Debe resaltarse que la Liga de Estados Árabes junto a la respetada universidad egipcia de Al-Azhar y el Consejo Francés del Culto Musulmán, condenaron los atentados contra los periodistas de Charlie Hebdo.
Pero a la vez multitud de imanes mundo adelante decían comprender los razonamientos de los asesinos, y algunos aplaudían esa venganza del Profeta.
El influyente imán Anjem Choudary afirmaba en Londres ante las televisiones que los dibujantes del semanario habían buscado la muerte.
Y advertía que si el mundo entero no quería terminar igual debería someterse a la sharia o ley islámica, que establece esa misma pena para apóstatas y otros pecadores.
Esa divergencia entre creyentes que condenan o aprueban se explica porque, entre otros, el islam presenta dos aspectos que pocos analistas recuerdan:
1.- El apoyo mayoritario para que la sharia se imponga sobre toda ley racional occidental. Por ejemplo, el 89 por ciento de los habitantes de los territorios palestinos defiende la sharia, mientras que en el África subsahariana el porcentaje es menor, pero llega al 64 por ciento (Pew Research).
2.- La Declaración Islámica de los Derechos Humanos se opone en aspectos fundamentales a la laica de la ONU. Somete a Alá (islam significa sumisión) todo empeño humano, y exige que todos los musulmanes obedezcan los dictados islámicos.
Así, quienes condenaron los atentados sólo representan superestructuras políticas, teológicas y académicas sin mayor poder porque su islam, el mayoritario sunita, carece de jerarquías.
Hay unos 1.600 millones de musulmanes cuya mayoría comprende, aunque no apoye directamente, las razones de los terroristas.
En el islam cada creyente puede hacer una guerra santa individual sin necesitar órdenes, y sus yihadistas, incluidos los españoles, son crecientes camadas de fieras en eclosión decididas a matar a los apóstatas, que somos nosotros.
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SALAS, siempre grande, los vio antes de que llegaran.