Si vivimos el corazón desde la dualidad, enfrentándolo a los lugares en los que no reconocemos el amor, nos desconectamos de él. Así, podemos entrar en la habitual paradoja de hablar de las virtudes del corazón a la vez que nos vamos separando de su presencia: hemos creado un corazón "artificial" en nuestro ego, un sucedáneo del auténtico, que piensa y siente, pero en estado de necesidad, es decir, sin poder y sin sabiduría. Desde este corazón generamos los dramas diarios y nuestros ritmos de felicidad e infelicidad, es el juego de la dualidad, el carrusel de los juicios sin fin.
La dualidad nos encierra en un carrusel que da vueltas y vueltas .... al principio parece que avancemos, pero observando con cuidada veremos que volvemos a situaciones parecidas una y otra vez. Pero ... hay una forma de escapar, para encontrarla necesitamos de la sabiduría de niño y del anciano que también somos. Si te apetece salir del "tiovivo" y disfrutar de la feria de Dualilandia, como Mary Poppins y su "equipo", te invito a seguir leyendo ...
Querido lector, ¿qué te parece apearse del carrusel e ir en busca de nuestro auténtico corazón ...? ¿Cómo empezar ...? Conecta con tu niño interior, pídele que te enseñe a sentir esos dramas diarios como un juego, luego pregúntale a tu anciano interior por las reglas que rigen en "Dualilandia"... ¡Ahhh, por cierto, que no se te olvide preguntarle al viejo sabio por las excepciones a esas reglas, es lo más suculento del juego ! ¡Qué te diviertas!