Revista Libros
11. KILÓMETROS
Habrá una desdicha cuando me llegue el día y tenga que sentarme a esperar: cuando me quede quieto por falta de combustible: sin pilas y fuera de borda. Mientras tanto viajo por los países pobres. Lluvias por la ventana cuyo vidrio se empaña con las bocanadas del sueño. Y viajo. Y avanzo. Recorro zonas marginales y voy descubriendo que ahí está la verdad. Qué delicia desenterrar lo invisible. Los pobres son los que le dan identidad a las regiones, a las banderas y a los escuditos rodeados de laureles municipales. Porque los ricos son iguales en todas partes, sean éstos de donde sean. Siempre. Usan las mismas marcas de ropa o zapatos y compran sus relojes en las mismas colmenas. Beben los mismos vinos. Fuman el mismo tabaco. Frecuentan los mismos gimnasios y las mismas discotecas y las mismas avenidas o playas. Son idénticos calcados, copiados y hasta pobremente plagiados por algunos pobres descarriados que intentan mal huir de su preciosa condición. Porque los pobres son la verdad y todo lo demás es mascarita. Agujas y elefantes. Mate amargo, yerba al sol. Ilusiones al sol. Los pobres hacen las sillas donde se sentarán los ricos. Hacen las casas de los ricos: sus adornos, sus estufas, sus paredes y sus cimientos. Los pobres asfaltan las rutas para que transiten mejor los coches de los ricos. Los pobres hacen el pan, ordeñan las vacas las cabras las ovejas: trabajan la tierra (sea ésta para sembrar o recalificar). Y los votan: gobiernan los ricos porque los pobres quieren que eso ocurra. Qué desdichado seré cuando tenga que sentarme a esperar. Cuando me quede quieto, varado en medio del charco. Cuando ya no viaje con una mochila por las regiones bárbaras, donde la gente vive a cara descubierta y su única desgracia es ser inmensamente libre.