El otro día mi cuñado me comentó que había visto un vídeo, que yo todavía no he encontrado, en el que un niño progidio había inventado una gorra a la que se le encendían unas luces cuando detectaba que alguien se había tirado un pedo …perdón, quería decir que alguien había tenido un escape de metano por el culo.
Lo cierto es que algo tan sencillo como el detector de pedos creado por el niño sería muy útil. Por un lado serviría para desdramatizar el hecho de que una flatulencia cause más silencio en un ascensor que un funeral de mudos, y por el otro lado se convertiría en un método útil para encontrar un restaurante asturiano en el que ponerse hasta arriba de fabada. Ríete tú del Google Maps. Sigue la música de los detectores de metano y llegarás mucho antes.
Los escapes de gases, humanos, en espacio abierto son totalmente inocuos, sin embargo los que se producen en lugares cerrados como tu casa o una fábrica pueden ser muy peligrosos. Sí, incluso más que quedarse sin batería en el móvil.
En tu casa normalmente hay pocos tipos de escapes.
- Si el escape es de agua (ya sea una gotera o una tubería que pierde) te das cuenta porque en el salón te puedes encontrar una piraña –y no me refiero a tu cuñado saqueándote la nevera-, o a un pulpo en medio del pasillo –y no me refiero a tu cuñado saqueando la anatomía de su novia-.
- Si el escape es de electricidad lo más probable es que tengas unos vecinos ocupas que se han enganchado a electricidad de tu casa, o algún aparato inservible que gasta demasiada energía, como la televisión o tu cuñado. En cualquier caso te enteras cuando te llegan las facturas.
- Si el escape es de gas, normalmente te enteras a título póstumo. Aunque puedes tener un buen olfato y detectar un escape de gas, de la bombona de butano o de la instalación de la calefacción antes de averiguar en persona si San Pedro se riza la barba o no. También hay gente que para prevenir estas desgracias utiliza animales pequeño tamaño –se descarta el uso de cuñados, porque como todo el mundo sabe el cuñado es un ser inmortal al que la fortuna le sonríe en cualquier suceso-, que mueren al respirar gases –los mineros usaban pájaros para detectar el grisú, los vecinos del quinto chihuahuas y los Atlantes usaban dragones de 7 cabezas (por eso se extinguieron, ambos, no porque los dragones fueran demasiado voluminosos, sino porque al toser fuego en un gran escape de gas que hubo, hicieron estallar la Atlántida).
Lo cierto es que a mi me hubiera venido bien tener algún detector de gas portátil, porque ya me libré de una estufa que quemaba mal y evité por muy poco asfixiarme dulcemente; de un calentador que casi mata unos perritos por la mala combustión y de una goma de gas picada que a punto estuvo de convertirme en el primer español en llegar a la estratosfera en calzoncillos.
Como parece que tengo imán para estas desgracias me hago una idea de cómo sería mi vida en una fábrica -en la que los riesgos son mayores que una cena de empresa de faquires- sin buenos detectores de gases: breve.
Para situaciones de tal calibre es mejor dejar a un lado al niño de la gorra, el olfato de un cuñado o cualquier simpático animal, y que la detección de gases la realice alguien que sepa de verdad de detección en entornos industriales como aquí, sobre todo en lugares cerrados y peligrosos (y no me estoy refiriendo al despacho del jefe). También es importante que tengan aparatos de calidad y de buen calibre…digo bien calibrados, no sea que contrates el servicio en plan baratillo y en lugar de detectar gases detecten fiambres.
Hay una cosa que me llama la atención en lo relacionado con los gases: lo mal que suele oler en las fábricas y que paradójicamente los gases que más muertes ocasionan son los que no se huelen. Yo por si acaso prefiero que el único gas que esté cerca de mi sea el que sale de una cervecita bien fría.
En la confección de este texto ningún cuñado ha sufrido daño. Es un mensaje de LICUCER (Liga de Cuñados Cerveceros)