Escribo este articulo desde posiciones cercanas a la ira, siendo fruto el mismo de un profundo arrebato surgido desde lo mas hondo de mi. Imagino que todos hemos sido testigos de la situación en la que se encuentra el barco “Aquarius”, con 629 inmigrantes,gran número de niños y varias embarazadas, a bordo.
Dicho barco realizaba tareas de rescate en el mediterráneo como tantos otros que cada día se emplean a fondo para que el mare nostrum no se convierta en el cementerio de más y más personas. Esta vez, acudió al rescate de 629 personas, de noche, que navegaban en lanchas inflables más propias de un juego de niños que de un juego a vida o muerte. Es aquí (si no mucho antes), cuando y donde empieza una historia que ha dado la vuelta al mundo, una historia de vergüenza y orgullo.
Vergüenza, asco y repugnancia por la hipocresía en la que se ha instalado occidente, y de la que no ambiciona salir. Cuando este barco en situación critica se disponía a pedir atracar en algún puerto cercano, Italia (gobierno encabezado recientemente por miembros cercanos a posiciones ultraderechistas) rechaza su desembarco en sus costas. Por lo tanto el barco se queda parado, en el mar, con más de 600 personas, insisto, PERSONAS, en situación critica a la espera de la reacción de los gobiernos de la UE, o de alguien, con un poco de humanidad que entienda algo que parece tan sencillo como que lo primero son los seres humanos y que cuando se habla de vidas, todo lo demás esta en un segundo plano.
Con este razonamiento, no quiero ni mucho menos dar pie a posiciones populistas, de las que trato de huir; entiendo el complejisimo problema de la inmigración al que tiene que hacer frete no solo la Unión Europea sino todo occiendente, entiendo el efecto llamada, entiendo también el peligro de que esto siente precedente, pero seguiré sin entender que a pesar de lo dicho anteriormente a nadie parezca poner por encima de todo esto a nuestros semejantes.
Orgullo, por la reacción de mi país, España, la cuál ha dado una lección (permitanme este brote patriótico) ofreciendo el puerto de Valencia para el desembarco del “aquarius” y sus pasajeros a los que les va a dar asilo como refugiados de guerra, que es exactamente lo que son. Este gesto ha dado la vuelta al mundo, porque nos parece extraño que algún país occidental prime la vida sobre todo lo demás, hablando de que clase de sociedad somos.
Ahora es España, la que tras resolver esta crisis sacando los colores a toda europa, la que tiene que encabezar el proyecto para dar solución de una vez por todas a la cuestión de la inmigración mediterránea, uno (si no el que más) de los principales problemas cernidos sobre nuestro continente.
Es esta una historia de orgullo y vergüenza, que tan amenudo van de la mano como antónimos reciprocos.
Es esta una historia, de personas.