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Arder en el invierno, de Marcelo Luján

Publicado el 06 julio 2010 por José Angel Barrueco
Arder en el invierno, de Marcelo Luján
11. KILÓMETROS
Habrá una desdicha cuando me llegue el día y tenga que sentarme a esperar: cuando me quede quieto por falta de combustible: sin pilas y fuera de borda. Mientras tanto viajo por los países pobres. Lluvias por la ventana cuyo vidrio se empaña con las bocanadas del sueño. Y viajo. Y avanzo. Recorro zonas marginales y voy descubriendo que ahí está la verdad. Qué delicia desenterrar lo invisible. Los pobres son los que le dan identidad a las regiones, a las banderas y a los escuditos rodeados de laureles municipales. Porque los ricos son iguales en todas partes, sean éstos de donde sean. Siempre. Usan las mismas marcas de ropa o zapatos y compran sus relojes en las mismas colmenas. Beben los mismos vinos. Fuman el mismo tabaco. Frecuentan los mismos gimnasios y las mismas discotecas y las mismas avenidas o playas. Son idénticos calcados, copiados y hasta pobremente plagiados por algunos pobres descarriados que intentan mal huir de su preciosa condición. Porque los pobres son la verdad y todo lo demás es mascarita. Agujas y elefantes. Mate amargo, yerba al sol. Ilusiones al sol. Los pobres hacen las sillas donde se sentarán los ricos. Hacen las casas de los ricos: sus adornos, sus estufas, sus paredes y sus cimientos. Los pobres asfaltan las rutas para que transiten mejor los coches de los ricos. Los pobres hacen el pan, ordeñan las vacas las cabras las ovejas: trabajan la tierra (sea ésta para sembrar o recalificar). Y los votan: gobiernan los ricos porque los pobres quieren que eso ocurra. Qué desdichado seré cuando tenga que sentarme a esperar. Cuando me quede quieto, varado en medio del charco. Cuando ya no viaje con una mochila por las regiones bárbaras, donde la gente vive a cara descubierta y su única desgracia es ser inmensamente libre.

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