Revista Cine

Argo

Publicado el 13 febrero 2013 por Nacho_c

Parece que va a ser la ganadora de los Oscar, viene arrasando y Lincoln no va a ser capaz de pararla. También me da la sensación de que se están olvidando de Django y de La Hora Más Oscura porque no entiendo cómo puede cosechar tanto éxito la última película de Ben Affleck.

Nos cuenta la estratagema de engaño cinematográfico de la CIA para sacar de un Teherán dominado por el fervor religioso, el odio a los EEUU y la venganza contra todo lo que oliera a la represión del Sah, a unos trabajadores de la Embajada americana huídos a la Embajada canadiense cuando cientos de manifestantes asaltaron la casa del Tío Sam. La liberación de los secuestrados se resolvió 444 días después con concesiones económicas y políticas del “Gran Satán”.

Este tipo de acciones por parte de los servicios de inteligencia son más comunes de lo que se piensa, a lo mejor no tan exóticas pero el fondo es el mismo. En definitiva, es una buena historia. Y realmente está bastante bien contada hasta, más o menos, la mitad de la película.

Empieza con un tono documental donde van mezclando la voz en off, planos de las revueltas y viñetas de un storyboard que nos ayuda a entender los precedentes. Poco a poco se va ficcionando y así vamos conociendo a los personajes, cuál es el protocolo en una embajada en una situación así y el terror que tuvo que sufrir aquella gente.

La primera mitad de la película se centran en cómo intentan proponer un plan viable de rescate, cuál es la situación actual y cómo se desarrolla ese plan. Está muy bien. Tiene ritmo, un montaje y un uso de la música muy cercano al estilo Scorsese, localizaciones, arte y actuaciones muy buenas. Alan Arkin, Bryan Cranston, John Goodman. ¿Con esta gente quién no hace una pedazo de película?

Esta parte se podría comparar con La Cortina de Humo. Una gran película de Barry Levinson en la que, mediante una campaña de relaciones públicas y propaganda, consiguen inventar una guerra en los medios, falsa, inexistente, para tapar una noticia escabrosa de tono personal. Muy recomendable por lo bien dirigida y por Dustin Hoffman y Robert DeNiro.

Pero entonces Argo cambia. El protagonista, Tony Méndez, se marcha a Teherán y el género cambia sutil pero significativamente. Se deja a un lado el engaño, las falsas identidades, el mundo del cine, “actuar como si fueran”, y se entra en un juego light de espías del que no se saca partido. Pasamos a ver una Spy Game muy limitada. Y es que Ben Affleck no es Tony Scott. Aunque hace un guiño al final del metraje cuando incorpora una pieza de la banda sonora de dicha película a modo de homenaje. Tranqui Ben, yo sí lo he pillado.

Hacia el final, la escena cumbre intenta un montaje de “salvamento en el último segundo” y la idea está bien, pero es previsible y no aporta tensión con ninguna de las herramientas de las que contaba. El momento clave y se queda flojo, una lástima.

De todos modos es una película que está bastante bien. Recomiendo verla y sacar cada uno sus propias conclusiones. Quizás haya sido un poco injusto y con el tiempo la valore en su justa medida. Pero hay algo, al final de la película, en los títulos de crédito, que es lo que me ha movido a escribir sobre ella. Y es que podemos ver planos de la película junto a fotos de la época que sirvieron como referencias, y es sobrecogedor lo cercano de esa realidad. Aquello pasó realmente, no ha salido de la cabeza del director, y no hace tanto. Quedaros a verlo, merece la pena.


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