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En su novela “Crónica de una muerte anunciada”, Gabriel García Márquez desvelaba al lector lo que iba a ocurrirle a Santiago Nasar en los dos primeros párrafos. Algo así es lo que hace Ramiro Pinilla en su última obra, pues en la primera página ya nos indica cuanto va a suceder sin que por ello —y este es su gran mérito— anule el interés del lector por continuar pasando páginas; al revés, lo acrecienta. Lo que demuestra que si es un final con sorpresa lo que vale la pena de una novela, es que la novela no tiene importancia y para Ud. de contar.
“Aquella edad inolvidable”, la última novela del veterano autor vasco, es la narración de un infortunio y una obcecación, pero también la crónica de una derrota que a pesar de todo, no se doblegará a la indignidad: Souto Menaya, joven albañil de San Baskardo en Getxo, el territorio mítico donde Pinilla desarrolla sus historias, jugador de fútbol en equipos de categorías inferiores, será fichado por el Athletic Club de Bilbao, cumpliéndose así su sueño y el de su padre, Cecilio, viejo aficionado para quien el Athletic es religión y su campo, San Mamés, su catedral, nunca mejor dicho.
Souto Menaya, alias “Botas”, conseguirá meter el gol con el que su equipo vencerá al enemigo, el Madrid de Franco, ganando así la final de Copa de 1943, pero verá truncada su carrera al poco tiempo de su fichaje a consecuencia de una lesión que lo dejará cojo, dependiente de una muleta y sumido en la amargura. Inútil para todo trabajo que no se realice sentado, el que fuera un aclamado ídolo y un joven de austeros proyectos junto a Irune, su novia, la lecherita de un caserío, terminará ensobrando cromos de futbolistas para álbumes infantiles en muchos de los cuales aparecerá su figura. Un trabajo doméstico que lo llenará de frustración y de resentimiento hacia todo. Algo incomprensible para Andrés, el niño que lo idolatra y en el que se verá reflejado con una luz de esperanza el propio Souto.
El texto, que parece escrito a cuchilladas, como las que emplea el que afila un palo con una navaja, está exento de cualquier floritura, digresión o concesiones efectistas. El ritmo de frases cortas, diálogos cortos y vocabulario suficiente habituales en Pinilla. En el asunto, de un lado, lo colectivo, el Athletic como equipo y como razón de un pueblo frente al enemigo en una lucha llena de orgullo, los aldeanos contra la opresión externa; del otro, Souto como propio enemigo, lleno de tensiones y amarguras, dudoso en aceptar o no la prebenda mínima de un trabajo. En medio de ellos, el intento de compra de la dignidad por parte del poder contra quien se enfrenta el grupo y el amor incondicional de Irune. Por todo ello, no creo que se necesite ser aficionado al fútbol para disfrutar de esta novela de fútbol (y declaración de amor a unos colores, dicho sea de paso), pues no es aquí otra cosa que una metáfora y un fondo para desarrollar la historia de un irreductible del que nunca sabremos si metió o no el gol —el gran y único gol de su carrera— con la mano..