algo. Comunicación viene de comunicare, poner en relación, poner en contacto, compartir. No todas, las conversaciones, eso si, cumplen este precepto. Por eso, no dudo, e imagino que ustedes tampoco, que en un mundo repleto de conversaciones y de oportunidades para ellas, son muy pocas las que nos permiten "poner en contacto con......".
Bueno, yo tuve la suerte, hace algunas semanas de tener una conversación que me abrió un mundo. Es lo que ahora quiero compartirles. Esa conversación me puso en contacto con varios temas que venía trabajando hace tiempo y con ideas, bebidas de fuentes diversas, pero sin que tuvieran una armoniosa coherencia, al menos hasta ahora. Nunca sabemos, por cierto, cuanto duran las coherencias. (la contumacia del cambio me tiene por estos días más que asombrado). Mi contertulio en dicha conversación fue Raúl Herrera, consultor y coach. Raúl me habló de la obra de Otto Scharmer donde cristaliza su teoría sobre el aprendizaje... la teoría U.
Scharmer plantea, a mi juicio muy acertadamente, que hay dos fuentes de aprendizaje: la primera, la mas utilizada y conocida, y que viene incorporada en nuestros modelos educativos resultantes de la cosmovisión occidental/cartesiana/mecanisista, es aquella en la cual se aprende a través de la reflexión sobre las experiencias del pasado. Aprendemos desde lo que ya hemos realizado. Este proceso nos lleva a observar lo que previamente hemos hecho; reflexionar sobre ello y sacar conclusiones; lo que nos permite planificar lo que haremos en adelante ante situaciones que nos parezcan similares; y desde allí volver a actuar.
Scharmer nos propone otra forma de aprender, que no es antagónica con la anterior, sino que la complementa, a través de la presencia en futuros emergentes. Esto es, mediante la presencia (estar presente) desde la cual surge la posibilidad de futuro. La práctica del estar presente, intensificando el aquí y ahora en un espacio de quietud y apertura, posibilita la llegada del llamado insight (hallazgo). Muchos de los grandes descubrimientos o momentos memorables de la historia (parafraseando a Stefan Zweig) han sido fruto de un insight. Un visión heurística (atisbo), sin detalles, de un hallazgo. La teoría de la relatividad de Einstein, el Mesías de Handel, o el Eureka de Arquímides, entre muchos otros, son ejemplos de una visión de futuro. Después del hallazgo viene una gran claridad sobre qué hacer.
Scharmer ha sistematizado sus ideas en el llamado proceso U que posibilita el aprendizaje, haciendo que el futuro emerja como aprendizaje. El insight es una luz que hay que trabajar para que cristalice en un cambio de relevancia; es, en otras palabras, un proceso de aprendizaje para convertir el hallazgo en una innovación. Este proceso podría parecer, y lo es, en cierta medida, muy místico, pero sucede que los modelos educativos y en general de la sociedad en la que vivimos nos educaron para el análisis, mermando nuestra capacidad para la intuición y la visión que forman parte de nuestra capacidad natural de ser humano. El proceso U nos anima a que todos podamos desarrollar estas capacidades para alcanzar un insight.
La teoría U se fundamenta en la creencia de que hay muchas formas de enfrentar problemas complejos, y el proceso U nos propone una manera de hacerlo. Ya he escrito aquí que la sociedad actual se caracteriza por su alta complejidad e incertidumbre, lo que nos exige mucha creatividad para resolver problemas de naturaleza adaptativa. No hay absolutos, ni verdades definitivas, ni caminos predeterminados, para encontrar "las" respuestas.
Pensar la complejidad es descubrir la ambigüedad, la interacción entre elementos y la ambivalencia donde antes sólo veíamos simplismo. Jorge Wagensberg define ese atributo adaptativo como la capacidad de ganar independencia en relación a la incertidumbre de su entorno. Ahora bien, si las formas tradicionales de enfrentar los problemas complejos no nos garantizan esa "independencia", la teoria U nos propone una manera de desarrollar aquellas capacidades que nos pueden permitir ese logro. Al fin y al cabo esto no sería cosa que ganar rangos libertad frente a los condicionamientos.
El proceso U nos plantea, en consecuencia, cómo alcanzar los insights para enfrentar problemas de alta complejidad, aquellos para los cuales no tenemos soluciones aprendidas, sino que tienen que emerger. Esto significa que tenemos que regenerarnos: cambiar nuestra forma de pensar y ver. El proceso U nos formula una metodología para realizar esa regeneración. No soy un experto en ella, por lo que les ruego tomarla sólo como una versión introductoria. Esta consta de tres fases: percibir, presenciar y darse cuenta.
Cada una de estas fases requiere de unas condiciones específicas para facilitar el aprendizaje. Por ejemplo, viajar a lugares estimulantes o estar en lugares donde se reciba mucha información, es bueno para la fase de percibir. En otras ocasiones, para presenciar, se requiere un espacio tranquilo y reflexivo en el cual encontrar el sentido de los pensamientos y sentimientos.
I. Percibir:
La incapacidad de ver es una de las grandes barreras para enfrentar problemas complejos. No hay peor ceguera que la inconciencia de ser ciego. Normalmente vemos a través de nuestros modelos mentales, de nuestros juicios y hábitos. Tenemos una posición de verdad frente a lo que nos pasa. Ello nos impide que emerjan respuestas innovadoras, nuevas, diferentes, y, en consecuencia, más acertadas. Pues la innovación requiere de disrupción, de quiebre. La fase de Percibir nos invita a abrirnos, a descubrir la realidad y ver la totalidad del sistema del que formamos parte. Nosotros somos parte del problema, este no nos es ajeno, de modo que debemos superar nuestros propios modelos mentales.
Para descubrir la realidad real Scharmer nos propone desarrollar dos capacidades:
1. Suspender el juicio: ser consciente de que nuestra mirada sobre las cosas afecta la realidad y que la estamos mediatizando y condicionando siempre. Debemos ser conscientes de nuestros límites y por tanto ser capaces de superar la mirada surgida de nuestros juicios. La tarea es, por tanto, superarlos.
2. Redireccionar: se trata de desarrollar la habilidad para escuchar y ver desde distintas posiciones, extendiendo nuestro sentido del lugar y del espacio. Pensar desde el lugar del otro. Empalizar, es decir, la capacidad de identificarse con otra persona sin el concurso de conceptos. En otras palabras, ponerse en la piel de otro. Ver desde otro ángulo. Descubrir la realidad como un todo. Superar la visión fragmentada del mundo.
Esta fase requiere de unas condiciones particulares; estar receptivo a recibir y buscar mucha información, quizás viajar, entrar en contacto con muchas personas de perfiles y áreas de conocimiento diversas. Y, sobre todo, estar abierto a conocer y sentir.
II. Presenciar:
Se trata de descubrir nuestro conocimiento profundo de lo que está pasando en el sistema (organización). El papel que tenemos en él. Y lo que individual y colectivamente hay que hacer al respecto. Es la capacidad de conectarse a la más alta posibilidad de futuro que quiere emerger. La presencia requiere no solo de la apertura de la mente, sino de aspectos más sutiles como el corazón y la voluntad, para acceder al conocimiento profundo del ser.
Presenciar encarna intencionalidad. Es un espacio para la espontaneidad y la intuición. Es conectarse con la fuente. La espontaneidad ha sido muy menospreciada por el pensamiento racionalizador y la mente cartesiana. Pero es una habilidad natural del ser humano. Es una fuente de creatividad natural, creatividad sin estorbos, sin deliberación, es el futuro que emerge. Es todo lo contrario de la acción que busca un fin. El acto espontáneo carece de propósito: lo importante no es buscar, sino encontrar.
Scharmer propone que en esta fase deben desarrollarse las siguientes dos capacidades:
1. Dejar ir. Abandonar lo que creemos: los conceptos, los instrumentos y las ideas. Ceder y entregarse a lo que sea que tiene que surgir. Para ellos hay que tener valor y perder miedo al vacío que ello comporta. Se trata de entrar en un estado de profunda receptividad. Navegar en lo misterioso e incierto, abandonando la certezas. Ya no nos sirven las recetas. No poner mente, no elegir, como en el Tao, y dejar que las cosas fluyan.
2. Dejar venir: este es un punto muy difícil, ya que representa un cambio de acción, un nuevo compromiso. Una nueva comprensión de nuestra valoración. Se trata de dejar que una nueva visión sobre un aspecto entre en nosotros, una nueva mirada sobre un problema determinado, por ejemplo.
En esta fase se requiere un ambiente tranquilo, pasar tiempo sólo, quizás en la naturaleza, salirse de nosotros mismos y vernos como parte de la totalidad, escuchar nuestras voces interiores, mas intimas, de modo que surja claridad sobre el camino a seguir.
La tercera fase es III. Darse cuenta
E s la fase de múltiples conclusiones que se despliegan con el tiempo. Se llega a esta fase sabiendo claramente lo que hay que hacer. Se tiene la visión, aunque el cuadro no está del todo pintado, no sabemos aún cuales son los detalles. Hemos hecho un descubrimiento acerca de cómo afrontar el problema, ahora hay que construir la solución.
Las capacidades de esta fase son:
1. Cristalizar: No se sabe muy bien donde nos llevará, pero si que pasos debemos seguir, tenemos la idea del cuadro que queremos pintar pero no los detalles. Esta capacidad demanda poner intención en lo que se hace: traducir la solución emergente en una solución concreta.
2. Hacer prototipos: comporta llevar las ideas a creaciones físicas, experimentar, dar vueltas y probar. Y luego cambiar. Equivocarse, errar mucho y pronto. Este es un proceso de cultivo. De explorar el futuro desde la acción, desde el juego, por ejemplo. Esta fase requiere que experimentemos desde el cuerpo, que integremos mente, corazón y manos para hacer diseños.
3. Materializar: difundir la innovación, la manera cómo enfrentamos el problema adaptativo, para que sea incorporada en la organización. Requiere confiar en lo que viene y en las personas. Se trata, al fin de cuentas, en crear ecosistemas, espacios que se autorregulen en la sustentabilidad de sus soluciones, que son al fin y al cabo, respuestas dinámicas a problemas complejos.
La mayor crisis de nuestro tiempo es la del modelo de pensar el cómo enfrentamos los problemas. Hasta ahora lo hemos venido haciendo desde una dimensión visible. En una organización lo visible es lo que hacemos, decimos y vemos. Lo invisible es la condición interior de sus participantes. Es decir la fuente originaria de lo que decimos, vemos y hacemos. La esencia del liderazgo es cambiar el lugar interior desde el cual operamos, pues es lo que incide en el mundo visible. Con todo, la Teoría U nos propone un equilibrio entre lo visible y invisible.. Si usamos como metáfora el árbol: este para crecer equilibradamente debe hacerlo para arriba y para abajo: sus ramas y follajes (arriba) y sus raíces (abajo). La calidad de vida del árbol dependerá de sus dos dimensiones. Para las personas y las organizaciones ocurre lo mismo.
Son tiempos inciertos, complejos y cambiantes, lo que hace necesario el cultivo de lo sutil, el retorno a la fuente originaria del conocimiento. La progresiva racionalización que ha tenido la acción humana y de las organizaciones ha hecho paradójicamente al ser humano mucho mas vulnerable e irracional. La teoría U nos propone una nueva síntesis de la comprensión de la acción humana y la forma de conocer y hacer. Este es un modelo de aprendizaje abierto a la innovación, a lo nuevo, y se hace reconociendo y reconciliándose, a través de la criticidad, con el pasado, con lo existente. Es un movimiento dialógico de progreso y retroceso, de racionalidad y mística, de prosa y poesía, forcejeo innovador y nueva síntesis.
Fuente: https://manuelgross.blogspot.com/2009/12/aprender-desde-el-futuro-la-teoria-u.html