Esta mañana se produjo la visita a Sevilla del Príncipe Carlos de Inglaterra y Camila Parker. Y ahí lo tenéis, el ínclito Arizaga, gerente deTussam, inmortalizado con el traje comprado para la ocasión en primera línea del objetivo de las cámaras. Como un personaje de papel couchécualquiera. Era de lo poco que me restaba por ver de este personaje singular, ejercer de Belén Esteban a bordo del Metrocentro.
Claro que lo mismo se encontraba allí para explicarle a su alteza el porqué de esas pancartas que mostraban los eventuales de la empresa que dirige, que tuvieron la deferencia de traducirlas al inglés para no importunar a la realeza con molestas traducciones, y a los que se niega a reconocerles un derecho ganado a pulso en una oposición por él mismo convocada.
En las pancartas no es que figuraran elogios, precisamente, pero tampoco su gestión los merece. Probablemente, la prensa inglesa, que tan atenta siempre no dejó de tomar fotografías de los manifestantes, refleje mañana la realidad de una ciudad que se le quiso ocultar en todo momento. Igual entonces lo buscan y le piden explicaciones de por qué sí hay dinero para preparar una unidad del juguetito preferido del alcalde, cueste lo que cueste, y no lo hay para pagar el salario a los trabajadores.
O puede que, por el contrario, le soliciten qué significaban las advertencias de los eventuales a su alteza de que tuviera cuidado con la cartera dentro del Ayuntamiento. Seguro que los convencerá a la primera con su labia memorable.
No sé si el príncipe azulado advirtió la maniobra represora de uno de los guardaespaldas del alcalde, cuando intentó que los eventuales no desplegaran sus pancartas. Igual se enteró de los gritos de protesta e inquirió sobre qué les estaba ocurriendo a aquellos chicos tan amables que había tenido la delicadeza de traducirle sus extrañas bienvenidas al idioma materno. Sea lo que fuere, seguro que Charles Arizaga estaba allí para atender a cuantas explicaciones requiriese el legendario heredero.
Los medios nacionales, en especial Canal Sur cumpliendo rigurosas órdenes y tan atentos siempre a la noticia, evitaban en todo momento filmar los momentos trascendentales de tan crucial encuentro. El que paga manda, ya se sabe. Por eso quizás se les escapó el momento en el que el Jefe de Protocolo se acercó para corroborar los mensajes de las pancartas y se interesó por las reivindicaciones. Los compañeros lo invitaron a llevarse para Inglaterra al alcalde y a algunos miembros del gobierno local, a lo que contestó, con ese sentido del humor típico de los británicos, que lo que le gustaría llevarse de España era sólo el sol y el buen tiempo.
Todavía no me explico cómo no se le ocurrió incluir en la valija diplomática a un talento como Charles Arizaga. Estos británicos deben estar locos.