Foto del profesor de matemáticas y escritor inédito Alibeit Kakes Cruz
Aproximaciones a un homo ludens
Alfredo Fernández
Pocas veces aquella sugerencia de que “tienes que conocer a un amigo mío” ha funcionado tan genial en mi vida como sucedió aquella vez, último viernes de abril de 1997, en que llegué a su casa acompañando de nuestro amigo común Peteco. “Alibeit es un matemático que escribe muy bien”, fue la primera descripción suya con la que Peteco despertó mi interés hacia su persona, entonces yo tenía veintidós años y andaba habido de conectar con gente que escribiera y tuviera una opinión inteligente de la vida y de las cosas de este mundo. La comunicación entre nosotros fluyó desde la primera vez hasta hoy, a tal punto que veintidós años después continuamos siendo grandes amigos. Hoy me quiero dar el gusto de entrevistarlo y saber un poco más de su peculiar relación, la cual nunca ha abandonado, entre ciencia y literatura.
Tuve la suerte de que este amigo revisara mis primeros escritos y que mucho de su rigor al revisar lo redactado lo tenga conmigo.
- AF: ¿En qué momento descubres que quieres ser matemático y cómo la condición de científico afectó tu posterior decisión de escribir ficción?
Desde quinto grado de primaria me incliné por las matemáticas. Creo que, quizás, tengo (o tuve) una inclinación natural por ellas, pero fueron mis maestras de 5to y 6to las iniciadoras de ese placer. Y digo placer no en busca de una linda palabra, realmente eso es lo que siento por las matemáticas y su enseñanza. Aun, luego de 54 años, recuerdo sus nombres: Ela de las Cuevas y Medina y Sara Labourdere. La primera, de mi pueblo natal Palma Soriano y, la segunda, de Santiago de Cuba. Sara viajaba diariamente a Palma. Luego, este placer, lo terminaron de potenciar los maestros Olga Muñoz en la secundaria y Feliz Recio en el preuniversitario.
Mi condición de científico ha moldeado de alguna manera lo que escribo. Y quizás no a favor. Quiero ser conciso, que no sobre ni falte nada, y eso puede limitar lo que rodea a la historia que se cuenta. Esa precisión matemática la quiero llevar a la escritura y, entonces, me cuesta describir cosas y personajes. Limito demasiado la escenografía donde se mueven los personajes. No obstante, nunca mis amigos lectores me han criticado eso.
- AF: Me has contado de que tu impresión con la matemática fue desde la niñez. ¿Cuándo descubres que no te basta con leer ficción, sino que incluso siente necesidad de redactarla?
Comencé a leer “buena” literatura desde secundaria. La mamá de Oscar Casanella, mi mejor amigo de secundaria, me veía leyendo “comic” de títulos no de comic, como Leyendas y Cine y me prestó El juego de Abalorios, de Hermann Hesse. De más está decir que con los años fue que memoricé autor y título. Ya adulto volví a leer el libro y aún no sé qué interpreté a los 14 años de ese libro. Pero me gustó.
Creo que siempre he sido más lector que aficionado a la escritura. Digo eso porque casi terminando la universidad fue que emborroné cuartillas. Pero realmente comencé a escribir alrededor del año 1985, 20 años después de leer a Hesse. Es aquí donde tuve la necesidad; sí, la necesidad, de empezar a escribir. Fue la lectura de Borges quien me dio el empujón. Leí dos cuentos de Borges, La intrusa y Ulrica y noté cierta misoginia en él y entonces leí todo Borges para recolectar palabras y frases que supuse que Borges repetía en sus escritos. ¿Por qué? Porque el cuento sería en primera persona y aunque el relato no era un cuento borgiano pero debía creerse que era Borges quien hablaba. El cuento empieza cuando ambos personajes se presentan ante Borges y le dicen que están disgustadas por el tratamiento que el escritor le ha dado en sus cuentos respectivos. Borges le responde que nada puede hacer por ellas pues acaban de ser publicadas. A partir de ese momento hice de la escritura una compañera inseparable de mis clases de matemáticas.
- AF: En tu novela inédita Pamela La Habana es el personaje principal, todo lo que sucede a Pamela es culpa de la ciudad, Pamela languidece al unísono de la ciudad, digamos que le resulta inevitable. ¿Eres de los escritores que creen que a la literatura le toca contar aquello que escapa a los libros de historia?
Algún escritor famoso dijo alguna vez que “la literatura es la historia privada de los pueblos”. Y eso creo. Ningún historiador contaría las horas que un ama de casa habanera pasa haciendo cola esperando a que, por fin, llegue a la bodega “la carne de los números bajitos”. Ni tampoco escribiría las veces que tus vecinas viejas se han caído caminando por las aceras de La Habana porque en 60 años nunca han sida asfaltadas. Ni mucho menos precisar lo concurrido en el malecón a las 3 de la mañana esperando que refresque la noche porque es verano y no hay electricidad en la ciudad.
- Entre todos tus amigos siempre ha sido un comentario común tu inexplicable reticencia a publicar, algunos incluso han llegado a decir que padeces alguna patología al respecto. ¿Por qué te sucede esto justo ahora que se publica tanta mala literatura?
No sé. Si existiera alguna patología sería esta (estoy fabulando): soy muy soberbio y si envío a un concurso y no gano me suicido. Y prefiero seguir vivo para seguir escribiendo para los amigos más cercanos.
Si dices que se publica mala literatura y consideras que la mía es buena, entonces, mando a una editorial y no lo aceptaran. Y…me vuelvo a suicidar.
- AF: ¿Pudieras hacer un hit parade de tus matemáticos y escritores favoritos? En caso de ser necesario fundamenta tu respuesta.
Escritores. Borges, Carpentier, Thomas Mann, Javier Marías, Octavio Paz, Dulce María Loynaz, Irvin D. Yalom, César Aira: Todos se preocupan por la estructura y por el lenguaje. Todos, de alguna manera, priorizan el cómo narrar.
Matemáticos. Joseph Kruskal, y David G. Luenberger: Son matemáticos aplicados que no se preocupan solo de lo algorítmico. Se preocupan también por argumentar bien sus métodos.