En este mes de las mujeres, en el que conmemora el Día Internacional de la Mujer, para llamar la atención sobre los aportes de las trabajadoras y sus derechos, queremos llamar la atención sobre la realidad de las mujeres que acompañan a sus niñas y niños hospitalizados, en especial, a aquellas que tienen hijos con enfermedades crónicas.
Hace mucho tiempo que la pediatría ha descubierto la importancia del acompañamiento amoroso de las madres para la sanación. Y es por eso, que los hospitales de niñas y niños tiene como norma obligatoria la internación de la madre junto con el paciente. Son estas invisibles mujeres que permanecen durante todo el día y la noche junto a la cama de sus hijos, a quienes no solamente los cuidan, sino que mantienen el entorno y realizan un trabajo hospitalario que ayuda a descargar a enfermeras, médicos e incluso aseadoras de las salas.
Las madres cuidadoras hacen importantes aportes al funcionamiento de los hospitales, cumplen
un conjunto amplio de tareas, desde higiene y alimentación de sus hijos, hasta el aseo de las instalaciones donde reposan. Sin embargo, ni la sociedad, ni la estructura de salud, las ven, tampoco consideran qué ocurriría si no estuvieran allí para limpiar, proporcionar medicamentos, controlar, acompañar a sus hijos y ayudar a sostener el tratamiento y atención en condiciones de escasez y precariedad. Son ellas quienes se encargan del 90% de las necesidades de higiene de niñas y niños, y de la higiene de camas y habitaciones, aportan todos los implementos de higiene, proveen más del 50% de la alimentación de niñas y niños, vigilan los tratamientos y se ocupan de los traslados y del entretienen de los niños y niñas que, con amor, canciones y cuentos, hacen menos terrible las horas en el hospital y sacan alguna sonrisa.
La mayoría de los hospitales no tienen facilidades para las madres cuidadoras, que terminan durmiendo en el piso y deben proveer sus propios alimentos. Cuando sabemos —como lo ha mostrado el estudio realizado por Prepara Familia en 2023— que la mayoría de ellas son pobres, han tenido que dejar sus humildes trabajos para cuidar a sus hijos, una mayoría son madres solas con otros hijos, se hace evidente la enorme soledad y desamparo a la que las ha relegado una sociedad que las hace invisibles. Una política de corresponsabilidad es justa e indispensable, pero sobre todo es simplemente humano: reconocer el aporte de este trabajo callado al sistema de salud, a los derechos de niñas y niñas, y a nuestra infancia que sufre.
Incentivos y apoyos económicos son indispensables para transitar por las delicadas situaciones que deben encarar madres y cuidadoras, las carencias familiares son inmensas y aumentan exponencialmente ante las enfermedades importantes. En este sentido, el cuidado y sostenibilidad de la vida de estas y estos niños, requiere de infraestructura, pero también de recursos para quienes acompañan y hacen una labor valiosa para sus hijos y también para el hospital y el sistema de salud.
Sin la contribución del trabajo de estas mujeres, tanto en atención como en higiene y limpieza de espacios, el gasto de los hospitales sería mucho mayor, de manera que los incentivos son simplemente una retribución justa por sus aportes.
Alba Carosio