A lo largo de la película, encontramos a una serie de secundarios como Alan Arkin y John Goodman que le darán el empaque necesario a un producto que es puro divertimento, pues no plantea ningún debate político ni cuestiona aspectos que se le presuponen a una cinta enclavada en un momento de tanta importancia histórica y que afecta a los intereses geopolíticos de EE.UU. en Oriente Medio. Podría haber dado mucho más de sí, cuestionando el papel de EE.UU. en la revolución iraní, profundizando más en la misma mostrando hechos como la represión por parte de Jomeini contra la oposición política, o como el conflicto desembocó en la guerra entre Irán y el Irak de Saddam, éste último, paradojas de la vida, con el apoyo armamentístico de EE.UU.
Sin embargo, Affleck se limita a tomar los hechos históricos como mero escenario de su película. El conflicto iraní como contexto para contar el rescate de seis de sus compatriotas. En este sentido, se aleja de la visión ofrecida por Spielberg en Lincoln (2012), una visión propagandística y nada revisionista, pero que se mete de lleno en el meollo político-histórico. Tampoco sigue la estela de La noche más oscura (2012, Kathryn Bigelow) pues, como decimos, los esfuerzos de Affleck no se concentran en juzgar a su país ni a sus gobernantes. Ni siquiera se acerca a Django Desencadenado (2012, Quentin Tarantino), pese a que lo "tarantinesco" se sobreponga a la propia película, sirve para pisotear al racismo y la esclavitud en EE.UU. mediante la burla y el escarnio.
No obstante, a Affleck no se le puede negar (aunque como actor sea bastante limitado) su capacidad para construir una intriga que engancha de principio a fin, una narración que no pierde fuelle y con repuntes de tensión más que notables. Por ello no es mala película, como thriller funciona como un reloj, pero en su vertiente política su postura es acomodaticia, superflua e inofensiva. Y por eso se llevará un montón de oscars.
Ben Affleck es Tony Mendez
Alan Arkin es Lester Siegel
John Goodman es John Chambers