Revista Arquitectura
Era muy evidente la emoción del Director -Maestro Carlos Vieu - y de los músicos de la Orquesta Estable, del Maestro preparador Marcelo Ayub y de los cantantes del Coro Estable, y de todos y cada uno de los asistentes al Concierto Extraordinario del Teatro Colón de Buenos Aires, el pasado jueves 6 de mayo de este año 2010 en que celebramos el Bicentenario de la Argentina.
El sostenidísimo aplauso fue un homenaje del público a los artistas que con nobilísima dedicación, volvieron a envolver la Sala con la magia de la música y el espíritu de su arte. Para que ellos puedan crear esa magia fue diseñado y construído el Colón en el siglo XIX y también, cien años después, para esa magia se lo restauró.
Pero el Concierto, más allá de cualquier cuestión política, había sido ofrecido y dedicado por el Jefe de Gobierno de la Ciudad, Ing. Mauricio Macri, a todas las personas, empresas y organismos que trabajaron en la obra, y en plena emoción, los músicos invirtieron el sentido de la ovación y ellos mismos, espontáneamente, aplaudieron al público, como si estuvieran agradeciendo el esfuerzo realizado, mucho más allá de las circunstancias y de los trabajos contratados, para que el Teatro recupere su esplendor y se proyecte al siglo XXI con la tecnología más avanzada. Y en medio de los aplausos recíprocos, alguien, saliendo de la extrema sobriedad ceremonial, lanzó un grito que sintetizó magistralmente aquello que unía todas las emociones: ¡Viva el Colón!
Sí, ¡Viva el Colón!, porque el Colón no es sólo el santuario porteño de la ópera, del ballet y de la música sinfónica: es también el mejor símbolo de nuestra más alta vocación por la más alta cultura. Y desear que el Colón viva es desear que el sueño y el proyecto de que nuestra tierra sea un solar hospitalario para la cultura, atraviese los siglos.
Hacía tres años y medio que la sala del gran teatro había suspendido sus actividades para que una multitud de restauradores, de artistas, de artesanos y de obreros le devolvieran el brillo y la calidad de sus mejores días. Además, el Colón había sido consolidado estructuralmente, aislado del ruido ambiental urbano, renovado en sus instalaciones, convertido a la era digital, protegido con alta tecnología contra los riesgos de incendio y actualizado en su maquinaria teatral a la altura del nuevo siglo.
Y quizás no habría podido elegirse ninguna otra obra musical que la Novena Sinfonía de Beethoven para volver a disfrutar de su excepcional acústica, que tanto ha contribuido para ubicar al Colón, a Buenos Aires y a la Argentina en el mapa más exigente de la cultura musical. El Director, el Maestro Pedro Pablo García Caffi, puede estar orgulloso.
En especial, no podría haber habido mejor culminación que el Himno a la Alegría, no sólo para festejar la resurrección del Colón, sino también para hacerlo con el mensaje trascendente que siempre fue el suyo: la alegría de la unión fraternal: "Tu magia reúne / lo que la costumbre dividió con fuerza; / todos los hombres serán hermanos, / bajo tus alas bienhechoras".
Soñado por el Intendente Torcuato de Alvear en 1884, diseñado por el arquitecto marchegiano Francesco Tamburini en 1889, construído entre 1890 y 1908, inaugurado con Aída de Giuseppe Verdi el 25 de mayo de 1908, completado para el Centenario de la República Argentina en 1890, el Teatro Colón es fruto de la imaginación y de la capacidad técnica de Tamburini, de Vittorio Meano y de Jules Dormal, los tres arquitectos que se sucedieron en la dirección de las obras. Y también, de una cantidad de arquitectos, ingenieros, artistas, técnicos y expertos que contribuyeron a hacer de él una obra maestra: Ortúzar, Selva, Maschwitz, Newbery, Susini, Calaza...
Al llegar al siglo XXI el Colón estaba en grave peligro y muy desactualizado. Urgía intervenir. Casi como un milagro, las gestiones políticas lo comprendieron con suma responsabilidad: un gobierno inició las acciones y otro las concluyó con renovada energía. No sería justo omitir en esta historia los nombres de los Jefes de Gobierno de la Ciudad Aníbal Ibarra y Mauricio Macri. Y con mayor razón todavía, es necesario destacar la vocación de bien público y la capacidad de gestión de quienes tuvieron papel político fundamental en el inicio y el desarrollo y culminación: los Ministros, arquitectos Silvia Fajre y Daniel Chaín.
Y ya en lo estrictamente técnico, es fundamental destacar el diseño del emprendimiento y de su desarrollo a cargo de la arquitecta Sonia Terreno, cuya notable capacidad y dedicación supervisó hasta los mínimos detalles, el minucioso y eficaz gobierno de las obras desde la Unidad de Proyecto Especial presidida por el Ing. Sebastián Maronese, e integrada también por el Arq. José María Cacciola, y la propia Arq. Terreno, la gestión inicial del Arq. Álvaro Arrese y el posterior gerenciamiento de las obras a cargo del Ing. Rodolfo Seminario, la siempre esforzada labor del Arq. Andrés Schulman en los muchísimos proyectos específicos y de un conjunto de asesores efectivos en restauración –como los arquitectos Eduardo Scagliotti, Bettina Kropf y Myriam Ferreira-, en consolidación estructural -como los Ing. Javier Fazio y Eduardo Cotto-, en acústica -como los ingenieros Rafael Sánchez Quintana y Gustavo Basso-, en prevención contra incendios -como el ing. Miguel Ruoti-, en climatización -como el ingeniero Julio Blasco Diez-... la nómina es larguísima.
Entre el año 2001 y este 2010, las obras suscitaron interés en la opinión pública, desde la genuina preocupación cívica por una obra tan compleja en medio de las peripecias políticas, económicas y sindicales, hasta el alarmismo irresponsable, técnicamente injustificado y éticamente reprochable por la utilización mendaz de argumentos insostenibles. Pero la obra triunfa por encima de sus circunstancias.
La admirable Elisabetta Fabbri, la arquitecta que ha intervenido con tanto acierto en la restauración de Alla Scala de Milán, de La Fenice de Venecia, del teatro de Bari y del San Carlo de Nápoles, ha dicho que en nuestro caso "se ha conservado la autenticidad a un máximo obsesivo", que "el principal logro es haber dotado al Colón de la más moderna tecnología, sin destruir parte del monumento tal como se hizo en La Scala, donde se demolió la torre escénica. Lograr adaptar la modernidad a las piezas originales de la construcción implica un tremendo esfuerzo" y que "en Italia no hemos sido capaces de realizar una reconstrucción semejante. Por eso, el Colón, con esta monumental obra de restauración, se convierte en un caso paradigmático para el mundo entero". Es una opinión de gran autoridad.
Si así nos ven desde el conocimiento profundo de las dificultades de restaurar un gran teatro lírico, si así nos ven desde el mundo...entonces...¡Viva el Colón!. Tal vez el teatro nos ayude no sólo a recibir y producir la mejor música nuestra y del mundo, sino también a unirnos fraternalmente para alcanzar los logros que necesitamos para honrar a nuestros mayores, para construir un futuro mejor para nuestros hijos y para ocupar con dignidad nuestro lugar en el mundo.
Que la reapertura del Teatro Colón, este 24 de mayo de 2010 sea el inicio de una verdadera reapertura mental al entendimiento y al emprendimiento para unirnos a todos...y que su magia reúna lo que la costumbre dividió con fuerza, para que todos los hombres y mujeres sean hermanos, bajo sus alas bienhechoras.
arq. Gustavo A. Brandariz
Fotografías: de Roger Bits en Flickr y la foto grupal enviada por G.Brandariz
Editado por el arq. Martín Lisnovsky