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Apuntalan la decadencia algunos políticos argentinos

Publicado el 16 enero 2022 por Adribosch @AdriBoschMarti
Apuntalan la decadencia algunos políticos argentinos

Soy de los que están preocupados ante la posibilidad de que un sector, el rural, de la Argentina esté preso de su clase política, que lo ordeña sin cesar. Lo hace sin demasiadas excepciones, como ha quedado evidenciado con la lamentable actitud de buena parte de la oposición en la reciente derogación conjunta (oficialismo y oposición) de la prohibición de las reelecciones (más de una) de los intendentes bonaerenses.

La presión fiscal es agobiante. Realmente feroz. Alberto Fernández se ha constituido en el gran depredador de la economía argentina de las últimas décadas. El gasto público es asfixiante y crece sin parar, cual eficiente máquina de destruir riqueza y castigar la productividad, así como de generar toda suerte de privilegios para unos pocos.

Esto -que no es del todo nuevo- es ya muy evidente en el exterior. Por ello, entre otras razones, ya no hay crédito externo para el modelo argentino.
El poco idóneo Alberto Fernández no se amilana y sigue insistiendo en que "vamos bien", sumergido en el mar de ventajitas que los políticos construyen y reservan cuidadosamente para sí mismos y sus allegados.

JUECES ALINEADOS

Pero hay algo sumamente grave. La justicia ha dejado de ser independiente y cuando se habla de los magistrados se especifica de inmediato cuál es su afiliación política. Porque ella suele ser notoria. Esto es, a quien favorecerán y a quienes no. Trágico, por demás. Esto hace que nuestra democracia esté lastimada.

La vicepresidente, asediada por causas judiciales que tienen que ver con la corrupción, pareciera buscar empantanar todo, para disimular su propia situación.

El mundo nos mira, asombrado. Absorto, más bien. Como si estuviéramos enfermos de un extraño mal, sin cura. De una suerte de sortilegio perverso.
Desde el periodismo, las advertencias de lo que nos sucede se multiplican. Pero buena parte de la clase política argentina, en su conjunto, las ignora y desprecia y sólo atina a sumar casi despectivamente a los periodistas a su larga lista de enemigos públicos. En lo que es una conducta lamentable, propia de los arrogantes.

CUESTA ABAJO

La gente está empezando lentamente a reaccionar, cada vez más harta del tobogán que la transporta rápidamente cuesta abajo, deteriorando sin pausa su nivel de vida.

Triste momento, pero es así y lo cierto es que no hay nada peor que autoengañarse.

Coincido con Juan Carlos Vega cuando señala que nuestro modelo está hoy "basado en la corrupción, con impunidad judicial garantizada". Muchos piensan muy parecido. Además, el 82% de los argentinos declara tener poca o ninguna confianza en su propio Poder Judicial, lo que es una verdadera tragedia. Pero lo cierto es que los procesos judiciales por corrupción duran, en promedio, unos 14 años, con -al final- apenas un 4% de condenas. Esto alimenta el desencanto de muchos y posterga al país todo.

Una parte de la clase política argentina actúa fundamentalmente a la manera de casta dedicada a ordeñar a los demás.

Tanto el oficialismo, como la oposición, algunos de cuyos diputados se ausentan a Disneyland, en lugar de estar trabajando en sus respectivas bancas en el Congreso, tratando de poner fin a las constantes subas sustanciales de impuestos impulsadas por el gobierno de Alberto Fernández -que, por lo demás, se niega a cortar el gasto público- en cuyo paraíso algunos viven instalados desaprensivamente en la opulencia. Con sueldos elevados y todo tipo de beneficios adicionales, como: autos, choferes, teléfonos, viajes, asesores, viáticos y una verdadera maraña de privilegios.

De allí que no sorprenda que el actual presidente, Alberto Fernández, pagado de sí mismo, haya ya adelantado su intención de ser reelecto. Una vez más. A estar a las últimas elecciones intermedias, probablemente no lo logrará. Pero el interrogante no es ni sano, ni bueno.

RUMBO FATAL

Mientras tanto, el país sigue sumergido en su rumbo de decadencia, donde ha navegado constantemente desde hace ya setenta años, sin solución de continuidad.

Pero recientemente las cosas se han complicado. El crédito externo prácticamente se ha secado. Ya no nos creen, siquiera. Las inversiones extranjeras se han debilitado. La inseguridad y la desconfianza se han instalado, en todos partes.

Y el futuro de nuestra nación parece carecer de rumbo. Cuando uno pregunta por el porvenir, demasiados políticos contestan: "Ya veremos", lo que es lo mismo que "Dios proveerá", o "vamos viendo". O, peor, "no tengo idea".

El mañana tiene aspecto de oscuro acertijo. El panorama futuro es, entonces, desconcertante. Como se lo mire. Así cierra el 2021. Mal. Está sin embargo claro quiénes son los que hoy impulsan a la Argentina en su rumbo de deterioro.

El 2021 ha sido un año casi para el olvido. Donde sobre los hombros de unos pocos, a los que eufemísticamente se llama los que más tienen, entre los que está una parte importante de los productores rurales, que llevan el peso de un sacrificio sofocante y de largo alcance.

El campo aportó al país 32.800 millones de dólares en exportaciones. El complejo oleaginoso-cerealero fue responsable del 48% de las exportaciones totales. Clave, entonces. Hablamos de ventas de harina y aceite de soja y de maíz.

Respecto del sector rural, la gran máquina argentina de generar divisas y alimentarnos a todos, hay tres opciones. Promoverlo, ignorarlo (esto es, dejarlo en paz) o castigarlo. Hemos elegido la tercera, lo que no tiene sentido.

(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.


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