
Se trata, simplemente, de enfocar la cuestión de un modo más original, pues quien haya visto ambos films, bien sabe que los roles de Gabourey Sidibe (nominada con justicia al Oscar) y Émilie Dequenne (ganadora como mejor Actriz en Cannes '99) son víctimas de un atroz círculo social y familiar.
Siguiendo con la línea trazada: ¿por qué Precious es considerada por algunos como “pornografía audiovisual” y Rosetta es una “obra maestra”? Seguramente, porque Precious tiene un nivel de explicitud y de morbo que los Dardenne siempre evitarían. Sin embargo, ambas logran sus objetivos: en determinado momento, sus protagonistas, o las circunstancias dadas, explotan.
Precious tiene el dialecto, los mohínes y ciertos clichés de los films encabezados por actores negros en personajes marginados. Desde Haz lo correcto hasta Hustle & Flow, pasando por Boy’z N the hood o Sugar, pero con la diferencia de que aquí las que llevan las riendas, para bien y para mal, son mujeres. La potencia de Mo’nique es arrasadora. Desde miradas gélidas hasta sonoros improperios, demuestra en presencia y esencia a una madre de temer, y logra que Faye Dunaway interpretando a Joan Crawford en Mamita querida parezca una serena mujer. Gabourey Sidibe, como esa hija sufrida y humillada, tiene la difícil tarea de enfrentarse a la amargura de su contexto, y esta joven sabe explotar todos los matices posibles, con el cuerpo y el alma.
Daniels, por si quedan dudas, no se mide. Va a los extremos, y sin ningún reparo hace uso alguno de la mesura. Antes que él, su guionista Geoffrey Fletcher lo precede. Y primera en el podio, Sapphire, la poetisa debutante en la novela con Push, el libro que inspiró al director para registrar las peores miserias.
Sabiendo lo sabido, entendiendo y siendo concientes de qué trata el film, y cual es el registro elegido, queda en los espectadores juzgarlo a Daniels.
Si Danny Boyle generó una guerra sin fin de polémicas con la mucho más discreta Slumdog millionaire, Precious seguramente será más recordada por el ruido que ha generado.
Lo dicho: el film está bien actuado y dirigido, y hasta escrito, con sus licencias y sus elecciones. Pero también, y a diferencia del film de Boyle, hay en Precious un film mucho más permeable a los odios y rechazos, a las polémicas y a los fervores, y todo ello opaca lo que queda con el tiempo, o no. Y Precious no será recordado como un film trascendental.
