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Publicado el 07 febrero 2010 por Anarod

Un estudiante atento y madrugador me vio un día de las pasadas vacacione navideñas escurrirme rauda por los pasillos del edificio noble, como una sombra, que se diría, si no fuese porque, a pesar de las prisas y de lo insólito del encuentro (no era periodo lectivo, no tenía porqué estar yo allí), me detuve para cumplir con lo obligado en esas fechas aún recientes : ¡Feliz Año!

De ser otras las circunstancias, lo habría invitado a un café (que yo sí necesitaba)... pero el negocio -es decir, el no ocio o la investigación- apremiaban... (aparte las circunstancias personales).

Desde las vacaciones, me paso gran parte del tiempo viviendo bajo la muerte, a cuenta de un libro que preparo.

Por fortuna, la aventura me obliga, en ocasiones, a trasladarme al que fue Pabellón de la República: un escueto (aunque locuaz en sus formas, y muy bello) edificio anclado en un extraño retazo de esta ciudad extraña. Porque allí, en una especie de tierra baldía, en un espacio que parece suspendido en el aire, y ajeno, al pie de una inmensa carretera o avenida ... se yergue una reconstrucción del mítico edificio diseñado por Josep Lluís Sert y Luis Lacasa que representó a Epaña en la Exposición Universal celebrada en París en 1937.


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En el exterior hay una reproducción del Guernica pero su interior alberga auténticos tesoros.
Contemplo arrobada algunos carteles de la Guerra Civil que cuelgan enmarcardos en las paredes (es recomendable al respecto leerse las memorias de Carles Fontseré, uno de los grandes cartelistas del momento. Fueron editadas en Pòrtic, en 1995, y me temo que aún no están traducidas al castellano), en parte procedentes del mítico legado de Josep Maria Figueras.


Me enternezco especialmente ante una página de Sidrín. Y no por cosa de patriotería, ¡ojo! Y recuerdo la escena en que Sidrín marchaba al frente y decía:

Y por su patria valiente
marcha alegre con su gente
(La verdad es que nunca pude explicarme el porqué de este nombre para el protagonista del muy popular semanario que entonces dirigía el gran antoniorobles... (Martín Gaite dice cosas estupendas de este escritor, y yo pude comprobar cómo les puede seguir gustando a mis hijos)


En esta inmersión, descubro relatos sorprendentes, jamás citados (ni traducidos). Llego a conocer a las protagonistas de la intrahistoria. Leo, toco y huelo libelos y folletos de aquellos años, publicados en un papel de calidad admirable, con tintas exóticas (o juanramonianas, si se prefiere: verde, lila...) y con unas relaciones o crónicas o testimonios... No en vano, se almacenan aquí 150.000 libros, 14.500 cabeceras de prensa de época y unos 10.000 carteles.
Para flipar!

He pasado cientos y cientos de horas casi agonizando con ellas, las mujeres que vivieron bajo la guerra.
Y sin embargo...
Aún queda tanto por contar.
Próximamente, que se dice.


¿Existen las corazonadas, o la intuición, o la imantación o el polen of ideas floating in the air del que habló Henry James?
Porque en la breve escapada a Asturias me llevé el reciente libro de Rodrigo Rey Rosa: El material humano (Anagrama, 2009).
Y digo libro porque, desde el punto de vista de los géneros literarios, es un híbrido de relato, crónica, investigación, diario... más su poquito de thriller.
Recuerdo que había intentado leerlo cuando apareció, pero en aquella ocasión no avancé.
Supongo que entonces buscaba un relato-relato y... las primeras páginas me disuadieron. Simplemente porque entonces no era lo que necesitaba: meterme en otros archivos.


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Si Javier Marías nos enseñó que cada cosa necesita su tiempopara ser contada, también las lecturas exigen sus momentos (digo yo).
Así que el libro de Rodrigo Rey Rosa seguía aguardándome en una de los cuatro o cinco pilas de lecturas pendientes dado que el autor no es soslayable y...


(Cuando viajo, voy ligera de equipaje: pocos libros y, sobre todo, diversifico el riesgo. Así que suelo llevarme cuatro o cinco tomitos portátiles, y a ver...).

En Asturias quería olvidarme de los archivos pero igual era que tenía nostalgia de ellos (o nerviosismo, porque si andas en jaleos y con cosas pendientes, no acabas de desconectar) y me metí en un libro donde el personaje-narrador hurga en los procelosos archivos policiales de Guatemala para investigar los casos de artistas e intelectuales perseguidos o reclutados, pero... ¡Cuántas sorpresas!
Para empezar, la identidad de su jefe (un ex-guerrillero, convertido en celoso custodio). O el retorno de ciertos datos sobre el secuestro de su madre. Hay en Material humano revelaciones espeluznantes de los desastres de unos y otros. Y hay la convicción de que "repasar la historia es ocuparse de los muertos [...] en el Archivo yo veía un lugar donde las historias de los muertos estaban en el aire como filamentos de un plasma extraño, un lugar donde podían entreverse "espectaculares máquinas de terror", como tramoyas que habían estado ocultas. Los otros investigadores, ¿verán algo diferente?, me pregunto".


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Una lectura muy recomendable, aunque no se haya jaleado mucho entre las novelas de 2009. ¡Una pena! No siempre somos puntuales.

P.D. Esta entrada estaba hilvanada bastante antes de que en El País notciasen pomposamnete lo de que "La República (y su pabellón) no se rinde" (Viernes, 5 de febrero de 2010), sección Ctaluña, p.4). Puede que le hayan dado un impulso, pero... no hay escáner, no se pueden microfilmar, tampoco se pueden reproducir según qué textos (pese a que algunos se han conservado en un envidiable estado...)
Es decir, los medios o las condiciones para trabajar siguen siendo muy precarios.
También he de decir que... pese al riquísimo fondo allí depositado, sólome tropecé ocn unchico jovencito ...
¡Salud!


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