Sus ojos tristes e inexpresivos
aquel marchito y agrietado rostro.
Semblante de tristeza.
Aquella mujer anciana,
aquella que aprendió a tragar sus palabras,
de injusticia, descontento y desesperanza.
Aquella mujer anciana,
le ha consumido el tiempo,
el dolor, los pesares del alma
las vivencias grises y mal entonadas.
Sentada sobre una silla destartalada,
contempla aquel desteñido y moribundo paisaje
que le hizo compañía desde sus años moza.
No ha cambiado nada, ni las ruinas, el abandono o
la sequía.
Este triste lugar, que mucho sabe de monotonía.
Aquella mujer anciana,
añora regresar sus años de moza, ese bendito cuarto de hora,
donde el espíritu vivaz y la curiosidad,
le consumían las ganas.
Recorrer parajes diversos,
comprender la sociedad, al revés y derecho.
Disfrutar de este, aquel y ese otro lecho.
Sentir que a esta vida, le saco provecho.
Pero se apresuró el tiempo,
le ha ganado por un buen trecho.
Aquella mujer anciana, aquella que ahora yace,
con la mirada confusa y pensamientos alborotados.
Laguna de recuerdos, paréntesis de sueños,
emociones, sentimientos y rostros olvidados.