Revista Homo

Aquiles, parte III 'Final del guerrero y amante bisexual. Principio de la leyenda' Referentes LGTB en la mitología clásica X

Por Sarah_abilleira @PonteEnMiPiel

Aquiles, parte III 'Final del guerrero y amante bisexual. Principio de la leyenda' Referentes LGTB en la mitología clásica X

Aida Acero Marquina

Tras la muerte de su amado Patroclo, Aquiles se cepilló a todo aquel que se le ponía por delante. (Nótese la doble lectura)
Después de la muerte de Héctor, Pentesilea reina de las amazonas, llegó a la guerra para participar del lado troyano. Una vez finalizada la tregua con el rey Príamo, la lucha fue reanudada, enfrentándose el pélida con la amazona. Tras un lance en el pecho de ella, éste venció en la lucha, y muchos cuentan que Aquiles, se quedó sobrecogido por la belleza que la amazona emanaba en el momento en que moría. Parece que el héroe era capaz de apreciar la hermosura independientemente del lugar y del momento. Uno de los soldados, el más feo, cobarde e impertinente, (para Homero), el cojo Tersites, al ver esa reacción se burló de Aquiles, y éste lo mató al instante. Para lavar este acto, el hijo de Tetis hizo una escapada a Lesbos donde, tras una serie de sacrificios a los dioses, purificó su crimen.
El compañero más cercano del pélida pasó a ser Antíloco, quien había sido el portador de las malas noticias de la muerte de su amado Patroclo, y que sin éxito había tratado de consolar al guerrero.
Poco habría de durarle sin embargo esta relación, pues una vez más el destino cruel arrancó en la batalla la vida de su amor.
De nuevo, aliados acudieron a auxiliar a la ciudad sitiada. Esta vez se trataban de fueras etíopes al mando de el terrible y legendario Memnón, sobrino de Príamo. Era hijo de Titono y Eos, diosa de la aurora. (A modo de puntualización es preciso señalar que generalmente “etíope” era la palabra utilizada por los griegos para designar a cualquier oriundo del África negra)
Las huestes de Etiopía avanzaban imparables haciendo retroceder a los aqueos. En un punto de la batalla, Néstor, padre de Antíloco y el más sabio de los aqueos, se vio desprotegido ante la embestida de Memnón, debido a que París había herido sus caballos y retrasaba su retirada. Para evitarlo Antíloco arrojó su lanza sobre el rey Etíope. Éste la esquivó recibiendo el impacto su amigo Étope de Pírraso y muriendo al instante. Encolerizado, igual que Aquiles lo estuviera en su momento, fue directo por Antíloco quien con su vida pagó la salvación de su padre.
(No sé si sería correcto afirmar, al observar esa reacción, y los términos empleados, que dicho “compañero”, Étope, se trataba en realidad de pareja sentimental de Memnón)
De nuevo sintió “el de los pies ligeros” cómo su corazón partía, y como repitiéndose en el tiempo, se lanzó a la batalla ciego de ira intentando mitigar su dolor. El combate entre Memnón y Aquiles se narra más legendario aún si cabe que el de éste contra Héctor. Ambos eran descendientes directos de los dioses, ambos vestían una armadura forjada por el propio Hefesto, y a ambos les precedía su fama.
Sus madres asistieron impotentes al combate. Tetis, al lado de su hijo, observaba sobrecogida cómo éste se acercaba más a la muerte a pesar de cada victoria obtenida; mientras Eos, asistía aterrada a la muerte de su hijo Memnón, pues una vez más la cólera del pélida se impuso en batalla.
Con el dolor que sólo una mujer puede sentir al ver morir al fruto de sus entrañas, Eos llamó a sus hijos, los vientos Céfiro, Bóreas y Noto, a recoger el cuerpo de Memnón. Éstos llevaron sus restos hasta un lugar del río Esepo, cerca del estrecho de Dardanelos, lugar custodiado por Ninfas y densas arboledas. Y mientras, las gotas de sangre de Memnón que caían a tierra se transformaban en ríos pestilentes de aguas negras, todos los etíopes que le habían acompañado se volvieron invisibles y transportados por los vientos, llegando hasta su tumba, donde se transformaron en “memnones”.
Dícese que las lágrimas de Eos llorando la muerte de su vástago aún perduran en el mundo, siengo éstas el rocío mañanero. Tal fue el dolor por la pérdida, que Zeus decidió otorgarle la inmortalidad a Memnón. Tras aquel combate, ninguna otra cosa salvo la muerte le esperaba ya al rubio. Sobre ese momento histótico, existen varias versiones en las que diferentes personajes, anteriormente ultrajados por el héroe, cobran su venganza.
Resulta que Aquiles se enamoró de nuevo, esta vez de una de las hijas del rey Príamo. (Que levante la mano quien se acuerde de Polixena) Fue ella y no otra persona quien esta vez encandiló a nuestro rubio favorito, y sirvió como moneda a cambio de una tregua entre él y el rey de Troya. Y sería ella quien precipitaría la caída del héroe, pues su corazón no albergaba otro sentimiento que no fuera odio hacia él.
Políxena averiguó el punto débil de Aquiles y en secreto se lo reveló a su hermano Paris, causante de la guerra, y uno de los últimos supervivientes de la corte.
Una noche, Aquiles entró furtivamente en Troya para verse con Políxena. Durante este encuentro, Paris emboscado, disparó a Aquiles una flecha a su único punto débil, a su talón. Ésta era la única parte de su cuerpo que no había recibido los dones que en su día Tetis le imbuyera tras sumergirle en la laguna Estigia agarrándole del talón. Se dice que fue Apolo quien guió la flecha pues también tenía cuentas pendientes con “el divino”. (O que Paris en realidad lo degolló) Sea como fuere, hasta aquí llegaban sus andanzas en vida. Tras esto, Polixena abandonó también el mundo de los vivos, algunos dicen que en realidad sí que estaba enamorada y se suicidó con su espada, otros que fue Neoptolemo, hijo de Aquiles, quien la degolló en venganza cuando llegó para participar en la guerra.
Tetis llegó del mar con las nereidas, y afligidas por el desenlace de Aquiles, lloraron su muerte y celebraron los juegos funerarios en su honor. Sus huesos fueron mezclados con los de Patroclo. Y tras la pira, Tetis cogió las cenizas y las guardó en una urna de oro para llevarlas llevó a Leuce, en la desembocadura del Danubio. Allí se levantó un túmulo en su honor. Se cuentan leyendas acerca de una isla que Tetis levantó del mar para erigir un lugar consagrado a su hijo. Allí residían almas de guerreros, y aquellos que aún vivían, ya fueran soldados, marinos, o mercantes, se dirigían a ese lugar para elevar ofrendas al pélida.
Uno de sus más ilustres visitantes fue Alejandro Magno, quien posiblemente fuera nieto de Aquiles y que compartía aficiones de guerra y de cama con él. (Sería la genética de la época)
La guerra sin embargo aún no sería resuelta hasta tiempo más tarde, gracias a los augurios de Calcante y la inteligencia de Ulises.
Al fin, las profecías se vieron cumplidas y los destinos se encontraron con sus protagonistas. La gloria que tanto ansiaba, perduraría por los siglos venideros y serviría de referente para otras almas combatientes, sin caer en la cuenta de que era la fuerza de su carácter y no la de su espada la que ganaba las batallas.
Aida Acero Marquina
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