No tiene la magia que irradia Stonehenge, uno de los monumentos megalíticos más importantes del orbe planetario. Pero se le asemeja en cuanto a pasado, un pasado mágico y especial. Aralar es un museo al aire libre de la prehistoria en territorio hispano, sin duda. Y al alcance del viajero apasionado por los primeros pasos de la evolución humana en la Tierra. Su actividad en esta zona es muy remota. El macizo calcáreo de Aralar, a caballo entre Vasconia y Navarra, pastizales de la legendaria oveja vasca, es notable por sus valores ecológicos y por su patrimonio megalítico compuesto de más de 60 dólmenes, túmulos, yacimientos en cuevas, círculos de piedra, crómlechs y menhires. Se trata de una zona montañosa poco poblada, que conserva un aspecto primitivo y salvaje.
Los constructores de estos megalitos se convirtieron en los primeros pastores que surgieron en la Tierra y sus sucesores. Levantaron estas toscas construcciones en unas zonas donde el pastoreo continúa hasta nuestros días. Recientes investigaciones científicas han dado con piezas de sílex correspondientes a unos 50.000 años de antigüedad, pertenecientes al hombre de Neandertal, cuya colonia más destacada en la península ibérica no se halla muy lejos de aquí: en Asturias, en concreto en la zona de El Sidrón.
Aralar vista desde el monte Txindoki./Txo
Durante aquella etapa prehistórica, la vegetación arbórea en la sierra de Aralar, también parque natural y que se extiende a lo largo y ancho de más de 200 kilómetros cuadrados, era bastante más escasa, en la que predominaba el pino y la especie humana no sabía aún lo que era la agricultura y la ganadería. Vivía de la caza y la recolección de frutos silvestres. Pero es que antes, mucho tiempo atrás, el parque de Aralar nació hace 40 millones de años de las entrañas de un gran arrecife coralino, con aguas muy poco profundas y una gran variedad de algas, corales y peces.
En la vaguada de Ondarre, zona en la que se han hallado estos últimos útiles, también se han datado una cista (estructura parecida a un pequeño dolmen) de hace 4.100 años, un crómlech de hace 3.000 y un bloque de piedra de la etapa final de la Edad de Bronce. Las cistas se construían para albergar cuerpos de unas pocas personas muertas de relevancia porque les acompañaba un ajuar destacado, mientras que los crómlechs, en cambio, albergaban las cenizas de los difuntos.
Ondarre, en Aralar, se ha convertido en un paraje excepcionalmente rico por los vestigios arqueológicos que se han localizado en su entorno. Además de estos restos, en una colina que delimita la vaguada se descubrió el dolmen de Argarbi, así como los resquicios de varias cabañas pastoriles del siglo III o IV, con elementos de civilización romana, como un anillo de vidrio, una cuenta de collar y algo de cerámica. También está cerca el fondo de cabaña de Esnaurreta, de cronología altomedieval.
Uno de los muchos dólmenes que se localizan en Aralar./Jrpvaldi
El descubrimiento de Jentillarri, el primer dolmen, en el año 1789, dio paso a continuación a una sucesión de hallazgos que han convertido la sierra de Aralar en una de las más claras referencias europeas en cuanto a la Prehistoria se refiere. Bellos caserones como los de Madotz, Astitz o Baraibar, molinos como el de Aitzarrateta o ermitas como la de Santiago de Itxasperri son otros de los testigos del pasado que aún permanecen en pie en Aralar y que merecen la pena verse. Lugares con historia, en definitiva, que agrandan la impresión posterior que le queda al viajero.
Además del interés arqueológico, el parque ofrece muchos recorridos interesantes a montañeros y senderistas: al monte Txindoki (1.331 metros de altitud), el punto más elevado; al hayedo de Akaitz, al escarpado ‘domo de Ataun’, al glacial de Pardelutz… Los aficionados a la naturaleza observarán como al ascender a las cotas más altas los encinares y robledales ceden su puesto a los hayedos y roquedos. Algunas otras elevaciones de interés son Irumugarrieta o Intzako Dorrea (el más alto de la sierra), Ganboa (el más alto de la parte guipuzcoana), Aldaón y Pardarri.
Dolmen de Jentilarri./Mauri
En el Aralar navarro se encuentra el santuario medieval de San Miguel, un edificio de gran interés histórico-artístico, emplazado entre hayedos y pastizales. Su privilegiada ubicación le convierte en un excelente mirador sobre las sierras y llanuras de la zona. En su interior se conservan las cadenas que según la leyenda llevaba Teodosio de Goñi (un caballero medieval a medio camino entre la historia y la leyenda) como penitencia por haber matado a sus suegros, víctima de un engaño del diablo y de las que se vio liberado al invocar a San Miguel venciendo así al dragón de Aralar.
La fauna terrestre característica de estos montes integra unas 150 especies de vertebrados, entre las que destacan por su abundancia el corzo, el jabalí y el visón europeo, el buitre leonado, el alimoche, el águila real y algún que otro quebrantahuesos. A diferencia de San Sebastián o Zarautz, Aralar no es de los lugares más turísticos de Guipúzcoa, pero bien merece la pena una escapada de fin de semana, al menos.
En el parque de Aralar sobresale el mirador de Lazarrusti, que domina gran parte del valle de Araquil, y cuenta con espléndidas vistas sobre la sierra de Aralar, al norte, y las de Andía y Urbasa, al sur. Precisamente, si se baja por el valle de Larraun, el viajero ávido de nuevas experiencias históricas encontrará la cueva de Mendukilo, una gruta utilizada durante siglos como establo para el ganado, hoy reconvertida en sala de exposición y muestra de hermosas estalactitas y estalagmitas en un espectáculo sin igual.
Dónde dormir: Hotel Andia; Ipertegui s/n, 31160 Orkoien (Navarra); teléfono: 948325075; [email protected].
Dónde comer: Restaurante San Miguel de Aralar; Uharte Arakil, 31840 (Navarra); teléfonos: 948373032 y 627512938; [email protected].