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Localizado en la frontera entre Uzbekistán y Kazajistán, el mar de Aral padeció las consecuencias de los desafortunados actos del ser humano, que lo ha hecho desvanecerse prácticamente en su totalidad.
Desde hace miles de años, el mar de Aral ha beneficiado del agua de los ríos Amu Daria y Sir Daria. Conservaba su nivel gracias al equilibrio natural de los aportes de agua de estos dos ríos y de la evaporación. Las poblaciones colindantes de este mar eran muy prósperas, y tenían importantes industrias de pesca, ganadería y agricultura. La suma de todo esto, fomentaba que hubiera un comercio interesante en toda la región.
Aral, el mar que se secó
En 1959 comienza el colapso de esta región, cuando la Unión Soviética, a la que pertenecían Kazajistán, Uzbekistán y el resto de repúblicas centro asiáticas, tuvo la brillante idea de plantar algodón en esta zona, con el fin de convertirse en los principales proveedores del producto a nivel mundial. Pero mira tú por dónde, no tuvieron en cuenta que el mar de Aral se encuentra en una zona extremadamente árida y el algodón necesita una inmensa cantidad de agua para su producción. Desde el punto de vista comercial parecía una buena idea, pero desde el medioambiental fue una desgracia total.
Tras la creación de los canales, gran parte del caudal de los ríos iba designado al algodón. Por un lado, llegaba menos agua al mar de Aral, y por el otro, continuaba evaporándose de la misma forma. Esto hizo que lentamente, dónde antes encontrábamos un enorme mar, fuera apareciendo un destacado desierto. Y donde antes había una enorme flota pesquera, que proporcionaba más de la mitad de todo el pescado que se consumía en la Unión Soviética, ahora se aprecian los restos de esos barcos encallados en el desierto.
El lugar se ha convertido en una especie de aterrador reclamo turístico, pero sobre todo, se ha transformado en un símbolo de aquella catástrofe medioambiental. En un inicio, el mar de Aral llegó a tener hasta 68.000 km2 de los que hoy sólo se preservan 6.000 km2. En otras palabras, en muy poco tiempo, el cambio fue mayúsculo. De hecho, en 1987 el mar de Aral ya se había dividido en dos bloques completamente separados. Uno correspondía a la zona de Kazajistán y el otro a la de Uzbekistán.
La desecación fue tan rápida, que en el año 2000 la zona sur ya estaba separada también en dos bloques de agua. Uno occidental y otro oriental. Este último ha desaparecido por completo en estos últimos años. Lo más triste de toda esta historia es que todo esto se produjo con el desconocimiento absoluto de la comunidad internacional. Sobre todo, durante los primeros años en los que el plan algodonero era un éxito total, y lo mantuvieron en secreto. En 2003 la NASA publicó unas fotografías por satélite que mostraron la realidad de lo que estaba sucediendo con el mar de Aral.
Las consecuencias de la eliminación de un recurso hídrico en una zona completamente desértica, conforme iba disminuyendo el nivel del mar, iba subiendo la concentración salina. Todo esto unido a una gran acumulación de pesticidas durante años, provocó la muerte de muchas especies marinas. Pero las secuelas fueron más allá porque se trata de una región dónde se dan abundantes tormentas de arena que contienen polvos tóxicos de cloruro sódico que afectan a los territorios circundantes.
Con la desaparición del mar, también lo hacen la pesca, la ganadería y la agricultura. Todo esto provoca un éxodo masivo a nivel social en el que van a emigrar muchas familias, y la poca gente que se queda, se enfrenta a problemas de salud relacionados con la contaminación del agua y del aire.
Desde 2005, se está recuperando ligeramente la zona norte del mar de Aral gracias a la construcción del Dique Kokaral. Una presa de 13 km de largo construida por Kazajistán gracias a ayuda económica del banco mundial. Sin embargo, la zona sur en Uzbekistán está prácticamente condenada a una muerte segura.
Es una lástima porque el mar de Aral llegó a ser una de las grandes masas de agua interiores del mundo. Su desecación nos tiene que hacer reflexionar y servir como triste ejemplo de lo que es capaz de provocar la acción del ser humano en la naturaleza. Porque, aunque parezca increíble, en este caso el ser humano ha conseguido acabar con un enorme y próspero mar en muy poco tiempo.
Autor: Juan Álvarez-Nava García para revistadehistoria.es ->Sigue al autor en Instagram en @elprofecurioso
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Bibliografía
- El Aral, un mar al borde de la muerte, El País, 15 de enero de 2010.
- Bissell, Tom. “Eternal Winter: Lessons of the Aral Sea Disaster”. Harper’s, April 2002, pp. 41–56.
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