Revista Arquitectura
En el marco de la exposición BATIMAT EXPOVIVIENDA, el día viernes 3 de junio, a las 18 horas, en el stand de la Sociedad se realizará la presentación del libro "Habitar Buenos Aires, las manzanas, los lotes y las casas", compilacion de escritos coordinada por el Profesor Emérito FAU UBA, arq. Juan Manuel Borthagaray.
En preparación desde el 2008 y con el sello editorial de la Sociedad Central de Arquitectos, el libro reune a destacados profesores, historiadores, críticos y arquitectos; entre ellos encontramos a Alberto Bellucci, Teresa Boselli, Rodolfo Giunta, Alberto de Paula, Lucía Calcagno, Alfonso Corona Martínez, Fernando Diez, René Dunowicz, Aquilino González Podestá, Rolando Schere y Jorge Ramos.
Como anticipo, seleccionamos un fragmento del texto del arq. Gustavo Brandariz:
La villegiatura en Buenos Aires
"Fue probablemente entre 1557 y 1558 cuando Andrea Palladio construyó en Maser, Treviso, la "Villa Barbaro", una de sus magistrales casas de campo señoriales. Poco pueden entenderse estas casas si no se las ubica en su paisaje y en su momento, dentro de la historia de la región veneciana. En 1453, con la caída de Constantinopla, la actividad comercial marítima de Venecia sufrió un daño irreversible y fueron pensadores como Alvise Cornaro y estadistas como Andreas Gritti, los que impulsaron la reconversión de la economía volcándola a la agricultura. Ese es el origen de fenómeno de la villegiatura, al cual Palladio apoyó con sus creaciones arquitectónicas. Producción, higiene, salud, vida sobria, moderación, naturaleza, campo y arquitectura palladiana quedaron para siempre fundidos en un sólo y vigoroso ideal.
¿Cómo llegaron estas ideas a Buenos Aires? En 1847 Domingo F. Sarmiento está en Italia, ha recorrido la zona de Venecia y de Vicenza y los campos de la Lombardía. y piensa en su país: "¿Porqué la pampa no ha de ser, en lugar de un yermo, un jardín como las llanuras de la Lombardía, entre cuyo verdinegro manto de vegetación la civilización ha salpicado a la ventura puñados de ciudades, de villas y de aldeas que lo matizan y animan?". Es la imagen de la villegiatura traspuesta a la pampa y engalanada por el arte renacentista y palladiano. "Hay en Italia un pueblo entero de estatuarios, pintores y arquitectos que viven, no ya en la tradición popular, sino mezclados a la existencia actual y cuyos nombres, fisonomías y acciones son de todos más conocidas que los principales personajes vivientes". ¿Porqué Italia? El afecto por lo italiano era muy lógico en los románticos, no sólo por lo romántico de las campiñas italianas sino también por motivos más ideológicos. De Italia venía el influjo de Mazzini y la Generación del '37 era mazziniana.
Por entonces había mazzinianos en Buenos Aires, en Londres, en Boston, en París y hasta en Alejandría, en donde funcionaba una filial de la Joven Italia. Gobernaba Egipto Mehmet Alí, que procuraba industrializar, modernizar, europeizar e italianizar su Virreinato, independizándose del Sultán. Y justamente desde allí venía el arquitecto lombardo Pedro Fossati, mazziniano y garibaldino, que será en la Argentina el introductor de la arquitectura refinadamente neo-renacentista italiana. No sólo un estilo estético: un ideal de vida y de forma de habitar.
Fossati era un claro exponente del pensamiento neo-renacentista italiano, que se identificaba con la libertad intelectual, el progreso material y social, la democratización y la modernización. Era el soporte lingüístico de un mensaje profundamente renovador. Era cuestión de ideas: el cónsul Cerruti recomendaba a Fossati porque "un profesor mira mucho más al nombre que al interés". Tiene ideas y compromiso con sus ideas.
En los años de la Organización Nacional, el estilo neo-renacentista fue el manifiesto republicano y progresista hecho arquitectura. Y no sólo para la arquitectura oficial, o para la arquitectura del centro. También fue el estilo de la sociedad civil, el de las casas de patios de los nuevos barrios de inmigrantes, el de los almacenes, el de las escuelas laicas. Con pocas excepciones, todo lo nuevo fue italiano: ese el Buenos Aires posterior a la epidemia de fiebre amarilla, antes de que irrumpieran los Luises en el barrio norte, afrancesando a la ciudad. El Buenos Aires profundo que rememora Borges en San Telmo, que no es colonial, sino italiano. Y las nuevas casas suburbanas, las nuevas quintas, sólo pretenden ser villas palladianas. Ahora el sentimiento no era pintoresquista, sino democrático y productivo. Implicaba combinar la belleza con la revolución industrial y también con la mejora sanitaria, con el avance científico.
Estas ideas flotaban en el ambiente y eran propias no sólo de intelectuales, sino también de inmigrantes emprendedores como Agustín Comastri, que en 1875 construyó una casa de estilo neorenacentista en su quinta de la zona de Chacarita y que era todavía un trigal. Comastri fue agricultor, tuvo moreras y gusanos de seda, pero su orgullo eran sus viñedos. Como era habitual en un descampado, la casa poseía un alto mirador. Aún está en pie, convertida en escuela y desde hace años, desde el Gobierno de la Ciudad, las arquitectas Bettina Kropf y Flavia Rinaldi han venido intentando con empeño su recuperación, aunque los presupuestos nunca alcanzan. Sin ser una obra singular, El Mirador es también un testimonio de aquellos años del neo-renacimiento."
Habitar fuera del Centro: quintas, caserones y villas (La ilusión del verde)
Gustavo Brandariz, 2008