Revista Cultura y Ocio

Arde Bogotá: La noche

Por David Gallardo @mercadeopop

Arde Bogotá: La noche

Nos borraron de las calles. Pero no pudieron arrebatarnos las noches porque habitamos en ellas. Son nuestra razón de ser. Y aunque nos hemos mentido a nosotros mismos por purita supervivencia, las vamos a reconquistar. Para sobrevivir. Y porque sigue la noche y se nos queda el fuego prendido. Eso dicen, al menos, Arde Bogotá.

A aquel ardor se le canta en Bogotá, en Murcia, en Madrid, en Cartagena, en Carabanchel y donde quiera que estés tú en este instante. A las noches sin freno, sin fin. Noches de bucle desde la intención desmedida inicial hasta que la luz de sol te acaricia el lomo. Engañemos al sol.

Se está calentito abajo, cuando te quema todo contra lo que te vas a inmolar. Eso no te lo cuentan en la escuela, pero ven a bailar, cariño, nuestra canción de mierda. Y, por favor, llévame a lo oscuro. No me dejes salir nunca jamás. Mátame si te lo pido, si ya tal.

La historia de una noche interminable. Eso nos cuenta Arde Bogotá. Con todas las posibilidades en plan luces intermitentes de alarma para que, ya que te vas a perder, dejes el rastro. Es, de alguna manera, la banda sonora de lo que fue hasta marzo de 2020 y lo que va a ser a partir de cuando pueda ser. Y todo lo que nos ha pasado mientras tanto, se fue. No está.

Eso sí, eh, cada noche tiene un punto de inflexión. Cuando alguien dice que se quiere ir, que ya no lo tiene. Se acaba la magia ahí y todos somos un plan a punto de salir fatal. Una sensación supuestamente millenial pero que en realidad es universal. Cada cual lleva su ritmo: "Ten fe, confía en mí. Y mañana lo arreglamos".

Todo con un rock consistente y mogollón de gordo. La producción es rotunda. Que es rock, que no andéis mareando, caramba. Certero, además, directo. Y no pretendas pillarle el punto a estas canciones si estás de buen rollo diurno. No va de eso. Lo suyo es ahora, que son las 2 de la mañana del 9 de mayo de 2021: el último día del estado de alarma de los cojones.

Pero antes de que podamos salir de los toriles, a comer techo. Lo malo de estos meses es que no te dejaban ventilarte a la fresca, joder. Dicen que la gente ha comido mucho pan: no estoy seguro de que en lugar de levadura no hayan usado yeso y gotelé. De hecho, es evidente. Así de libres están las cabezas.

Ocurre que, al final de la noche, sobre todo si no has dormido, te asaltan las dudas tan altas como la luna. No sabes qué demonios ha pasado. Si tiene sentido todo tu ímpetu. No crees que tenga sentido tanta tanta energía diluida. Si titubeas es que no has ganado: más aún si hay sangre en la almohada y un helicóptero policial alumbrándote.

Claro que también puede ser una nave espacial que te quiera llevar por ahí de garbeo. Son cosas que uno ve cuando es convenientemente deslumbrado por la luz del amanecer. Es ese instante en el que te parece normal fundar Cartagena en otro sistema solar: es ese instante en el que te parece normal volver a empezar otra noche más.

Me dicen por el pinganillo que Arde Bogotá son el grupo de las primeras frases. De los titulares en sus canciones. Me parece síntoma de veracidad en un tiempo en el que el contenido de las noticias se dedica a negar el titular. En su caso, el titular se desarrolla en conveniencia con la realidad. Es de noche y mañana será de día... si llegas. Verdad.

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