Doble estreno pues.
El coche era capaz de alcanzar la increíble velocidad de 40 kilómetros por hora. Y Luis María Pérez de Guzmán y Nieulant, el marqués propietario del cacharro, parece ser que fue un hombre amante de los coches y un adelantado a su tiempo. El vehículo costó una fortuna, nada menos que 17.000 pesetas de la época, más 200 pesetas de la licencia.
Algunos se animaron y en 1920 ya eran más de 1.000 los coches que llegaron a circular por la ciudad. Todo un caos circulatorio para la época.
¡Qué locura! Dios mío -se dirían algunos- ¿A dónde iremos a parar con tanta máquina metiendo ruido por las calles?
La culpa de todo la tuvo Henry Ford cuando puso en práctica la producción en cadena aplicada a la fabricación de coches. Por esa razón empezaron a popularizarse los coches a partir de 1910. Y consecuentemente aumentaron los accidentes de tráfico. Los primeros cacharros alcanzaban la increíble velocidad de 20 kilómetros por hora y la gasolina se vendía en las farmacias.
El primer peatón que murió atropellado encontró su trágico final en Londres y era una mujer. Corría el año 1896 y el "bólido" circulaba a 7 km por hora. Eso fue al menos lo que dijo quien manejaba el auto. La fallecida era una tal Bridget Driscoll.