Arco de Cuchilleros
Hemos superado los mil quinientos setenta metros de altitud cuando llegamos a la meseta donde nos esperan las Damas y La Cara, como cerrando un circo antiguo de piedra y canciones anteriores aún a la palabra humana, como un circo de constante y lento caminar por este mundo donde antes que nosotros se asentaron plantas, animales, primeros humanos de los que nosotros apenas podemos tener alguna imagen por la ciencia que nos asiste y nos rodea.
Desde la distancia vemos el Arco de Cuchilleros.
Madrid se desliza suavemente por la ladera abajo de la Pedriza, hasta hacerse llanura, río, embalse, pradera, asfalto... Aquí arriba, los montañeros soñamos caminos recorridos y otros que nos faltan por recorrer, los montañeros sabemos que en esta tierra abundan los muchísimos caminos que nunca podremos transitar porque somos limitados en el tiempo y aún en el espacio; los montañeros nos sentimos cercanos a todas las personas que recorren otros caminos que nosotros no llegaremos a visitar nunca.
Continúa el sendero por nuestra derecha buscando la enorme roca que conocemos como El Acebo, acaso por su forma altiva y compactada, por su persistencia a través del tiempo (dicen que el árbol acebo puede vivir mil años), tal vez por la dureza de su madera. Este acebo pétreo bien pudiera haber tomado el nombre de algún enhiesto castillo misterioso
El Arco de Cuchilleros aparece a los montañeros como una inmensa ventana que nos conecta con la humanidad de todos los tiempos.
Lo dejamos a nuestra izquierda y comenzamos a descender suavemente para acercarnos a la brecha lejana de El Arco de Cuchilleros entre jaras y lagartijas.¡Qué solemnes y grandiosas resultan las moles de piedra en la Pedriza! Aquí nos detenemos un tiempo que, siempre parece demasiado breve, para contemplar y admirar la delicadeza con la que la naturaleza trata estas rocas tan inmensas.
Paso entre rocas y árboles por el Hueco de las Hoces
Desde aquí hasta la Pradera del Yelmo seguimos alguna senda que inequívocamente nos lleva hasta la falda sosegada y grandiosa del Yelmo donde trepan con pericia dos cordadas de escaladores que nosotros observamos mientras, sentados entre rocas y sombras, damos cuenta de un intenso yantar pues la jornada ya ha sido larga y aún nos falta el regreso.
Descenso por Barranco de los Huertos.
Yo aconsejo no salirse de los caminos trazados y bien conocidos de la Pedriza, pues en cualquier momento las rocas parecen desconocidas y el camino se pierde entre maleza y trepes casi imposibles. Jose y yo descendimos haciendo una diagonal de difícil tránsito primeropor el Hueco de las Hoces para llegar después al Barranco de los Huertos. Las sendas están muy difuminadas, las rocas son complicadas de superar, el camino se endurece...
Llegamos al coche... llegamos a casa...
Javier Agra