Revista Cine

Argo

Publicado el 25 febrero 2013 por Josep2010

Después de unos días de ver películas de este siglo sin que ninguna de ellas haya conseguido animarme a teclear nada, la muy publicitada maniobra propagandística en que se han convertido los premios Oscar casi que me impele, más que motiva, a desahogarme poniendo blanco sobre negro las pocas ideas que brotan después del visionado de una película que se refiere a un momento histórico que recuerdo como si fuera anteayer porque ocupó muchísimas horas de los telediarios en todo el mundo.
Los primeros minutos de la tercera película dirigida por Ben Affleck tienen un carácter marcadamente documental y explican muy brevemente unos cuantos años de la historia moderna de Irán, ese país que conocemos casi todos a través de las agencia de noticias internacionales.
Recuerdo que en 1979 una multitud de iraníes irrumpieron en la embajada estadounidense en Teherán, capital de Irán y tomaron rehenes a los diplomáticos que allí se encontraban, exigiendo al gobierno estadounidense la extradición del que hasta poco antes había sido el jefe del estado, el llamado "Sha de Persia", para llevarlo ante los tribunales iraníes.
El pueblo iraní tenía toda la razón en sentirse desairado y le asistía el derecho de reclamar la extradición pero evidentemente no entra dentro de la legalidad internacional la licitud de la toma de una embajada de otro país.
La respuesta del rey del cacahuete, Carter, entonces máximo mandatario estadounidense, se hizo esperar más de la cuenta y acabó en un fracaso rotundo y vergonzoso que se conoció como la Operación Garra de Águila y fue el hazmerreir del mundo entero que tenía en la memoria la hazaña israelí en Entebbe pocos años antes.
ARGOParece que Ben Affleck ha decidido bajar un escalón en su incipiente carrera y buscando la simpatía de un populacho mal informado ha dirigido con buen pulso una ficción, un poupurri, una mezcolanza que ha titulado como ARGO (y así, tal cual, ha quedado en nuestras carteleras) basándose en el guión pergeñado por Chris Terrio que a su vez se inspira en el libro de memorias del ex-agente de la CIA Tony Méndez que explica algunas operaciones ya desclasificadas.
La película ha recibido tantos parabienes que me han entrado ganas de explicar el porqué me parecen exageradísimos tantos honores, menciones y premios.
Es muy cierto que Affleck realiza un buen trabajo como director, pero únicamente destacable de la mediocridad general por el clasicismo que usa al estilo de los llamados "artesanos" que poblaron la misma pantalla de cine de mi pueblo en la misma década de los setenta del siglo pasado: solidez en la caligrafía cinematográfica que huye de las alharacas y efectos gratuítos y se limita a contar la historia del modo más efectivo y visualmente económico, seguramente imitando aquel cine setentero como añadido ambiental de la cinta que si destaca en algo es en la recreación de la época, incluyendo el cúmulo de estupideces que se les ocurren a algunos cerebros de la central de inteligencia americana: que los rehenes salgan de excursión en bicicleta hasta la frontera debió ser idea del mismo que diseñó luego el fallido rescate.
Sin entrar en consideraciones históricas ni tampoco en la veracidad de lo que cuenta Affleck y tomándolo todo como una ficción para analfabetos históricos, el conjunto sigue chirriando por todas partes y hace aguas a la que se le aplica el mínimo sentido de la lógica resultando evidente su carácter panfletario que se reduce a la exposición de meras anécdotas en la búsqueda del aplauso patriótico que redimirá y exorcizará la vergüenza causada por la afrenta de los iraníes que mantuvieron durante 444 días los rehenes que quisieron.
ARGO pretende contarnos los entresijos de una operación protagonizada, como no, por un excelente "analista" de la CIA que se especializa en la liberación de rehenes, lo que ya daría risa a la vista de la historia que uno conoce: hubiera sido mejor ir a buscar a McClane o a Rambo, porque por lo menos hubiera habido más acción.
Ese protagonista, el propio Tony Méndez (interpretado por Ben Affleck) presenta una mal contada problemática familiar, un aspecto personal que se queda a medias, apenas apuntado, y se alía con un par de personajes de Hollywood, un especialista en efectos y un productor cascarrabias (John Goodman y Alan Arkin respectivamente) que serán vitales para el buen de la misión, no otra que conseguir que los iraníes se crean que los diplomáticos que pudieron escapar entre el tumulto invasor de la embajada, seis personas, en realidad acaban de llegar para inspeccionar el zoco a fin de rodar una película de serie B titulada, claro, ARGO.
Naturalmente, la misión es un éxito. No hay spoiler que valga porque desde los primeros compases uno ya se da cuenta del carácter panfletario de la película y resulta evidente que todo acabará con la victoria estadounidense, redimida la todopoderosa CIA por la intrepidez de su agente especial que actúa un poco como por su cuenta y riesgo, ofreciendo un relato que no coincide con la realidad pero que tampoco acaba por interesar, por emocionar, por lo menos desde la óptica de quien no siente como propias las barras y estrellas estadounidenses.
Incluso dejando de lado consideraciones relativas a la ética en las motivaciones de los personajes para actuar como lo hacen, tanto de un bando como del otro, la trama resulta fría en exceso y no acaba de producir la empatía necesaria para provocar la angustia por la incertidumbre del resultado de la operación de rescate: apenas se ofrecen detalles personales de nadie y en consecuencia los caracteres devienen en tópicos, casi irreconocibles en una uniformidad adocenada.
Por otro lado, la mecánica no está filmada con el brío suficiente para erigirse en un espectáculo visual que resulte atractivo por su propia forma ya que no hay tensión excesiva en el ritmo impuesto por Affleck que parece rehuir así el recurso a la acción por sí misma y no se da cuenta que los personajes carecen de gancho para producir emoción en el patio de butacas.
El trabajo interpretativo en general no pasa de eficiente, incluyendo a Alan Arkin que ha sido nominado ignoro porqué razón: la nominación a mejor película se entiende por el carácter propagandístico que intenta remedar errores del pasado reciente recreando la historia, pero incluso más allá de las razones para deplorar esas invenciones, si nos atenemos únicamente al ámbito artístico, me parece que tampoco da la talla. Veremos en qué queda toda esa propaganda enfrentada a otra propaganda mayor.
En definitiva, una muestra más del uso mediático interesado en defender ciertas posturas que ciertamente no esperaba en un cineasta como Affleck, ayer más independiente que hoy.
Documental

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