En uno de los numerosos programas culturales de Tele 5, se vio a una Aramis Fuster claudicante y desolada; unas imágenes emitidas posteriormente demostraron que cuando la expitonisa no se sentía observada por ninguna cámara, la deambulación se convertía milagrosamente en normal. Interrogada sobre el particular, fue motivo de pitorreo generalizado entre el personal, que en estos programas anda la cosa de esa manera, ante la indiferencia -tampoco quedaban muchas más opciones- de la adivina reconvertida a meretriz y colaboradora o asidua -al menos de eso trata la interesada- en platós televisivos vendedores de casquería.
Una publicación digital de ámbito nacional recogía hace escasas fechas, los juguetes rotos de las televisiones, recordándonos casos tan sonados como el del padre Apeles y otros personajes de medio pelo que tuvieron su momento de gloria en la pequeña pantalla, algo así como los puntuales “trending topic” de una red que vende excesivamente cara la popularidad mal entendida.
Pues nada, desde este espacio nos alegramos de la milagrosa recuperación de un personaje mediático, que nunca ha estado en el “candelabro” (versión Mazagatos), pero tampoco ha dejado nunca de tener ese aire que le permitió vivir sin hacer nada durante las últimas décadas, y eso, qué duda cabe, tiene su mérito.