Revista Opinión

Apuntes para un proyecto de novela (4)

Publicado el 11 septiembre 2012 por Pelearocorrer @pelearocorrer

Todos los que habéis nacido en los últimos veinte o treinta años del siglo pasado sois herederos de una victoria o una derrota, al menos esa es la temperatura que os ha ido cobijando mientras veíais en la televisión del estado las imágenes en blanco y negro de un país que empezaba a pintarse. Todos os habéis sentido ganadores o perdedores de algo desde la más cruel infancia. Sin embargo, el pasado heroico es un mito, y toda vez que ganar o perder pueda ser la rúbrica de un espejismo, terminasteis por comprender que vuestra memoria no os pertenece, está polarizada por los imanes del pasado. La historia no puede nada contra la terquedad del presente que no conoce las leyes de la memoria, no entiende el lenguaje imposible del rencor. Una vez les preguntaste a tus padres si creían más en la izquierda o en la derecha y su respuesta no pudo ser más reveladora: creemos en la libertad ―te dijeron―, en la posibilidad de elegir. Reveladora porque no entiendes qué significa esa palabra que aletea como una paloma en su d final: libertad. Tampoco entiendes qué significa vivir sin agua o vivir en una caverna o vivir amenazado de muerte. No entiendes nada que no se ciña a tus circunstancias, nada que no esté ahí fuera sobrevolando tu realidad. La libertad es un hecho cotidiano que forma parte del bloque inquebrantable de tu biografía: siempre has sido libre. Nunca te ha faltado agua ni techo, no conoces mayor amenaza que tus propios miedos. Pero este desconocimiento no te incapacita para la empatía. La revelación de tus padres, lo que tus padres te decían en realidad era: ahora somos libres, y nos gusta más. Aprender una lección nunca es comprenderla, en la escuela os enseñaron a aprender, en ningún caso a comprender porque la comprensión es un suceso que se produce de una vez para siempre y sin la violencia de la obligación; uno comprende solo si quiere y aprende siempre a la fuerza. Aprendemos cosas que no queremos, comprendemos siempre lo comprometedor, lo que nos coloca en un estatus distinto. La memoria es entonces un cajón de sastre de cosas aprendidas y la comprensión un agujero por donde la vida se va desangrando. Comprender es mirar con ojos nuevos, aprender es ir poco a poco cerrándole las compuertas al pensamiento. Solo comprendes la guerra civil mediante pequeñas historias familiares; las consignas aprendidas durante la beligerante pubertad han ido quedando poco a poco en música furibunda de la que no recuerdas la letra. Un muchacho de veinte años que es llamado a filas en el primer remplazo para luchar en Teruel y que no cree en la República pero tiene que morir por ella es el símbolo perfecto para dibujar el derrumbamiento del mito: no todos querían construir un mundo mejor, no todos luchaban por el restablecimiento de la legalidad. La mayoría estaban allí obligados. La guerra no la hicieron héroes, la representaron víctimas.

En vosotros se cumple el destino de haber ganado o haber perdido, pero es un destino incomprensible que vais olvidando poco a poco porque las certidumbres que vuestros mayores os han transmitido no han funcionado o se han adaptado a vuestras propias incertidumbres, no tenéis nada que ver con ellas, os han entregado un testigo críptico y no habéis sabido gestionarlo o estáis aún descifrándolo. La democracia es incuestionable, pero sus mecanismos de represión son los mismos que los de la más ajada  dictadura, la fiesta de la libertad no la comprendéis y para llegar a un mínimo entendimiento necesitáis la violencia. Lo que queréis es corroborar la libertad mediante su contrario: carecer de ella. A vosotros, que os ha tocado sobre los cimientos de la paz forzada levantar el edificio de la concordia, os gustaría dinamitarla. Y empezar de cero.


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