Ayer, 2 de Diciembre de 2010, se ha aprobado un proyecto de ley en el Congreso del Perú, llamado “Ley de Libertad Religiosa”. Confieso que apenas leí el titular de la noticia, me alegró saber que se estaba dando un paso hacia adelante, dejando de lado (al menos sobre el papel) discriminaciones añejas.Sin embargo, cuando empecé a leer el contenido de la noticia, mi alegría se convirtió en sorpresa, porque esta nueva ley no dejaba de subvencionar a la Iglesia Católica para permitir así una verdadera separación entre el estado y la iglesia, sino que en lugar de ello, ahora subvencionará, exonerará de impuestos y beneficiará a todas las religiones que tengan algún tiempo funcionando en el país. Es decir, antes todos los peruanos sin excepción subvencionaban (deseándolo o no) a la Iglesia Católica, mientras que ahora todos los peruanos tendremos que subvencionar (deseándolo o no) a varias denominaciones religiosas.¿Acaso el estado peruano tiene tanto dinero como para gastarlo en sostener grupos religiosos y sus y creencias particulares? A mi me parece que ese dinero que se va a destinar a sostener grupos religiosos, podría invertirse en cosas más productivas y positivas como la educación y la salud, básicamente. Recordemos que de nuestro bolsillo saldrá el dinero para mantener de por vida a curas, monjas, pastores, monaguillos, etc. Esta ley tiene una cara aparentemente bonita, ya que aparenta velar por una verdadera libertad de culto. Sin embargo, lo que se está haciendo es agravar aún más la incostitucionalidad que supone crear vínculos entre el estado y uno o más grupos religiosos. Una verdadera libertad religiosa contemplaría igualdad de condiciones entre las personas que profesen religiones diferentes o que no profesen ninguna religión. Pero esto no es así, porque los que se quedan fuera de la repartición de la torta son los grupos religiosos más pequeños, y todas las personas que se consideran agnósticas o ateas.Incluso, ahora que lo veo bien, la ley habla de que “las instituciones inscritas en el Registro de Entidades Religiosas que hayan adquirido notorio arraigo, gozarán de las exoneraciones, beneficios tributarios y franquicias que les reconozcan los convenios que, en su caso, pudieren celebrar con el Estado”. ¿Pero esto se refiere solo a los grupos cristianos o también a grupos no cristianos? Recordemos que en nuestro país hay grupos importantes que profesan otras religiones no cristianas, como el Islam, el hinduismo, el budismo, etc.Toda esta situación pinta mal, pero hay algo que huele mal en todo esto. Y es que quizás el Congreso de la República haya tomado esta medida no para congraciarse con los grupos cristianos no católicos, sino para no pelearse con la “Santa Iglesia Católica”, más específicamente con el Vaticano. Recordemos que existe un documento firmado entre el Vaticano y el Estado peruano, conocido como el Concordato. Y es en este preciso documento en que el estado se compromete a subvencionar, exonerar y beneficiar a la Iglesia Católica.A mí se me hace que a los congresistas les da miedo anular el Concordato, aún violando este último lo que manda la constitución: que el estado debe ser laico, aconfesional y sin vínculo alguno con ninguna confesión religiosa.Y encima de todo, el Monseñor Bambarén, ex presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, muestra su lado egoísta al protestar la aprobación de la ley, porque “que se ponga en igualdad de condiciones a todas las confesiones religiosas es un error porque hay cantidad de confesiones que son unas células pequeñitas que se han ido multiplicando por interés económico y no tienen una estructura como las iglesias históricas.” Monseñor Bambarén, dígame una cosa: ¿desde cuándo la tradición y la antigüedad de una institución la convierten en verdadera, o con la autoridad de decidir qué es verdad y qué no?Evidentemente el comentario de Monseñor Bambarén es un manotazo de ahogado, porque ve en esta ley una perturbación al monopolio que ha tenido la Iglesia Católica durante siglos. Me imagino que debe estar pensando que su concordato peligra a corto o mediano plazo. Aunque, solo le diría una cosa a Monseñor Bambarén: que no se preocupe porque no hay indicios de que el estado vaya a disolver este convenio, ya que aparentemente todos los presidentes y congresistas de turno tienen miedo de hacer tal cosa. Yo creo que ya es hora de detener este fomento de la discriminación y la exclusión, y peor aún si esta se promueve de manera implícita a través de cuestiones religiosas. La religión pertenece al ámbito personal y debe quedar en el ámbito personal. Ya la historia ha mostrado hasta el hartazgo que una fusión del poder político con la religión es el peor poder opresivo y oscurantista que haya existido jamás. Y esto sin mencionar el grave daño que han hecho y hacen aún las religiones occidentales al desarrollo de la ciencia y al entendimiento de nosotros mismos como entidades biológicas.
LOS COMENTARIOS (1)
publicado el 12 abril a las 18:28
Creo que el autor debe distinguir entre estado laico y estado licista. El primero es independiente de cualquier poder religioso, pero considera la dimensión religiosa de sus ciudadanos (al igual que la dimensión social, cultural, deportiva y cualquier otra) y la promueve. El estado laicista combate la religión para limitarla al ámbito privado: esto último es contrario a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, particularmente al artículo 18: "Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia". Detrás de un argumento a favor de un estado laico se oculta un planteamiento contrario a la religión, que nada tiene que ver con un estado laico. El estado puede sostener el culto de una o más religiones por el sólo hecho de que son importantes para buena parte de sus ciudadanos; del mismo modo que auspicia actividades culturales, deportivas, comunitarias, etc. y no por ello se confunde el estado con una Asociación Deportiva, con una Entidad Cultural, o con una ONG: el estado ayuda a cualquier entidad que es buena para la vida de la comunidad, según las van creando sus ciudadanos.