Revista Opinión

Apuntes a modo de relatos de un escritor

Publicado el 04 junio 2019 por Carlosgu82

Introducción

Este es uno de tantos apuntes que voy a compartirles a ustedes, estimados lectores, que logro arrancar de mi ego intelectual para mostrárselos, con el púnico propósito de proyectar mi cotidianidad como aspirante al oficio de la escritura, en el buen y noble sentido de la palabra. La finalidad última, o el beneficio esperado es que usted, rompa el miedo a escribir.

Se espera además que, en aras de compartir ideas, se encuentre uno con comentarios que no solo retroalimenten las reflexiones, sino que nos aboquemos a meditar sobre otros temas que conciernen al escritor. No debemos olvidar que existen fuertes compromiso a solventar como escritores que pretendemos ser y se resumen en que el lector tome conciencia de sí mismo en su existencia.

Desarrollo

Me llama mucho la atención que muchos interesados en la literatura y en las pretensiones de ser escritor, se preocupen y esmeren en desentrañar la incertidumbre de saber cómo ser escritor profesional cuando esta última palabra contraviene con el espíritu mismo del escritor. La escritura es un oficio y como tal no debe de profesionalizarse, esto es, debe de ser algo genuino.

La escritura literaria es pues algo que va más allá del cumplimiento de caprichos, noción que relaciono con el termino de profesionalización en el sentido de que se debe satisfacer, sea el ego del escritor o al lector dándole lo que quiere leer. Esto no puede quedar en ese espíritu creativo e intelectual. El libro va más allá de ello. Esa es mi premisa.

Lo único que debe de preocuparnos, si es que se quiere tener una fisura en el oficio de la escritura es que logremos descubrir ante el esfuerzo intelectual y creativo al trabajar en las ficciones es el determinar cuando el escritor hace uso de la voz literaria y lograr sus propósitos. No hay más que hacer. De ahí en adelante, solo dejar que fluyan las ideas, no de la musa que nos inspira sino de nosotros mismos.

Hasta aquí hablamos en cierto modo de la parte literaria en sí misma como actitud. Ahora bien, cabe reflexionar además respecto a lo que es la parte formal, es decir, determinar respecto del escritor dónde trabaja para conocer la mecánica espacial y temporal del mismo en cuanto que oficio. Es en ese sentido que se encontrará el ambiente necesario para desarrollarse como escritor.

Cuando uno lee al respecto en algunos relatos de grandes escritores claramente se observa que existe como un denominador común que el estudio que hayan logrado configurar, espacio rodeado de libros y otros recursos como diccionarios, cafetera y demás, satisfacen los requerimientos elementales para ejecutar diariamente su jornada laboral.

Esto pensando en que son autodidactas o hasta cierto punto amantes de la soledad. Hay quienes se aventuran hacia los espacios delimitados como un taller de escritura literaria en el que encuentran cobijo y retroalimentación creativa y estética. Se gesta en ello una pedagogía literaria que optimizan mucho. De alguna manera, es algo que por lo menos una vez en la vida debemos ejecutar.

Ahora centremos la lluvia estrellada de ideas respecto a lo que muchos achacan como el miedo, ya no al trillado síndrome de la hoja en blanco sino al miedo a escribir. Crease o no, hay quienes tienen miedo a ello. Miedo en varias perspectivas. A los resultados, por ejemplo, de ahí que algunos optan por ser un escritor fantasma o asumir otros roles.

Por ejemplo, pensemos en aquellos escritores que presumiblemente por el miedo al fracaso adoptan la estrategia de ser escritores que usan seudónimos. Estos dos escenarios por sí mismos ya nos dicen mucho. Por supuesto que no se les debe endosar esta hipótesis a todos estos escritores que optan por ello, hay quienes lo acuñan con otras intencionalidades.

Hay otros tipos de miedo, por ejemplo, pensemos en aquel escritor más famoso del mundo que hipotéticamente recibió todo el reconocimiento y éxito ante su primera novela. Indudablemente el editor le presiona para que escriba su segunda novela y el escritor simple y llanamente se queda paralizado en sus esfuerzos por llevar a cabo dicha tarea.

Valdría la pena preguntarse qué escritor reconocido como máximo exponente no pasaría por ello. Vaya sorpresa que nos llevaríamos. Este señalamiento me parece que es algo hasta cierto punto natural. Lo mismo sin duda alguna podríamos pensar de los demás tipos de miedo. Ahí están y son parte de la naturaleza humana.  

Quedan pues abiertas en esta dinámica reflexiva nuevas posibilidades de desentrañar actitudes que reflejen el miedo al escritor. Insisto en que es algo que fluye de la naturaleza humana por lo que precisamente se tiene que trabajar en ello, es decir, es parte de la responsabilidad del literato sortear estos iniciales obstáculos. Des pues vendrán otros, por cierto.

Así que, es verdad, el oficio del escritor es una actividad ardua y aunque muchos piensen que no deja resultados inmediatos, eso es todo lo contrario. Eso sí, la actitud intelectual y creativa no debe estar enfocada en esto último, de hecho, es lo último que debiera de interesarnos. Eso no es lo que se persigue como escritor, solo crear e invitar a la reflexión y goce estético al hipotético lector. Nada más.

Conclusión

A propósito del hipotético lector, pongo a consideración de ustedes estas meditaciones que son parte de mi cotidianidad. Es algo que constantemente me cuestiono cuanto intento plasmar algunas líneas de mi próxima novela. Uno debe de estar plenamente consciente de su actitud y convicciones literarias al grado de cuestionarse y modificar aquellos vicios innecesarios.

Solo así se podrá ir puliendo lo que es el ejercicio y resultado del oficio de la escritura y crear fragmentos literarios dignos de poder leerse y disfrutarse de manera genuina por el lector y ahí sí, sentirse satisfecho por el grado de comunión entre el escritor y lector mismo. Queda pues a su consideración y quedo atento a la retroalimentación que surja de los comentarios aquí dejados.


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