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Ariel, mi evolutiva

Publicado el 16 abril 2010 por Surfinwords

Fea, grande, pesada y nunca me hacía caso. No, no estoy hablando de mi primera mascota (qué pasa, ¿nunca habéis tenido una morsa en la bañera?), sino de mi primera tabla. Corría el año 2000 y mi abuela se acercó a mí con una picaresca sonrisa y un paquete más grande que la cama de Pau Gasol. Una Pull&Cash 6”10 independiente, liberal, quizá demasiado para mí; y con el pico rojo, eso es, encima comunista.

Las discrepancias eran muchas pero fuimos conociéndonos y sí, la acabé queriendo. Será verdad eso de que el roce hace el cariño porque los arañazos y moratones que me provocaba quedarán grabados en el retal de mi memoria por los siglos de los siglos. Y es que ya sabéis, hay amores que matan.

Pero a lo que iba, con el tiempo mis movimientos tornaron en ágiles y decidí cambiarme a una short que me permitiera seguir avanzando en un deporte que cada día me apasionaba más; y Ariel I (sí, mi evo es como la sirenita pero en fea) quedó relegada a una esquina de mi habitación. Bien, yo soy torpe por naturaleza, me explico, mi espacio es el mar, la tierra me odia. Si hay un agujero me tropiezo, si hay una roca me la como y si el suelo está liso y pavimentado, tened la certeza de que ni la power balance podrá evitar mi destino más cercano: la caída.

Así, una tras otra las shortboards iban muriendo en manos de mi torpeza y mi tristeza aumentaba con el número de entierros prematuros. Pero allí seguía ella, Ariel, mirándome impaciente y riéndose de mi mala suerte. Y así llegamos a esta semana, harta de los malos resultados de mis anteriores tablas y, por qué no, con la curiosidad y añoranza del pasado, decidí reestrenar mi evolutiva y darme un mal baño (pues las condiciones tampoco acompañaban).

Se me enganchó el invento en la pierna y, en un acto reflejo por no darme de bruces contra el suelo, solté la tabla que hizo un ruido seco al desplomarse sobre la arena, caí encima del tail girándo la evo sobre sí misma y golpeándome la cabeza; y todo esto sin haber entrado aún al mar. Vamos que si llega a estar una cámara de cuatro en la playa en esos momentos, salgo en callejeros. (Pim pam toma lacasitos).

En conclusión, dicen que Satán no existe pero yo sé que mi Ariel ha hecho un pacto con el diablo: la vida eterna a cambio de su belleza. Mi tabla verá morir a Chuck Norris (qué digo, mi tabla matará a Chuck Norris), presenciará las olimpiadas Madrid 2092 y apagará la luz cuando el mundo se vaya a dormir. Y no, no la vendo. xD


Ariel, mi evolutiva

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