Revista Comunicación

Ariadna Montfort, bailarina – “He aprendido las virtudes de ser un caracol”

Publicado el 24 julio 2012 por Eltallerdelaeam @elTallerdelaeaM

Tengo 28 años. Nací en Vilassar de Mar y vivo en Tel Aviv. Tengo pareja. Estudié danza en mi pueblo, en la Royal Academy of Dancing de Londres y en la escuela de Maurice Béjart. Los políticos deberían representar a la sociedad y no lo hacen. Soy agnóstica

Ariadna Montfort, bailarina – “He aprendido las virtudes de ser un caracol”

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Bienvenida

Me llega a la redacción la semblanza escrita por una madre orgullosa de una joven bailarina que se marchó hace once años y que tras recorrer el mundo ha vuelto a Barcelona convertida en gran profesional de la mano de la compañía israelí Inbal Pinto & Avshalom Pollak Dance para bailar en el Grec. Es uno de los pocos cerebros fugados que han decidido volver, pese a la crisis, con intención de quedarse. Quiere crear, enseñar las técnicas aprendidas de sus maestros -entre ellos, Maurice Béjart, uno de los coreógrafos más representativos de la transición de la danza clásica a la moderna-, como la técnica gaga del coreógrafo Ohad Naharin o la terapia basada en el movimiento de Ilan Lev.

 

Es usted un cerebro fugado?
Me fui en busca de algo que aquí no podía encontrar.

¿Y adónde fue?
Llegué a la Royal Academy of Dance de Londres a los 17 años. Luego ingresé en la escuela del mítico Maurice Béjart en Lausana, donde estuve dos años trabajando nueve horas al día, seis días por semana.

¿Conoció a Béjart?
Sí, tenía 75 años. Decía que actuar era como un combate, de él aprendí el deuxième souffle, que nos transmitió a base de entrenarnos con clases de kendo, un arte marcial.

Hasta el último aliento.
Sí, al final de la jornada, cuando ya no podíamos más, nos imponía una clase durísima. Así descubrí que existe un momento exquisito y muy curioso de transición entre el “no puedo más, voy a desplomarme de agotamiento” y ese segundo aliento que nos brinda una fuerza y resistencia increíbles y que no sabíamos que poseíamos.

¿Duro, marcharse de casa tan joven?
Era la primera vez que viajaba. Me fui sin miedo y con muchas ganas, pero tuve una crisis de identidad. Yo era de pueblo, corté con todo lo conocido, y no hablaba francés.

Se espabiló.
Tras actuar con el Béjart Ballet, trabajé cuatro años en el Stadttheater Bern Ballet.

Una gran compañía llena de bailarines.
Sí, y pronto descubrí que en la vida profesional hay menos compañerismo que en la escuela. Yo era la más joven y me sentí sola, aparte de que el alemán me costó mucho. En una gran compañía aprendes mucho, pero no dejas de ser una pieza de un engranaje.

¿Por eso abandonó?
Me fui porque uno de los coreógrafos invitados que vino a trabajar con nosotros, de la compañía israelí Batsheva, nos dio clases de gaga, una técnica muy innovadora que me fascinó. Quise conocer personalmente al artífice, el director y coreógrafo de la Batsheva Dance Company Ensemble, Ohad Naharin.

¿Se despidió y se fue a Tel Aviv?
Y conseguí entrar en la compañía y profundizar en esa técnica, que transformó mi manera de bailar.

¿En qué consiste?
Improvisación guiada sin retroalimentación y sin espejos, de manera que no te puedes juzgar, y donde la herramienta fundamental es la imaginación. Aprendí que las posibilidades del movimiento y de la búsqueda y creación de este son interminables e infinitas.

¿Cómo de infinitas?
Tanto puedo flotar como pesar cincuenta toneladas. La gravedad se puede desafiar, vale la pena jugar a identificar y romper con nuestros patrones naturales de movimiento. Con una buena dosis de imaginación puedo crear tantas texturas y colores de movimiento como me dé la gana.

Cambió de compañía, pero no de país.
Tres años después entré en la compañía Inbal Pinto & Avshalom Pollak, con la que durante cuatro años he recorrido el mundo y he actuado por primera vez en Barcelona, donde he decidido quedarme.

No ha elegido el mejor momento.
Las crisis son dramáticas y ojalá no tuviéramos que pasar por ellas, pero también son potenciadoras de la creatividad. La gente está más alerta, más despierta. Nos las ingeniamos y de repente surgen ideas creativas para poder seguir adelante.

Una visión valiente.
La crisis hace que lo que en un momento nos parecía imposible o un disparate se convierta de pronto en la nueva realidad.

¿Piensa seguir bailando?
Sí, y creando. Me ilusiona introducir en España el método de fisioterapia de Ilan Lev, en el que me he certificado y que me parece revolucionario: a mí me ha ayudado a comprender tantas cosas…

Cuénteme.
Hoy sé que el dolor no es un enemigo, sino el indicador de que hay un problema, y que las soluciones las llevamos dentro aunque no seamos conscientes de ello.

Interesante.
No sólo el cerebro envía órdenes al cuerpo; a través del movimiento pasivo podemos enviar información al cerebro, sobre todo al subconsciente, dibujando nuevos mapas que clarificarán conexiones perdidas o rotas entre diferentes partes de nuestro cuerpo y que son la causa de los problemas.

No ha perdido usted el tiempo en estos once años de ausencia.
Tengo mucho que procesar: todos los aprendizajes de estos años rodando por el mundo.He aprendido que es importante sonreír, que recoges lo que siembras. Pero nos olvidamos demasiado a menudo de sonreír, y es esencial si nuestro deseo es sentirnos bien. He aprendido las virtudes de ser un caracol.

¿Un caracol?
Todo lo que tienes lo llevas puesto. Por tanto, de la misma manera que nos gusta que nuestro hogar sea acogedor y agradable, es importante que estemos en paz con nosotros mismos, conocernos y aceptarnos. Sé que puede sonar a tópico, ¡pero es tan fácil perderse cuando eres trotamundos…!

¿Con qué dificultades se ha topado?
Es un estilo de vida que puede crear confusión e inestabilidad, pero el hecho de que el denominador común de un sinfín de situaciones, buenas y malas, y en todo tipo de contextos desconocidos sea yo misma, me ha enseñado que si aprendes a confiar en ti, estás siempre en casa.


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