La historia del caballo Hans
Leí recientemente una historia curiosa. Sobre 1900, el profesor alemán Von Osten, trató de enseñar matemáticas a un caballo llamado Hans.Comenzó enseñándole los números del uno al diez, de manera que el caballo pudiera reproducirlos golpeando el suelo con sus cascos. Después de un tiempo, Hans parecía capaz de resolver problemas básicos de matemáticas. Von Osten recorrió toda Alemania mostrando esas capacidades en espectáculos públicos.Se formó entonces la Comisión Hans, (13 personas entre las cuales había un psicólogo, un veterinario, un par de profesores, zoólogos...) que llegó a la conclusión de que no existía ningún fraude tras las aparentes habilidades de Hans y que el animal estaba realmente dotado para las matemáticas. Sin embargo, el psicólogo Oskar Pfungst seguía mostrándose escéptico y solicitó la colaboración de Von Osten para seguir haciéndole pruebas al caballo. Al principio, Hans seguía resolviendo las operaciones, pero cuando Pfungst le pidió a Von Osten que se alejara del animal, la exactitud de sus respuestas empezó a disminuir. Lo mismo pasaba .si planteaba problemas cuyos resultados él mismo desconocía. En esos casos el caballo fallaba casi siempre.La conclusión a la que llegó fue que Hans solo podría dar la respuesta correcta cuando el interrogador la conocía y el caballo podía ver al interrogador. Esto se debía a que el adiestramiento al que había sido sometido Hans, le hacía responder y dejar de golpear el suelo con sus cascos en función de sutiles e inconscientes señales corporales de Von Osten ‒cambios en la postura, expresiones faciales e incluso el ritmo de la respiración‒. La lectura de las señales corporales debería ser parte imprescindible del “adiestramiento” de todo participante en una reunión (no solo del moderador). Tal lectura nos permitiría en muchas reuniones :
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Obtener feedbacks realistas y veraces (están de acuerdo, han entendido...)· Saber si se debe insistir o abandonar una opción o un argumento· Ver cuando debe aparcarse un proceso de persuasión y pasar a la
negociación
· Decidir si conviene poner un ejemplo adicional o si resultaria redundante
· Discernir líneas rojas no confesadas
· Conocer posibles alianzas y anticiparse a “sabotajes”
· Confeccionar un esbozo de sociograma
· Medir la tensión provocada por una aportación (propia o ajena)
· Poner “tiritas” emocionales cuando alguien se siente herido
· Cambiar el ritmo si la atención parece decaer
· Medir el efecto y el “impacto” de todas las aportaciones
· Conocer el nivel de impaciencia
· Decidir cuándo conviene cortar (educadamente)
· Evaluar la frustración
En conclusión, o trabajamos las habilidades del caballo Hans, o podemos quedar como un burro.