"Brilla un sol de oro allí por sobre los árboles y sobre los pabellones, y es el sol argentino, puesto en lo alto de la cúpula, blanca y azul como la bandera del país, que entre otras cuatro cúpulas corona, con grupos de estatuas en las esquinas del techo, el palacio de hierro dorado y cristales de color en que la patria del hombre nuevo de América convida al mundo lleno de asombro, a ver lo que puede hacer en pocos años un pueblo recién nacido que habla español, con la pasión por el trabajo y la libertad- escribía José Martí en el número 3 de "La edad de oro", dedicado a la Exposición Universal de París, de 1889....Este lenguaje que hoy nos suena ditirámbico, no parecía entonces exagerado para hombres serios como Martí. La Gran Exposición era una fantástica exhibición de los mejores resultados de la paz, de la libertad y del espíritu de emprendimiento, y la República Argentina estaba a la vanguardia entre los pueblos más progresistas y exitosos de aquel tiempo. Empezaba a ser la "Tierra de Promisión" que más tarde sería el motivo del cuadro de Alice y de la literatura de Darío y de Gerchunoff.
El Pabellón Argentino
La Gran Exposición Universal de París se realizó en terrenos del Campo de Marte de la capital francesa. En esa exposición, la República Argentina presentó un pabellón diseñado por el arquitecto francés Albert Ballú, que obtuvo el primer premio entre los pabellones de países extranjeros y que estuvo emplazado muy cerca de la Torre Eiffel.
Era Presidente de la República el Dr. Miguel Juárez Celman y para organizar la presencia argentina en París formó una Comisión de 11 miembros, presidida por Antonino C. Cambacèrés, que se trasladó a París. Luego de obtener un predio de 1600 m2, propio para la Argentina, la Comisión convocó a un concurso de arquitectura, seleccionando el diseño de Ballú.
La Construcción del Pabellón
El Pabellón diseñado por Ballú era una típica expresión de la arquitectura de su tiempo. Aunque sus formas generales respondían a lejanas inspiraciones clásicas, era un artefacto de gran tamaño, de vidrio y metal, profusamente ornamentado. Ballú lo explica así: "La construcción del Pabellón es de las más sencillas. El programa impuesto era proponer un edificio desmontable y transportable a Buenos Aires, por lo cual el arquitecto ha establecido un armazón de hierro, cuyas diferentes partes han sido atornilladas ahora, para ser clavadas unas a otras invariablemente más tarde. Esta armadura de hierro, provista de adornos de fundición y de molduras donde quiera que la necesidad de colocar esculturas o de disponer partes salientes se ha dejado sentir, descansa sobre cimientos de piedra (...) y sótanos enlazados entre sí por medio de arcos de ladrillo.
En el exterior, las partes verticales que quedaban entre los nervios de hierro, se han rellenado con azulejos, mosaicos, porcelanas, revestimientos de vidrio, planos o formando ampollas salientes iluminadas de noche por la luz eléctrica, gres esmaltados, tierras cocidas y ladrillos barnizados.
La techumbre es de cobre para las partes cubiertas de las cúpulas, de zinc para los grandes tramos y de vidrio para los cimborrios y glorietas superiores".
Terminada la Exposición
Terminada la exposición, pese al proyecto original de su traslado a Buenos Aires, el Gobierno Nacional dispuso su venta, dada la difícil situación económica del país. A tal efecto llamó a licitación, con el propósito de realizar la adjudicación el 14 de enero de 1890. La venta sería separada en 8 lotes, por lo que el Pabellón se desintegraría.
Sin embargo, el Intendente Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, Francisco Seeber, logró frenar el remate y ofreció al Gobierno Nacional compartir los gastos de traslado a Buenos Aires del Pabellón. Aceptada la propuesta, el 1º de febrero de 1890, bajo la supervisión del ingeniero municipal, Juan B. Medici y siguiendo expresas indicaciones del arquitecto Albert Ballú, el edificio empezó a ser desarmado. A continuación, se embarcaron 6.000 bultos en la barca naval "Ushuaia", algunos de los cuales fueron arrojados al mar en el trayecto, en medio de una tempestad: la carga inicial pesaba 1690 toneladas. El Pabellón, desarmado, llegó a Buenos Aires a fines de 1890.
A partir de comienzos de 1891, el edificio empezó a ser rearmado en terrenos de la actual Plaza San Martín, obra que fue dirigida por el ingeniero holandés Juan Waldorp y que se completó en 1893. Allí se mantuvo hasta el año 1934.
Waldorp actuó en carácter de titular de la empresa "Juan Waldorp y Cía.", que asumió la tarea como concesionario municipal, facultado para la explotación comercial del Pabellón por un plazo de 15 años. La fecha de inauguración quedó fijada para el 14 de enero de 1894. La construcción despertó el interés del público, ya que se trataba de un edificio muy moderno y de gran dimensión, que venía asociado a un antecedente prestigioso.
La entrada del Pabellón se hallaba en Arenales 651, entre Maipú y Florida. Según narra Bonifacio del Carril, "se celebró un contrato con una empresa particular para explotarlo como sala de conciertos y teatro".
En la bajada de Maipú se construyó otro edificio para servir de confitería, pero el negocio fracasó y allí quedó el Pabellón Argentino, solitario, en lo alto de la barranca, soportando las inclemencias del tiempo". La confitería - cervecería anexa fue obra de Carlos Morra y luego sirvió como sede de la Comisión Nacional de Bellas Artes.
En 1898, aprovechando las instalaciones del Pabellón, se construyeron ampliaciones en forma de alas, del mismo "estilo", para realizar en ambas construcciones la Exposición Nacional de ese año.
En 1900 el Pabellón pasó a albergar el Museo de Productos Argentinos de la Unión Industrial Argentina.
En 1910 funcionó allí la Exposición Internacional de Arte del Centenario. Entre 1910 y 1931 el edificio del Pabellón Argentino fue sede del Museo Nacional de Bellas Artes. Hacia 1923, el Dr. Cupertino del Campo, que fue uno de los más meritorios directores de ese museo, inició una brega -que nunca logró éxito- para construir un nuevo edificio para la institución, frente a la Plaza San Martín. A tal efecto, realizaron croquis los arquitectos Martín Noel, primero, y Herrera Mac Lean y Quartini Herrera más tarde. Mucho tiempo antes, el arquitecto Julio Dormal había preparado también un proyecto de edificio monumental para el museo...
Extractos tomados de: "El Pabellón Argentino", Gustavo Brandariz 2005
El artículo puede leerse completo en la web del Club del Progreso:
http://www.clubdelprogreso.com/index.php?sec=04_05&sid=44&id=2789
Aprovechamos para agradecer a nuestro amigo Carlos Zeballos quien ha citado el artículo en su altamente recomendado blog (http://moleskinearquitectonico.blogspot.com/2010/10/la-torre-eiffel-y-la-exposicion.html) y felicitarlo por la inminente exposición de fotografías dedicada a la expo de Shangai (http://moleskinearquitectonico.blogspot.com/2010/11/expo-shanghai-2010-miradas-intensivas.html)
Editado por el arq. Martín Lisnovsky