Revista Cultura y Ocio
Por María Fidalgo CasaresAcademia de la Historia de Andalucía
Pocos productos literarios han tenido tanto impacto social como la obra de Aramburu “Patria”, publicada en 2017. Su éxito le ha llevado- caso único en el siglo- a alcanzar las treinta ediciones y su autor a ser reconocido con distintos premios como el Premio Nacional de Narrativa, cuyo jurado daba a la obra un carácter sociohistórico que sobredimensionaba a la implícita función literaria. Distinguía a Aramburu “Por la voluntad de escribir una obra global sobre unos años convulsos en el País Vasco".
Por lo tanto la obra “Patria” sufría una clara conversión de género. La narrativa transmutaba en documento histórico y así se ha publicitado, vendido y premiado. Por ello, lejos de hacer una crítica literaria debe hacerse una revisión en clave sociohistórica de la obra.
Paradójicamente, la investigación profunda de los hechos narrados y su contraste en hemeroteca y bibliografía, no avala en absoluto este carácter histórico como expondremos analizando los distintos agentes que gravitan en torno a ella.
Patria como fresco sociohistórico
En las decenas de críticas sobre la obra encontramos afirmaciones tales como “Por fin se dice la verdad” ( El País) “Es el gran fresco histórico de la Euzkadi del conflicto” ( ABC) , “Construye un relato respetuoso con la verdad de lo ocurrido y con la memoria de las víctimas” ( El Mundo) “Patria va a ser el libro que explique nuestra época a las generaciones futuras” ( La Vanguardia) y muchas similares publicadas en otros medios.
Sin embargo, este carácter de fresco sociohistórico no se sostiene a la luz de los hechos, ya que en el análisis de la situación sociopolítica del País Vasco en relación con la novela, se observa un grave falseamiento de la realidad por varios factores: omisión de información crucial, falta de valoración de posibles responsabilidades del conflicto, y lo más significativo: la ausencia de los principales colectivos de víctimas.
Presenta una historia puntual y segmentada con pretendido carácter de universalidad. Algo que podría tener validez desde el punto de vista literario, pero en absoluto histórico, pese a que – a la luz de las declaraciones del propio autor- es lo que se publicita, singulariza a la novela y se valora.
Análisis del impacto social
Una obra de carácter histórico no suele tener ese impacto en sectores que habitualmente no leen ese tipo de género. Pero en 2018 debutaba en la cima de los libros más vendidos y llegaba a las treinta ediciones. La reconocible portada blanquinegra poblaba estaciones, aeropuertos y playas como sólo había pasado otrora con la obra de ficción “El Código da Vinci”. El exitoso programa televisivo de prensa rosa Sálvame se convertía en el espacio de Literatura más visto de la historia de la televisión en España al hablar de Patria más de media hora en prime time. Uno de sus personajes más mediáticos Belén Esteban afirmaba conmovida “que no podía dejar de leer”.
Sin embargo, mientras mentes pensantes valoraban la obra con comparativas de Tolstoi a Galdós, por sus concomitancias con Los Espisodios Nacionales, una visión no excesivamente profunda dejaba ver en esta “epopeya” características del género del best seller.
Escrita de manera elemental, fácil de leer con expresiones no demasiado elaboradas y a la vez melodramáticas, llena de tópicos y estereotipos, presenta un argumento superficial disfrazado de complejo, que llega en ocasiones a ser machacón y repetitivo.
Los personajes principales son básicos y planos y cuando cambian su trayectoria lo hacen de una página a otra, sin evolucionar. Las tramas secundarias aportan muy poco al argumento esencial, al igual que las escenas que podrían tildarse de morbosas. La única explicación plausible desde un punto de vista análitico, es que son escritas para llegar a las 600 páginas y producir en el lector la sensación de haber leído una magna obra, algo que enorgullece a los que no leen en exceso.
Su estructura sencilla, con capítulos muy breves, produce la agradable sensación de avanzar muy rápido y el uso de flasbacks, deslumbra al lector de bajo perfil. Si a todo esto sumamos la complacencia que produce posicionarse éticamente en el lado de los buenos frente a los malos, podría ser la clave del éxito.
A esto habría que añadir el revulsivo del adanismo (presentar la obra como si nunca ningún otro autor hubiera escrito sobre el tema) y Aramburu fuera el primer autor en abordarlo cuando hay decenas de libros sobre ello... Eso sí, la mayoría de difícil lectura y sin campaña mediática.
Tampoco ha sido baladí en la consecución del éxito, la intensa campaña publicitaria, la multitud de críticas casi hagiográficas, políticos alabándola con frases lapidarias, redes sociales inundadas con reseñas mensuales y el anuncio por la poderosa compañía audiovisual HBO de su próxima adaptación cinematográfica.
El factor principal: las víctimas
El autor literario es libre de elegir sus protagonistas, pero en absoluto si pretende la fidelidad histórica porque está obligado a ser riguroso al abordar los hechos. En las coordenadas temporales en las que se desarrolla la obra, se contabilizaron 3.517 atentados y las 860 víctimas mortales de ETA. Analizando el perfil socioeconómico de las víctimas, se constata que la mayoría pertenecieron a las fuerzas de seguridad del Estado: militares, policías y guardia civiles oriundos de diferentes zonas del país, con predominio del Sur de la península.
La Guardia Civil fue la más castigada con 230 caídos, seguida de la Policía Nacional con 183 asesinados, 109 militares de todas las graduaciones y 30 policías locales. Junto a ellos 9 jueces, 3 periodistas, 10 funcionarios penitenciarios, 40 políticos y 58 empresarios , la mayoría vascos y adinerados. De las familias de los 58 empresarios asesinados muy pocas podrían compartir el perfil de la familia protagonista de Aramburu. Las víctimas de Aramburu son de extracción social baja, vascas y euskaldunas. En ningún caso, ni por su origen social, ni económico, ni político pueden considerarse representativas y por lo tanto no son extrapolables a un conflicto global.
En obras históricas, las consideraciones morales no tienen cabida. El sesgo en la elección de las víctimas sólo podría explicarse porque el autor pretendiera que el lector percibiese que la violencia era tan atroz que incluso se ejercía contra vascos humildes “del pueblo”. ¿ Hay un mensaje implícito es que éstos no se lo merecían, pero sí los ricos de Neguri, militares, policías y Guardia Civiles-?
El falseamiento no sólo se centra en la elegir unas víctimas no representativas , sino que cuando aparecen los cuerpos de seguridad, principal colectivo de víctimas, se les dibuja con un perfil de torturadores. Siete páginas describen de forma exhaustiva brutales torturas: golpes, electrodos, asfixias, no como algo excepcional sino como una violencia metódica. Abusos policiales, forenses y jueces aparecen en complot. En este panorama supuestamente real la Policía no es víctima, es verdugo, por lo tanto implícitamente pudiera estar justificado lo que le pasó a sus miembros.
La intelectualidad como soporte ideológico
La ideología es fundamental para la comprensión del conflicto, tanto del surgimiento del terrorismo vasco como del desarrollo. Sin embargo, no se produce ni un solo debate ideológico en sus páginas.
Los etarras del libro aparecen como cortos de miras y de ínfimo nivel cultural. Esta visión que podía tildarse de maniquea cura en salud al autor contra posibles lecturas sospechosas de su relato. Pero está dando una información sesgada. Todos los análisis del período corroboran el intenso apoyo de intelectuales como soporte de la banda: profesores universitarios, periodistas y cargos en instituciones en la esfera de la izquierda abertzale que daban respaldo al aparato organizativo, y por lo tanto podrían considerarse cómplices o colaboradores necesarios que deberían estar presentes como agentes necesarios.
El factor religioso
Todos los estudios bibliográficos de la Guerra Civil española, atribuyen a la Iglesia Vasca posturas muy controvertidas en relación al nacionalismo. En el franquismo, habría tenido un papel destacado en el surgimiento de la banda terrorista y en el desarrollo de los llamados años de plomo, su apoyo es indiscutible a la luz de los hechos.
En el relato aparece un miembro de la iglesia pero actúa de forma individual En absoluto aparece el engranaje eclesiástico. Las importantes figuras de Monseñor Setién y Monseñor Uriarte daban directrices claras a clérigos…como quedaba de manifiesto en la negación del entierro a asesinados, cesión de los templos a las gestoras pro amnistía, mediación a favor de los presos etarras y la lucha por el acercamiento en las cárceles. También en sus equivalencias entre el dolor de las familias de los asesinados, heridos y secuestrados con el de los familiares de los terroristas presos.
Nada de ello aparece en Patria. El omitir a la jerarquía superior de la iglesia y retratar al sacerdote como un ente autónomo, vuelve a negar el carácter histórico al relato de Aramburu.
El factor institucional
Aunque la novela no sea un ensayo, para entender la situación, y más cuando se ha considerado un testimonio histórico, debe marcarse un contexto. En este fresco histórico de la Euzkadi de Patria parece deducirse un autogobierno de los ciudadanos. No aparece lendakari, ni delegados del gobierno, ni diputados, alcaldes, ni concejales. En todo el libro apenas hay dos citas a partidos políticos muy puntuales y ni un solo párrafo a situar el panorama político, con lo que su testimonio histórico vuelve a cojear.
Valoración global
Por todo ello, todas las valoraciones globales no literarias sino históricas en relación con la obra Patria, como “Patria es el documento imprescindible para la profundización en el conocimiento del conflicto”, «Si alguien quiere entender lo sucedido, basta con que lea esta novela» y “Patria va a ser un libro que explique nuestra época a las generaciones futuras”, indican un total desconocimiento, tanto de la época como de la problemática desarrollada.
La ausencia de factores imprescindibles como el eclesial, intelectual, político y no testimoniar la realidad del colectivo de víctimas, hace que la adscripción histórica no pueda sostenerse. Por tanto, El Euzkadi narrado en Patria, o está voluntariamente falseado o es de ficción.