Rohaní [el nuevo presidente iraní] no es, según la prensa internacional, un reformista, pero sí un hombre moderado, capaz de conciliar a un país dividido. Quién así se expresa en "El País" no es uno de sus columnistas especializados en política internacional, sino la escritora Elvira Lindo, nada dada a entrometere en esos vericuetos, en un artículo lleno de sentimiento titulado "Factor humano", supongo que en referencia implícita a la famosa novela de intriga del mismo título escrita por Graham Green, y no sé si también a las nuevas filtraciones que están poniendo en aprietos al presidente Obama.Elvira Lindo hace hincapié en su artículo a la relación que mantiene a través de internet con diversas personas que viven en Irán, especialmente con algunas mujeres, de las que no da pista alguna para garantizar su seguridad, que se muestran esperanzadas con la elección del nuevo presidente iraní. La cuestión es que, nada más leerlo esta mañana, me vino al recuerdo la entrada que escribí el 18 de diciembre de 2011 sobre la iraní, Shirin Ebadi, que fue Premio Nobel de la Paz del año 2003. Una prestigiosa juez y abogada en su país que tuvo que marchar al exilio en 2008. La he recuperado para el blog y reescrito para la ocasión.Contaba en ella que el mundo de la diplomacia se desenvuelve mediante expresiones sobreentendidas que dicen lo que no dicen y que solo entienden los iniciados. Por ejemplo, cuando un diplomático dice "sí", en realidad está diciendo "quizá"; cuando dice "quizá", está diciendo "no"; y nunca dirá "no", porque eso no sería diplomático... Quizá sea esa la razón de que si le preguntáramos a un diplomático de la Unión Europea o los Estados Unidos de América cuales son las "bêtes noires" (otro término diplomático) de las cancillerías occidentales se nos fueran por la tangente, pero creo que no tendrían duda alguna en incluir entre ellas al actual régimen iraní.No suelo caer en el maniqueo equiparamiento de régimen o gobierno, y pueblo o Estado. Por poner otro ejemplo, soy un decidido admirador y defensor del pueblo y del Estado de Israel, y con igual convicción condeno muchas de las actitudes y comportamientos de sus gobiernos actuales y pasados. Por la misma razón, siento una profunda simpatía por el pueblo iraní y su milenaria historia, y una igual de profunda animadversión por su régimen actual, heredero directo de la teocracia impuesta por el ayatolá Ruhollah Jomeini en 1979.Mi admiración y afecto por el pueblo iraní viene de antiguo, como mínimo, de hace cincuenta años. Ya lo he contado en el blog anteriormente en la entrada Irán y USA, del 23 de mayo de 2008, en la que relataba mis asiduas visitas, con catorce o quince años, a la Embajada Imperial del Irán en Madrid, en el barrio de El Viso, muy próxima al domicilio de mis padres, y el trato siempre cordial que me dispensaban en ella, trato que ponía en relación con mi admiración simultánea en el tiempo por el pueblo norteamericano, nacida de algo tan inusual en un españolito de principios de los 60 como mi afición por el béisbol. Lo recordé entonces leyendo un interesante artículo de la profesora María Jesús Merinero, catedrática de Historia Contemporánea en la Universidad de Extremadura, titulado "Añicos de Irán", publicado en el número de octubre de 2010 de Revista de Libros. Un artículo en el que se hace una severa crítica del reciente libro de los periodistas franceses Serge Michel y Paolo Woods "Puedes pisar mis ojos. Un retrato del Irán actual" (Alianza, Madrid, 2011), que la profesora Merinero tacha de sensacionalista, falto de rigor y plagado de prejuicios, estereotipos, ignorancia e intereses geoestratégicos, que ensombrecen, dice, los múltiples cambios que se han producido en la sociedad iraní, y que la hacen emerger como una sociedad afable, posmoderna, e inmersa en el éxtasis de la comunicación; en definitiva, confundiendo y mezclando, intencionadamente, pueblo iraní con régimen iraní. Régimen que los propios iraníes, añade, definen lisa y llanamente como dictatorial, más que como teocrático e infalible, despojándole así de la supuesta sacralización que los ultraconservadores del régimen quieren atribuirle para defender sus prácticas. En apoyo de esta tesis sobre la realidad del pueblo y la sociedad iraní actuales, que lucha por imponerse al régimen político que los sojuzga, viene a sumarse la actividad incansable de la abogada y activista proderechos humanos iraní Shirin Ebadi, Premio Nobel de la Paz en 2003, primera ciudadana iraní y primera mujer musulmana en recibir este premio, en exilio forzado desde 2008, Nacida en Hamadán (Irán) en 1947, con solo 23 años fue una de las primeras mujeres juez de su país, y a los 28 la primera presidenta de un tribunal iraní, Fue arrestada por primera vez en el año 2000 por defender a familiares de escritores e intelectuales asesinados en su despacho de abogado, que abrió tras ser expulsada de la carrera judicial. Tres años después le concedieron el Nobel de la Paz, que recogió en Estocolmo con la cabeza descubierta, lo que provocó nuevas críticas de los dirigentes iraníes. Hace tres años, el Gobierno iraní cerró el Centro de Defensores de Derechos Humanos que había creado en Teherán y comenzó un acoso implacable a su familia, además de amenazas de muerte que le impiden regresar a su país y le obligan a un exilio nómada, de país en país. El País Semanal de aquel domingo de finales de otoño de 2011 publicaba una extensa entrevista con ella del periodista Javier Ayuso:"No basta con derrocar al tirano, hay que constuir la democracia", que casualmente le realizaba en Madrid el mismo día en que Gadafi era linchado en Libia por los opositores de su régimen, en la que se pronunciaba decididamente por una separación estricta entre religión y política, y aunque aprovechaba la oportunidad para defender al Islam como religión, criticaba el uso político que hacen los dictadores islamistas de la misma. Para Ebadi, la religión es importante -dice-, pero los gobiernos antidemocráticos, como el iraní, justifican sus actos con la religión, pero eso no es verdad; lo que hacen no está de acuerdo con el islam, concluye con rotundidad.A la pregunta de si había cambiado algo en Irán en los últimos años respondía que la situación era entonces peor que hacía un año; mucho peor que hacía ocho años, cuando recibió el Nobel, y claramente peor que cuando se le impidió volver a Teherán en 2009. Las cárceles están llenas, añadía, y las cosas van a peor, aunque cada vez haya más personas en contra del gobierno, Al final de la entrevista decía sentirse apoyada en su lucha por el pueblo iraní, un pueblo que quiere la democracia y los derechos humanos.Me gustaría, como a Elvira Lindo, que las aspiraciones de un nuevo Irán por parte de esas mujeres y hombres que sufren la opresión de un régimen como el actual se vieran cumplidas, pero como decía al comienzo de esta entrada, me temo que ese "quizá" diplomático que le otorgamos a la elección de Rohaní se quede en eso, en un "quizá" que traducido al lenguaje de la calle, equivalga al "no" de siempre. Espero, por el bien de los iraníes, equivocarme.Y sean felices, por favos, a pesar de todo. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt