El cine fronterizo de México y los Estados Unidos ha sido un referente, desde los años 30, en la cinematografía de aquel país creando en el imaginario colectivo temas tan recurrentes, como la ida o huida hacia el norte, el desarraigo que conlleva, América como paraíso y tierra de oportunidades que raramente se confirman y la frontera como un enorme lupanar, embebido de tequila y controlada por el narcotráfico, en un espacio de infinita criminalidad y violencia.A fuerza de usar los mismos caracteres, éstos acaban usándose de tal manera que se convierten en estereotipos. Por eso presentar un tema diferente en la frontera entre estos dos países es todo un riesgo y una agradable, y muy apreciable, novedad. Sobre todo, si se presenta con tanta ternura, sabiduría y cariño como lo hace Antonio Méndez Esparza en su primera película, Aquí y Allá.Aquí se sitúa en un pueblo de la frontera, en la que muchos de sus habitantes han tenido que emigrar a la tierra de las oportunidades, empujados por la miseria y la necesidad, dejando atrás durante años familia, amigos, costumbres y lengua, para poder ganar mejor su vida y enviar todo lo posible a su país.Pocas veces se ha tratado el regreso y ahí radica la virtud de este filme. Los sueños de mejora, de éxito y de fáciles y lucrosas ganancias se reducen en muchas ocasiones a una pesadilla que deja un amargo poso de desarraigo, soledad y tristeza. Muchos mexicanos han vuelto a su país, tras años en los USA, porque sus lazos familiares compensar el regreso y la tierra nunca les ha dejado de reclamar.Volver puede ser aún más difícil que partir. Instalar una confianza en el seno dela pareja quebrada por años de ausencia y noches repletas de inquietantes preguntas, reanudar las relaciones con hijos que se han convertido en adolescentes o adultos y que miran a su padre como un perfecto desconocido, aportar desgracias de la gente que se ha quedado allá y no ha tenido la inmensa suerte de poder volver… todo es delicado y frágil.
Antonio Méndez Esparza podría haber elegido un dispositivo más complicado para contar esta historia u optar por el género documental. Al final el cineasta ha decidido aventurar en la frontera de la ficción y la realidad. Ningún actor es profesional y todos interpretan su propio personaje, como el protagonista, Pedro De los Santos, que el director conoció cuando trabajaba en un supermercado y tocaba con su grupo, los Copa Kings.
Poco a poco se va perfilando una magnífica historia, próxima al documental, narrada como una ficción en la que en cuatro partes -Aquí, Regreso, Horizonte, Allá- se cuenta una intensa existencia que recibió el Premio FIPRESCI de la Semana de la Crítica en Cannes 2012. Los detalles de las relaciones familiares, los retratos de cada personaje, sus dudas, inquietudes y luchas diarias son tan emocionantes como verdaderos y, al final, la película deja un suave gusto nostálgico, y un enorme amor hacia estos personajes que hacen lo mejor posible, lo que todos intentamos cada día, lograr vivir.