Revista América Latina
Aram Aharonian
El intento de decodificar los mensajes de las elecciones del 25 de octubre ha dado lugar a interesantes debates, pero también a disparatadas interpretaciones. La única verdad es la realidad y esa señala que Daniel Scioli ganó las elecciones por varios puntos, pero la necesidad de una segunda vuelta marcaron un innegable retroceso en un proceso que no se esperaba terminara estrenando el balotaje en el país.
Esta semana nos vendieron que las encuestas muestran que la candidatura de Macri estaba unos puntos por encima de la de la Scioli. Pero a estas alturas los argentinos saben que esta práctica de hacer encuestas a medida de los gustos e intereses de quien las ordena y financia, las hace muy poco creíbles. Y se convierten en herramientas mucho menos que eficaces para inducir a los electores.
Por primera en la Argentina moderna, un partido de derecha podrá llegar al poder sin necesidad de un golpe militar o de elecciones fraudulentas. Aliada siempre al imperialismo –primero el británico, luego el estadounidense- la derecha vernácula y los sectores económicos concentrados hoy tienen la posibilidad de torcer la historia.
Blanco es amarillo
El problema mayor que ha tenido la izquierda en Argentina fue identificar claramente al enemigo. E incluso hoy, parte de esta izquierda, sigue sirviendo como piquete de desestabilización de la restauración neoliberal. Y, por el otro lado, la confusión es creer que izquierda es trostkismo.
El candidato presidencial trostkista, Del Caño, pidió el voto en blanco en el balotaje, pero no desde una posición clasista que buscara la organización de los sectores populares. Su único interés es “demostrar” que Daniel Scioli es de derecha, heredero del menemismo, quizá en su sueño pueril de que los sectores progresistas del peronismo-kirchnerismo se unan a su propuesta….
Otros sectores de la izquierda marxista tiene en claro que hoy en día lo más importante es detener las aspiraciones de un conglomerado político que encarne el proyecto neoliberal, el regreso a las épocas de la dictadura y de la Alianza de 1999. El objetivo debe ser desbaratar la más feroz apuesta organizativa de la derecha argentina de los últimos tiempos, señalan otros.
Votar por Scioli, evitar que gane Macri –señala Mariano Casco- no será más que un elemento defensivo que deberá estar asociado con la más amplia movilización del campo popular. La calle, en definitiva, será el principal escenario de lucha de la Argentina que se viene.
“No queremos que nos gobierne una derecha que estuvo en contra de la estatizacion de las AFJP y de YPF, del matrimonio igualitario, la Ley de Medios y la Asignacion Universal por Hijo. Que destruye el sector público y que quiere terminar con las paritarias, entre muchas otras conquistas populares. Macri, jamás”, indicó un manifiesto de movimientos sociales, a 10 años del No al ALCA.
“Tampoco queremos un presidente que pretende ´acabar con el curro de los derechos humanos´ (Macri dixit), y que se opuso a la pelea de los organismos y el pueblo argentino por Memoria, Verdad y Justicia. Vamos a defender las conquistas populares de estos años en las calles en cualquier escenario por venir”, señalaron 10 organizaciones de izquierda (Seamos Libres , Camino de los libres, Patria Grande, MPR Quebracho, Encuentro Antiimperialista, Movimiento Emancipador, Resumen Latinoamericano, Partido Comunista, OP Cienfuegos, Marcha Patriótica, OPS Los Pibes, Editorial Acercándonos, Barricada TV, Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas, Partido de la Liberación)
Macri expresa el inicio de una fase reaccionaria que profundizará al extremo las continuidades con la década del 90, y eliminará los cambios y las limitaciones al capital; las políticas de autonomía respecto del imperialismo norteamericano y las conquistas democráticas logradas en estos 10 años (ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, ley de Matrimonio Igualitario, paritarias libres, juicios por la memoria, políticas culturales incluyentes y progresistas, asignación universal por hijo, entre otras.
Macri significa a nivel regional alinearse con el eje del Pacífico, abandonando las políticas de integración latinoamericana. Significa llevar a nuestro país al lugar de furgón de cola de las políticas reaccionarias en el mundo, junto a los EEUU, Inglaterra e Israel. Significa abandonar hasta en la retórica la causa de Malvinas; el 22 de noviembre, contra Macri, añade Encuentro Antiimperialista.
Explicólogos abstenerse
Se han difundido interesantes explicaciones políticas y sociológicas sobre el resultado, sobre todo cuando hay conciencia de que no ha habido un rechazo a las políticas de los últimos tres gobiernos. Pero la credibilidad y el apoyo recibido por la Presidenta no mostró a simple vista (escondió) el descontento de quienes sienten que no están mal, que están mucho mejor que a principios de siglo y milenio, pero sí sienten que están estancados.
El ciudadano siempre quiere más, quiere progresar en la escala social. Y es teniendo en cuenta este dato cuando se puede elaborar una serie discursiva –con buen apoyo de los medios hegemónicos- sobre inseguridad, narcotráfico, inflación, presión impositiva, cuando en realidad la respuesta que esperan los votantes es sobre el futuro bienestar económico. No basta con el largo listado de lo logrado en los últimos 12 años: son derechos adquiridos que supone que nadie se los va a quitar. Y quiere ir por más, aunque sea detrás de espejitos de colores.
Dentro de dos semanas se elegirá entre un modelo de desarrollo soberano con transformación de la estructura productiva y otro de desarrollo dependiente. Pero lo cierto es que no es precisamente eso lo que ve (o por lo menos vio el 25 de octubre) los ciudadanos que dejaron de votar por el oficialismo.
Claudio Scaletta recuerda que el único resultado electoral adverso del período, por si faltasen elementos, fue el de 2009, no por la crisis del campo, sino por el freno transitorio provocado por la crisis internacional de 2008. El 37 por ciento del 25 de octubre, y sobre todo los apenas 3 puntos de diferencia con el segundo, pueden explicarse por el freno de la economía a partir de 2012, con el 2014 a la cabeza. Por eso, la idea de un “cambio” abstracto, que no hubiese prendido en 2011, tuvo oportunidad de hacerlo en el tardío 2015
Algunos sociólogos se preguntan cómo un sector de la población, entre ellos trabajadores, pequeños y medianos empresarios –sobre todo los que se nutrieron con el crecimiento del mercado interno-, cuentapropistas, votó en contra de sus intereses de clase, destruyendo masoquistamente aquello que llevó más de una década reconstruir: la economía, los derechos humanos y sociales, la institucionalidad democrática, el tejido social.
Otros se preguntan cómo puede ser que vuelvan a votarse candidatos que propugnan el retorno al pasado reciente, a la restauración conservadora, con las mismas políticas que llevaron a la gran crisis de 2001-2002, a la pobreza, la desocupación y la caída del producto interno bruto, al hiperendeudamiento y la cesación de pagos.
Se enfrentan programas contra percepciones de “cambio”. El sciolismo (la Fundación DAR) publicó dos libros con un programa de desarrollo para superar el estancamiento, pero el macrismo no explicitó hasta el momento su propuesta, más allá de que Macri está muy preocupado por bajar la pobreza, o que quiere más transparencia y que se acaben los enfrentamientos entre argentinos, que hay que terminar con el narcotráfico o que la inflación es un flagelo. Minguito con corbata.
Hoy hay que tener en claro, más que nunca, quién es el enemigo. Más allá de consignas –Braden o Perón, patria o buitres-, tener en claro cuál es el sujeto social de cambio, para defender las conquistas, para exigir su profundización, para estar atentos siempre a que no se desvíe la voluntad popular. Para no volver a ser colonia y poder seguir construyendo una patria justa, libre, soberana, argentinísima y latinoamericana.