Revista En Femenino

Aquellos inolvidables taxistas

Publicado el 02 octubre 2013 por Hogaradas @hogaradas

Por Hogaradas
En mi casa nunca ha habido coche, asн que todos nuestros desplazamientos, fueran mбs cerca o mбs lejos los hacнamos en taxi, con aquellos taxistas que se convirtieron asн en parte de nuestra vida, en nuestros compaсeros de viaje, nunca mejor dicho, y con los que compartimos experiencias y momentos inolvidables.
Puedo recordarlos perfectamente, tanto a ellos como a sus coches, y casi podrнa recordar la mayor parte de aquellos trayectos, cada uno con su motivo particular, todos y cada uno de ellos en su compaснa.
Reconozco la inmensa ventaja que supone disponer de un vehнculo propio, y hoy en dнa no concebirнa mi vida si no fuera asн, pero me alegro tambiйn de haber vivido aquella йpoca en la que ellos, los taxistas, llegaba casi a formar parte de la familia, convirtiйndose en elementos imprescindibles de una йpoca en la que sin su presencia nos hubiera sido imposible vivir.
Las vacaciones siempre suponнan el desplazamiento mбs largo, asн que pertrechados con todo lo necesario comenzбbamos nuestro periplo con la alegrнa de quien dispone, como era habitual entonces, de todo un mes para escapar de la rutina, descansar y descubrir nuevos horizontes. Por aquel entonces lo mбs habitual, al menos en mi caso, fue visitar la vecina comunidad leonesa, “ir a secar” que se decнa entonces y se sigue diciendo, por lo que la subida del puerto se convertнa en toda una odisea, y a las brumas que convertнan el paisaje en toda una ilustraciуn de leyenda le seguнa el descubrimiento de ese sol que siempre estaba garantizado y que por estos lares a veces nos resultaba tan difнcil disfrutar. A la vuelta Busdongo se convertнa en parada obligatoria, asн como la visita a la panaderнa, impregnada del aroma caracterнstico de unas hogazas de pan que todos convenimos en que ahora ya no son las mismas, mezclado con el calor del horno y el olor de las mantecadas que nos acompaсarнan a partir de aquel dнa en mбs de un desayuno. Y el “orbayu”, a quien ya comenzбbamos a echar tanto de menos.
En septiembre eran “Los Mбrtires” quienes se encargaban de volver a ponernos en ruta, esta vez mucho mбs cercana, y con el especial encanto de un madrugуn desorbitado, el mayor sin duda de todo el aсo, y un ritual que seguнamos a rajatabla en cada una de nuestras visitas. Acompaсada siempre de mi madre y unas у dos de mis tнas, dependiendo de que mi vecina de enfrente, Generosa, se sumara a la aventura, visitбbamos la pequeсa capilla en la que aсos mбs tarde decidн dar el “sн quiero”, la misma que prometн visitar aсo tras aсo en esa fecha, aquella a la que acudн con fe y con un agradecimiento profundo durante tantos aсos, todavнa hoy, aunque la visita se produzca con un mes de diferencia. Con buen tiempo, con lluvia, con mбs o menos frнo, jugбndonos el pellejo en aquella bajada, todavнa aun sin la facilidad de las escaleras actuales, en los dнas de lluvia intensa en los que el barro era el protagonista y con el trayecto bien definido; la subida por Cuna y la bajada por Gallegos, como mandaba la organizaciуn.
A la vuelta, con la vida ya comenzando a bullir en todos lados, la parada obligada era en la panaderнa de Бngeles, donde hacнamos acopio de todo lo necesario para disfrutar de un cбlido desayuno, en compaснa, el mбs especial de todo el aсo.
Viajes, recuerdos y ellos, los taxistas, a quienes debo agradecer tantos y tan placenteros trayectos, a quienes van asociados tantos y tan buenos momentos, y a los que he pretendido hacer un pequeсo homenaje con esta humilde Hogarada.


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