Revista Arquitectura
Tratado III, Capítulo XIII, Observación I – Del orden Gótico, y sus proporciones
Los Góticos, bien que fierísimos y gente nacida más para destruir que para edificar, adaptándose poco a poco al aire más dulce de Italia, España y Francia, finalmente devinieron no solo cristianos, sino religiosos y píos, y de destructores con el tiempo se hicieron al fin no solamente liberales, sino también ingeniosos edificadores. Así es que con su modo de edificar, o que lo trajeran de su país, o que lo inventaran de nuevo en cada país por ellos conquistado, Europa se pobló de variados templos, lo cual fue después seguido por largo trayecto de tiempo aunque después abolido y reducido a nada. El porqué en España, después de otras se ve la gran iglesia de Sevilla en la Andalucía, la catedral de Salamanca en Castilla, la gran iglesia de la Beata Virgen de Reims en Campaña, la principal de Paris en Francia, el “Duomo” de Milán en lombardía, y la cartuja, la iglesia de la ciudad en Bologna, la primera de Siena en Toscaza, y tantas otras infinitas edificadas con gran costo, y no sin gran arte. Alrededor de esta arquitectura, que se sepa, no se encontraron datos sobre preceptos que hayan asignado sus proporciones, pero como nacida sin maestro, así se ha ido propagando, legando generosamente a los descendientes aquello que habían visto seguir a sus antepasados; y por qué los hombres de aquel tiempo tenían por singular regocijo el reunir lo esbelto con lo delgado, como se ve en antiguos retratos, y como consecuentemente les placía hacerlo en sus iglesias, que hicieron, proporcionalmente a su longitud, muy elevadas; donde siguiendo el estilo en otras cosas fueron estirando las columnas de suma esbeltez y, cuando la necesidad del peso excesivo hizo necesario hacerlas más gruesas, para no perder su amada sutileza unieron muchas juntas, haciendo como un compuesto, como se puede ver en la planta señalada 20 en la lámina XIX, cada una de las cuales llevaba un pie de cuatro, que forman la bóveda de crucería, a la cual manera de bóveda se aficionaron. Y detrás de esta tan ambicionada esbeltez parece también que buscaron un fin totalmente opuesto a la Arquitectura Romana. Porqué allí donde esta tiene por principal intento la fortaleza y no hace gala sino en la sólida disposición de los edificios, aquella tiene por objeto erigir edificios muy fuertes sí, pero que parezcan débiles y como un milagro el que se mantuviesen en pie. Allí se verá una gruesísima aguja de un campanario apoyada establemente sobre sutilísimas columnas; arcos que se repliegan sobre sus pies, que penden en el aire, ni se apoyan en columnas que lo sostengan. Torres todas perforadas, que terminan en finísimas pirámides; ventanas extremadamente elevadas; bóvedas sin flancos. Y ciertamente sin temor de colocar un ángulo de una altísima torre sobre un arco, como se ve en la iglesia mayor de Reims, o sobre una columna como en el templo mayor de Paris, o propiamente fundarlo sobre la cima de una bóveda, o sobre cuatro columnas como en San Pablo de Londres, una altísima cúpula sobre cuatro columnas, como en el Duomo de Milán. De esta ambición también nace el hacer las torres pendientes, como la torre de los Asinelli en Bologna y la torre del Duomo de Pisa, las cuales, si bien no son agradables a la vista, llenan de estupor la inteligencia y aterran al espectador.; cual de estos dos fines opuestos será más glorioso, será digno problema de un académico ingenio. Y de estos ejemplos góticos creo que la Arquitectura Romana ha finalmente osado sobreelevar la cúpula sobre cuatro pilares, como ya se ve, después de la primera de Florencia y luego la de San Pedro en Roma, y por muchas ciudades de Italia.
Pero para retornar al orden gótico, hay columnas de tres modos, algunas son de 20 módulos, como la columna 21, otras de 18 y otras de 15. Los capiteles ordinariamente no exceden de un módulo, no habiendo volutas; el cuadrado desciende jubilosamente en el asiento circular, u octogonal, como se ve en el capitel 22; algunos otros imitaban el capitel dórico, como el capitel 23. Las hojas de estos capiteles eran varias, pero todas de bajorrelieve y no desplegadas hacia fuera, esculpidas ordinariamente de hojas de cardo, que era la hoja más aplaudida en la obra gótica; el ábaco por lo ordinario consistía en un grueso cardón, colocado sobre el plano. La base era una cima reversa con una gran scozia distinta de sus listeles, o bien una scozia que termina en una cima reversa, como la base de la columna 22. La acanaladura eran a vivo, parte convexa parte cóncava, como se ve en la columna 21, pero largas, con listeles distintos.
Este orden no tiene cornisa, porque los góticos impostaban los arcos directamente sobre las columnas, no usaron columnas si no para sostener los arcos y los pies de la crucería o de bóvedas; donde hacían pilastras en sus iglesias, como la planta 20, lo hacían de tantas columnitas entre sí unidas e inmersas en una gran pilastra, cuantas eran los principios de la bóveda que debía ser colocada sobre ella, y su una bóveda era más baja, la otra más alta, sin interponer cornisa, o hacer nuevo orden, o disminuirlo, hacían seguir pasando el primer capitel, o prolongaban la misma columna al segundo bajo la bóveda más alta para sostenerla.
Las cornisas pues las hacían bajo el triforio, o donde creían estuvieran mejor en la parte exterior del templo, el cual distinguían con columnatas, o pilastras, que finalizaban siempre en arcos, los cuales se entrelazaban, y las cornisas eran conjuntos de arquillos que se entrelazaban y encabalgaban, como se ve en la cornisa 24; también hacían haces variadamente esculpidos, con círculos de varios tipos de vínculos y de follaje de adorno. La variedad de estas cornisas es grande, no compuestas sobre determinadas reglas, por lo que no se puede dar una cierta disposición, y no pocos usaban gargantas, muchos astrágalos y cimas reversas, y listeles.
Traducido por Arq. Alberto A.Alfaro
Prof. Adjunto Historia 1 –Catedra Brandáriz – FADU - UBA
Gracias Alberto!!