El 9 de septiembre de 1927, Salvador de la Plaza, Félix Terán Lacoste, Carlos León, Bartolomé Ferrer, Eduardo Machado, Carlos Aponte Hernández, J A Silva Márquez, Humberto Tejera, Mario Terán, R Bartolomé, Antenor Sala, Diego Rivera, José Prevé, R Ramos Pedrueza, Francisco de P Dávila, Leopoldo Caroti, José Allen, Jesús Amaya y Jacobo Hurwitz, acuerdan expulsar del Partido Revolucionario Venezolano (PRV) al General Emilio Arévalo Cedeño “por su indignidad manifiesta y su traición a los principios básicos que en forma solemne juró defender hasta la muerte”.
La resolución de expulsarlo se puede comprender, con mayor detalle, en una carta escrita en México, el 25 de agosto de 1927, por el revolucionario Carlos Aponte Hernández al prestigioso guariqueño quien, en ese momento, se encontraba en Vichy, Francia.
La arremetida de Aponte al viejo guerrillero, convertido en una leyenda viviente para ese momento, se debió a causas éticas antirrevolucionarias: “primero sus negocios hechos con el dinero de la Revolución, sin previa consulta con las personas autorizadas, trayendo por utilidad a nuestra causa un fracaso más. Usted no ha hecho más que gastar el dinero en viajes de sport y, por último, en el ventajoso negocio del ron”.
Otra crítica feroz y altamente delicada hecha por este a Arévalo dice, claramente, de las diferencias sustanciales entre las ideologías de los caudillos y macheteros y la de jóvenes intelectuales de izquierda revolucionaria con un proyecto político moderno. “De su carta… delatando a tantos compañeros… usted está loco o… padece la mala enfermedad de figurar”. Por último, el joven Aponte lo increpó y dijo: “medite sobre estas cosas y se convencerá que usted no ha hecho más que contribuir al sostenimiento de Gómez”. La ética de estos jóvenes apuntaba a la transformación del Estado conformado por la lógica del “valor personal o la ascendencia libertadora” —a decir de Salvador de la Plaza y Gustavo Machado— pero sin la aspiración última de implosionar los viejos valores coloniales y neocoloniales.
Es decir, Arévalo Cedeño fue un reformista a diferencia de los primeros comunistas que anhelaban la toma del poder político y económico. Por otra parte, el afamado general era un comerciante antimarxista y estos unos intelectuales-militantes que condenaron los negocios hechos por este en nombre la liberación nacional.
