Revista Opinión

Aquella mitad de los 50. 2ª

Publicado el 08 marzo 2012 por Manuhermon @manuhermon
Aquella mitad de los 50. 2ªLa foto de 1958. Mi padre y unos amigos en el Bar Contreras. El bar sigue existiendo en las Casillas. En él y con la puerta yo pelaba arenques, se metía entre el cerco y se cerraba la puerta para presionarlo.
En mi pueblo donde nací, en la Sierra de Madrid, hacía un frío que pelaba. Nevaba todos los inviernos y los chiquillos hacíamos carreteras y caminos en la nieve para jugar. Algunos años hacíamos túneles, como en la gran nevada del 56 creo que fue. ¿O 52?, recuerdo que nevó hasta en Marbella. El frio te llenaba de sabañones unos meses, en las orejas y en los pies, que picaban como diablos. Ningún niño perdía la oportunidad de jugar con nieve, o con agua, haciendo pozas para sujetar aquellas riadas que caían desde el monte por las empinadas calles del pueblo.
Mi primer amigo infantil cercano fue Kiko, vivía en la casa de enfrente, luego en la juventud le perdí la pista. Por supuesto en el pueblo todos los niños de edades parecidas mezclábamos, jugábamos a hincar la lima (de donde salían aquellos limones?) en los suelos de tierra que todavía existían, al chito, a los cromos, a las chapas, a pelotazos y a saltar a burro y sobre todo a correr, por lo que fuera, a correr y saltar. Otros juegos eran más brutos, los de un barrio contra los de otro, a pedradas. Me abrieron una vez la cabeza de la que mantengo visible una piquera, los del Terrero contra Las Casillas.
Esto de las piedras se fue dilatando en el tiempo pasando a ser posteriormente en mi juventud de primeros sesenta, batallitas de un pueblo contra otro, sobre todo si íbamos a jugar al futbol. Los suelos de tierra fueron desapareciendo de todos los pueblos y ciudades en una especie de afán de nuevos ricos por cubrir todo de piedra. Qué cosas -En mi primer viaje a París, ya muy mayor, me sorprendió que una de las capitales del mundo tuviera en sus centros muchos parques y plazas con suelos de tierra-.
Ha quedado la leyenda de que en los cincuenta los pisos eran grandes y hermosos y han ido reduciéndose con la modernidad. No se lo crean. Algunas casas eran grandes, siempre hubo ricos y poderosos, pero eran las menos. La mayoría de la gente vivía en casitas o pisitos pequeños, en las que compartían muchas veces con otros individuos o familias realquiladas. La gente no se casaba porque no había pisos, ni casas y en donde podía haber algún espacio, en los pueblos, no había forma de vida. No había trabajo.
Un país destruido por la guerra y no tenía trabajo para su gente. Qué cosas. España nunca tuvo trabajo para todos los españoles. Claro, claro, había mucho trabajo gratuito en campos de concentración o de trabajo, que los hubo aunque nadie hable de ellos. También había trabajo en las empresas de entonces, los ganadores de la guerra, a los que se prestaban presos republicanos para que trabajaran gratis, o mucho después, había trabajo por un poco de pan y unas perras, sin seguros, sin contratos, sin ninguna garantía y eso sí, con buenos informes del poder, que entonces eran el militar el cura o el jefe de Falange del pueblo o del bloque o barrio de control. Si estabas en el campo algo podía variar introduciendo al cacique.
En Madrid capital, mis amigos de juventud, me recordaron muchas veces (y nunca llegaron a escribirlo) que ellos vivieron en barracas/barrios que controlaban los falangistas, hablamos de finales de los 50 y 60, jefes que controlaban quien entraba y salía de aquella especie de campamento y que se aprovechaban de todo las mujeres, a quienes follaban y agredían en cualquier barraca, en ocasiones a cambio de algún favor, de un cacho de pan, o de un pase para ver a su marido en la cárcel.
En aquellos 50 no había viviendas para todos, ni en los 60, ni en los 70 ni en ... época de migraciones interiores hacia los suburbios de grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Bilbao que se inundaron de chabolas, casitas con chapas y maderas, cartones y posteriormente cristales. Poco a poco se fueron construyendo de ladrillos, que se robaban de aquí y allá.
En Madrid, se construían en una noche ayudados por toda la familia y amigos y vecinos y se metía la familia dentro, para que en la mañana no las tirara la guardia civil. Si había niños dentro, mayor permisividad, luego posteriormente se iban adaptando.

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