Crónicas de Vestuario. -
“Aprendiendo a volar”
Sorprendieron las últimas declaraciones de Arturo Elías, tratando de detener la euforia y la ilusión del oviedismo, de las aspiraciones de ascenso, de las dificultades y demás. Viniendo de donde vienen, sólo generan las dudas de que algo tan grande no pueda ser llevadero. Y son muchos los que pensaban que todo este sueño podría ser posible. Es como si a esa mujer que crees la de tu vida, de repente te da marcha atrás. Cuando las cartas están sobre la mesa, resulta difícil escaquearse. Sea como fuere el tema, la competición no deja descanso ni respiro. Es esta Liga de Segunda una prueba de paciencia, de fuerza, de sentidos, de energías, de distribución del colectivo. Y hoy, una vez más, el conjunto azul (perdón, amarillo, por esos caprichos idiotas de las marcas comerciales) mostró su versión compacta de bloque indivisible.
El Girona es otro de esos conjuntos engañosos que parecen asequibles pero que, a base de una disciplina táctica prusiana que ni Von Bismarck, y la capacidad de asaltar en un despiste los cielos, consiguen manejarse por una división llena de trampas y pruebas. El día en que el fútbol decía adiós a uno de esos entrenadores honestos, con esa dignidad del que se ha salpicado con el barro y el metal de los tacos de las botas, como Nando Yosu, el conjunto azul -perdón, amarillo, por esos puñeteros caprichos que pretenden acabar con la identidad de equipos con gran arraigo en virtud de ¿la moda, unas miserables ventas más?- tuvo que aplicarse en no perder un segundo en cometer un error. Tras un miserable primer acto de toma y daca, la partida se iba a jugar de poder a poder. Y, en esos pequeños detalles -aparentemente nimios- era donde se resolvería el asunto. Dio el Real Oviedo primero en un claro penalty pitado tras tres jugadas similares en los últimos choques. Tocaba. Y Susaeta no perdonó, baluarte seguro comprometido con la causa, más allá de momentos dulces o amargos. Pudo el equipo de Sergio Egea mandar a la lona a los catalanes rojiblancos donde hizo acto de presencia un notable como Lekic, otro de esos desperdicios de jugador más interesado en la rentabilidad económica que en el rendimiento competitivo en ligas de fuste (creo que venía de Liga hindú, en fin....), pero los azules -perdón, los injustificables amarillos, yuyuyu- no mataron. Y cuando se perdona, y esto ha ocurrido ya demasiadas veces a lo largo de la temporada, el juego castiga. Lo hizo en un patadón de Alcalá alejado, imposible para un Esteban en negro Yashin, y ahí se finiquitó la historia.
Supongo que no me ganaré muchas simpatías en los dueños de la nave azul, pero me da igual: este Real Oviedo apunta alto y, vista la división en la que nos hallamos, renunciar a lo máximo sería prescindir de algo a nuestro alcance. Que haya presión y demás no es algo extraño, pues ya se repetía por todos los rivales desde la primera jornada. Asúmanlo, sin complejos. Al ritmo del “Learning to fly” de Tom Petty, sin miedo a volar, sin ningún problema en asumir que se es capaz de lograr el sueño azul. Conscientes de la dificultad, pero convencidos de que el objetivo es posible. Y volemos, volemos, camino del ascenso. ¿Por qué no?
MANOLO D. ABADFoto: J.L.G. FIERROSPublicado en el diario "El Comercio" el lunes 22 de febrero de 2016