Revista Cine

‘Argo’, una visión agridulce de las crisis diplomáticas

Publicado el 18 octubre 2012 por El Ninho Naranja @NinhoNaranja

Cuando hace algunas semanas empecé a oír hablar de ‘Argo’, mi primera reacción fue “oh no, otra película de Ben Affleck“. No me entendáis mal, no es aversión a su persona. Con los años, he aprendido a valorar su esfuerzo por salir de la tosca etiqueta de actor guapo de Hollywood, su rol de estrella de blockbuster. Sin embargo, para su desgracia hay que reconocer, que no es un buen actor. No es una cuestión de pose o de gesto, sino de convencimiento en la interpretación. Y ahí la cosa se tuerce. Sin embargo, como digo, no son pocos los intentos que ha llevado a cabo para alejarse de los ‘Armaggedon’ y ‘Pearl Harbor’ que aunque le dieron la fama, seguramente también le separaron de un cine para el que, tal vez no esté totalmente dotado, pero que sin duda sabe reconocer y apreciar. Les suena de algo el Efecto George Clooney? No, no es un desodorante, sino la capacidad de un actor para reconducir y mejorar una carrera en el Séptimo Arte. Pero no nos vayamos por los ramas, que aquí estamos para revisar este último título estrenado.

Ben Affleck, John Goodman y Alan Arkin en 'Argo'

‘Argo’ es un film de tratamiento ligero sobre un escabroso asunto diplomático, que todo el mundo conocimos como la Crisis de los Rehenes y que al parecer tuvo mucho más trasfondo del que supimos en las noticias. Claramente influenciado por ese nuevo cine dramático americano, no del todo social, no totalmente incisivo (esto no es Irlanda, no estamos hablando del cine de Fernando León de Aranoa), pero claramente cualitativo y mordaz, para rememorar las vergüenzas propias y ajenas.

Títulos como ‘Syriana’, ‘Jarhead’ o la silenciosa ‘Babel’, inyectan el nuevo cine hollywoodiense de un influjo de autocrítica y solícito sarcasmo hacia lo propio. Y eso es bueno. Es la herencia de Oliver Stone, de Clint Eastwood, de Tim Robbins, de Sean Penn… Pero volviendo a la película, que pese al primer comentario es buena, muy buena, nos encontramos con ese resquicio de cine manchado, impregnado de la naturalidad del entorno y de la historia.

Affleck, que ha demostrado ser mejor guionista y director que actor (ahí es donde está la salvación de nuestra apatía), encarna también el papel protagonista y el de productor, además del realizador tras la cámara y lo cierto es que la ambivalencia le ha valido el mérito. Su personaje, más ancho, más mundano, con barba y flequillo post-hippie, es más llano y simple que sus grandes caracterizaciones para superhéroes o agentes secretos. En su inexpresividad natural, está la expresividad necesaria para su personaje. Y eso sirve.

Cartel de 'Argo'

En los otros terrenos, brilla más su capacidad y eso debemos reconocérselo. El guión, del casi debutante Chris Terrio, en el que casi se nota también su mano, combina perfectamente la tensión palpitante de los buenos thrillers de espionaje, mezcla con acierto dosis de humor liviano y ácido, lo que suaviza el contexto y armoniza el film para hacerlo más digerible. No hay discursos densos como en ‘El buen hombre’ o ‘El Topo’. Estamos más bien ante un suspense de contención y una comedia no demasiado hilarante, para que la crítica constructiva, no acabe en psicodelia alucinógena, como en ‘Los hombres que miraban fijamente a las cabras’.

Sólo una nota chirriante en la trama, que por otra parte se mueve con agilidad entre géneros y mantiene atento al espectador sin mutilar su interés con grandes dosis de conspiparanoias. Hacia el final, esa llamada a la productora, que nadie atiende, que se hace larga. Que no hay quien se la crea. Pero ey… hay que hacer la historia cinematográficamente interesante. Y tensa. Pero se les va de las manos. Por lo demás, todo transcurre, como decíamos, con una sutileza cómica que sobrevuela lo dramático para encauzar el hilo narrativo hacia lo mordaz.

Ese último diálogo entre Bryan Cranston y un taciturno Ben Affleck, es de lo mejor de la película, broche de narrativa contemporánea hecho cine, como vimos en ‘Los idus de Marzo’ o en ‘Mátalos suavemente’. Veis, si es que hablamos de lo mismo.

Buen cine americano, no tan bueno como su gran cine de género, pero estupendo para disfrutar de un correcto guión, un ágil dirección de cámara ensuciada de realidad y un buen puñado de secundarios, que siempre ves ahí aunque no se retengan todos sus nombres (Alan Arkin, Victor Graber, Tate Donovan, Zeljko Ivanek…). No nos olvidamos de John Goodman y sus afilados recados al mundo de Hollywood.

Y todo ello, siendo una película de Ben Affleck. Veis, no le odiamos tanto.


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